Recientemente, el Gobierno japonés y su primer ministro, Shinzo Abe, amenazaban al Reino Unido con llevarse sus inversiones de las islas si el Reino Unido abandona definitivamente el mercado único. No es un asunto menor ya que las empresas japonesas afincadas en Gran Bretaña como Nomura, Hitachi Honda, Nissan o Toyota dan empleo en el país a casi 140.000 trabajadores.
Aunque Tokio insiste en que no está diciendo a un poder soberano cómo negociar, lo cierto es que la salida de Reino Unido de la Unión Europea pone en riesgo a Londres como ciudad financiera que rivaliza con Nueva York como referencia mundial del dinero y a cuyo municipio llegan diariamente 730.000 trabajadores. La preocupación, cuando no el miedo, se empieza a apoderar de esa considerable nómina de empleados que ven peligrar sus puestos de trabajo.
La hipótesis de que Londres deje de ser la capital financiera de la Unión ha hecho que muchas capitales de la zona euro se hayan movilizado tratando de participar en el futuro reparto de beneficios que supondría la pérdida del actual statu quo de la capital inglesa.
París, Milán, Dublín, Frankfurt, Ámsterdam, Lisboa o Madrid pujan y sueñan con recibir una parte del inmenso poder financiero que atesora actualmente Londres
De esta forma, París, Milán, Dublín --que esgrime el idioma y el impuesto de sociedades más bajo de Europa--, Frankfurt, Ámsterdam, Lisboa o Madrid pujan y sueñan con recibir una parte del inmenso poder financiero que atesora actualmente Londres y no se cortan en lanzar campañas de publicidad ofreciendo sus servicios y sus fortalezas. España quiere y no puede, aunque tanto Madrid como Barcelona tienen sus aspiraciones, pero más de 300 días sin gobierno y todo lo que ello comporta en materia presupuestaria y de buen gobierno corporativo pasan factura y convierten en estéril los intentos promocionales de gobiernos regionales como el de Madrid, al convertirse el Gobierno Rajoy en un socio con demasiados asteriscos que se traduce en una pérdida de influencia a raudales.
Pero, antes de que llegue el momento en que el Reino Unido formalice el Brexit y pueda empezar a hablarse de ciudades sustitutas de la City, queda un largo trecho, ya que la salida de la Unión supone la negociación de un modelo alternativo de relaciones europeas para el Reino Unido. Modelos como el de Noruega, que junto con Islandia y Liechtenstein son parte del Espacio Económico Europeo (EEE), organización vinculada a la UE participando del libre movimiento de personas, capitales, bienes y servicios del mercado único a cambio de respetar casi todas las normas de la UE, sobre las que ya no votaría, es mencionado con frecuencia. La adhesión del Reino Unido al EEE significaría tener que cumplir reglamentaciones en cuya elaboración no ha tenido influencia. Otro modelo es el suizo, ligado a la UE por múltiples tratados de libre comercio y otros intereses, que le otorgan significativos beneficios sin el compromiso de la pertenencia e, incluso, se apunta la vinculación mediante un acuerdo aduanero como en el caso de Turquía. Demasiados escenarios que pueden prolongar años los resultados de las negociaciones que contempla el Tratado de la Unión.
Así las cosas, unos y otros han empezado a hablar de la piel del oso cuando éste no ha sido siquiera cazado y sin tener en cuenta que el gran reto de la UE, puestos a buscar sustituto a Londres, reside en reducir, a decir de un experto financiero inglés, la "maraña de reglas asfixiantes" generada por Bruselas si quiere competir con las plazas más flexibles.
Unos y otros han empezado a hablar de la piel del oso cuando éste no ha sido siquiera cazado
Sea cual sea la opción final a la que se llegue, lo cierto es que el sector financiero europeo va a cambiar sustancialmente como consecuencia del Brexit y que ello afectará a una parte importante de los 360.000 trabajadores que trabajan en la City y su entorno, el 11% de los cuales proceden de la Europa continental.
Y pasando de lo abstracto a lo concreto, la pieza más codiciada por los aspirantes a tocar trofeo no es otra que la Autoridad Bancaria Europea (ABE), actualmente con sede en Londres, agencia en la órbita del Banco Central Europeo (BCE) con funciones regulatorias y supervisoras tendentes a aumentar la transparencia del sistema financiero europeo, así como a identificar debilidades en la estructura de capital de los bancos. La ciudad que acoja a este organismo tendrá ganada la batalla de ser la referencia financiera de la zona euro a nivel mundial.
Como ejemplo de la trascendencia y volumen de lo que está en juego, baste recordar que la actividad del mercado de divisas, el denominado Forex, ha atraído a la City transacciones denominadas en euros, para la consiguiente compensación y liquidación de los pagos en euros, la descomunal cifra de de dos billones de euros al día.
