Los muertos que Su Peronísima mata gozan de excelente salud. Es nuestra conclusión de la primera vuelta de las primarias del PSOE, donde todas las lecturas --incluso las que están a favor de la presidenta de Andalucía por intereses fenicios-- no han tenido más remedio que admitir el indudable milagro que supone que el militante Sánchez, secretario general caído en los célebres idus de octubre, haya resucitado y amenace seriamente al establishment de los patriarcas de Suresnes. La impresión dista de ser pasajera. Viene de lejos. Lleva alimentándose desde hace meses gracias a la tardanza de Susana Díaz en dar el paso, la oposición de determinadas líneas editoriales, la alianza-pánico de tirios con troyanos y la extensa nómina de caídos en desgracia por la prepotencia de los peronistas rocieros del sur.

Son cuatro factores que, sumados, han llevado al outsider Sánchez a desafiar al conglomerado de poder que se adjudica la capacidad de dar estabilidad al sistema político. En los pagos meridionales, donde se había ordenado ganar esta guerra antes de librar la batalla final, no dan crédito. La hoja de ruta de Díaz consistía en arrasar antes de acudir al campo de batalla. Sus huestes llevaban semanas anunciando que su victoria se percibiría con la entrega de un mar de avales, disipando así las impresiones --subjetivas-- de muchos indecisos. Incluso habían medido el tamaño de su supuesta supremacía: más de 40.000 avales, que son los que en su día obtuvo Sánchez cuando la presidenta de la Junta le aupó a Ferraz.

Los afiliados del PSOE quieren cambiar de intermediarios. Ya no aceptan que quienes llevan lustros diciéndoles que la derecha es el diablo hayan investido presidente a Rajoy gratis et amore

La maquinaria socialista en Andalucía, de donde provienen cuatro de cada diez avales logrados por la Reina (de la Marisma), se puso a funcionar inflando censos y movilizando a presidentes de diputación, alcaldes y secretarios locales. El procedimiento era marcial: o avalabas al jefe de tribu o salías --tú y los tuyos; el PSOE andaluz es como una gran famiglia-- del círculo de poder que administra las prebendas y canonjías asociadas al presupuesto. La disyuntiva no permitía excesivas dudas: te daban a elegir entre formar parte de la mayoría victoriosa o suicidarte incorporándote a una minoría sin futuro. Por su puesto, socialismo es libertad. A principios de esta semana los números auguraban un paseo militar. O eso parecía.

El espejismo del triunfo era tan intenso que Díaz decidió hacer un breve paréntesis en su agenda partidaria --la de gobierno lleva años abandonada-- y protagonizar dos apariciones estelares en la Feria de Sevilla. Todo parecía consumado mientras Ella caminaba por el Real de Los Remedios, lleno de caballos y farolillos de colores. Los sanchistas habían filtrado cifras falsas de avales para despistar: se hablaba de un máximo entre 15.000 y 30.000 firmas, muy lejos de la referencia de las anteriores primarias. Los susánidas mordieron el anzuelo: pensaban que doblarían o triplicarían al militante Sánchez. Una distancia más que suficiente para declarar el final del partido antes de su inicio. Todo estaba bajo control. Los embajadores de la Reina se habían empleado a fondo. "El PSOE es mucho PSOE", repetía Ella.

Díaz ha perdido el aura de ganadora y Sánchez ha rentabilizado la estampa del perdedor

Los pinchazos de Díaz en algunos actos organizados fuera de Andalucía tenían una importancia relativa. Dibujaban el fantasma --cada vez más real-- de un PSOE dividido en dos ámbitos de influencia: el norte frente al mezzogiorno. Pero era un problema que podía gestionarse perfectamente tras la victoria, cuando estuviera claro quién iba a mandar. En las primarias cada voto vale lo mismo. Y el tercio largo de avales logrados por la presidenta de la Junta incluye casi el 60% de los votos en disputa en Andalucía, que es el suelo mínimo necesario para conseguir cualquier victoria orgánica. Nada hacía presagiar una verdadera rebelión de las bases. Esencialmente porque la idea que se tiene en el PSOE andaluz de las bases difiere de la existente en otros territorios como Cataluña, Valencia o Baleares.

Los números oficiales, sin embargo, revelan otra cosa: los afiliados quieren cambiar de intermediarios. Ya no aceptan que quienes llevan lustros diciéndoles que la derecha es el diablo hayan investido presidente a Rajoy gratis et amore. Es demasiado. Traiciona su historia, su (único) discurso y el núcleo duro de su militancia. En Andalucía hay miedo a salirse de la fila: sueldos públicos, favores, contratos familiares y la extensa red de relaciones indígenas lo explican. Pero en otros sitios este pavor ya no existe, o es relativo, porque no hay poder inmediato que perder. La coyuntura es tan mala que sólo cabe mejorar.

Díaz ha perdido el aura --que diría Walter Benjamin-- de ganadora y Sánchez ha rentabilizado la estampa del perdedor. En esta guerra unos han jugado a la épica y otros al antiheroísmo. Da la impresión de que el sentido de la epopeya de los patriarcas ha pasado a la historia y que el futuro, si existe, puede depositarse perfectamente en un candidato vulgar. Sin logros, sin púrpura, sin historia y con una gastada cazadora marrón. Casi tan huérfano como se sienten muchos socialistas de base.