Entre las capitales europeas que han empezado a postularse está Madrid, ciudad global o Alfa bien posicionada según el último estudio GaWC (2012) de la Universidad de Loughborough, solo por detrás, a nivel de la Eurozona, de París y en el mismo grupo que Frankfurt, Milán o Ámsterdam. Barcelona se situaría en un escalón inferior en este mismo índice junto a ciudades como Dublín, Viena, Praga o Varsovia.
Todos se mueven en la misma dirección ya que la tarta es demasiado apetitosa y nadie o casi nadie parece dispuesto a quedarse fuera del reparto
En estas circunstancias, el que más o el que menos, todos se mueven en la misma dirección ya que la tarta es demasiado apetitosa y nadie o casi nadie parece dispuesto a quedarse fuera del reparto. A España, el momento le ha pillado con un pie cambiado poco edificante y eso queda reflejado en la hoja de ruta, y su incorporación a la carrera final no pasa por un simple eslogan publicitario, en un par de típicos autobuses de dos pisos y en alguna que otra acción del gobierno regional y de su superactiva presidenta.
En una decisión de estas características son muchos los factores que intervienen más allá del precio de los apartamentos, el clima o el posicionamiento geográfico, y el alto comisionado para la Marca España, Carlos Espinosa, se ha apresurado a echar un jarro de agua fría a las expectativas españolas al señalar, recientemente, que España solo podría "arañar una parte" de las instituciones del mercado financiero tras la salida del Reino Unido de la UE, ya que en su opinión "el nuevo gran mercado financiero de Europa" sería Fráncfort, aunque Dublín, también, podría convertirse en sede de las entidades financieras que abandonen la City de Londres, por el idioma y por las ventajas fiscales del país, mientras que París y Madrid se situarían por detrás.
Aunque estas declaraciones no han gustado nada en ciertos ámbitos, para gustos los colores. Hay quien sostiene que la ciudad alemana ya es sede del BCE, a la vez que existe mucha animadversión hacia la primacía de Alemania entre la población de la Eurozona, al recordar que los organismos y las agencias estrella de la Unión se las repartieron entre unos pocos países.
Así ocurriría con Francia, país que también se ha beneficiado de muchos aspectos relacionados con la construcción de Europa y lo demuestra el hecho de que Paris es sede de la potente Autoridad Europea de Valores y Mercados (AEVM), de la misma manera que Londres lo es de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) o Ámsterdam de la Oficina Europea de Policía (Europol).
Mucho han cambiado las cosas para Madrid desde que estallara en 2008 la crisis mundial, ya que por aquel entonces la capital española era la principal creadora de empresas del país y la que atraía más inversión extranjera
Mucho han cambiado las cosas para Madrid desde que estallara en 2008 la crisis mundial, ya que por aquel entonces la capital española era la principal creadora de empresas del país, la que atraía más inversión extranjera y la que contaba con 600 empresas de intermediación financiera, casi 300 de seguros y planes de pensiones, y más de 8.200 empresas de actividades auxiliares al sector. Entonces, informes como el de Deloitte, situaban a Madrid en el cuarto lugar entre los mercados financieros mundiales, por detrás de Nueva York, Londres y París, y con opciones de adelantar a la capital francesa, no en vano es la plaza que aloja al Latibex o al Banco Interamericano de Desarrollo en Europa.
Y como el que tuvo retuvo, Madrid sigue siendo el segundo municipio de la Europa continental por población, el tercero por PIB local con más de 120.000 millones de euros y el brexit ha convertido a la Bolsa de Madrid en el tercer mercado bursátil de la UE.
Esa supuesta posición de privilegio de la candidatura de Madrid se enfrenta a un sinfín de debilidades y críticas entre las que sobresale, por citar solamente algunas, los más de 300 días con un gobierno interino, el sistema jurídico español y una cierta falta de seguridad jurídica junto a una exasperante lentitud de la justicia en la resolución de conflictos, los bloqueos ideológicos, la falta de una política fiscal definida o aspectos chuscos, pero que reflejan una realidad, y que se podían concentrar en torno a la presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y a su elección o al hecho importante de que la última gran modificación del Codigo Penal en España data de 1974 y, por ejemplo, aún consagra el concepto de "causa", algo que es denostado por buena parte de los juristas por ser lesivo a numerosos intereses.
Frente a este desiderátum de críticas es bien cierto que el sistema financiero español ha sido objeto de una exhaustiva depuración, algo que Alemania e Italia no han hecho; dos entidades bancarias españolas están entre los principales actores mundiales, la economía crece a razón de un 3,5% al año, la reforma laboral es bien valorada en el seno de la Unión por su flexibilidad o el hecho cierto de que el tipo marginal del IRPF en Madrid es del 43,5%, mientras que Francia supera de hecho, el 45%.