Curiosamente, el anunciado apoyo de la CUP a la moción de confianza presentada por Puigdemont va a ser el último acto unitario del movimiento secesionista a la par que el pistoletazo de salida a las próximas elecciones autonómicas, que el señor Puigdemont anuncia como "constituyentes" tras las "plebiscitarias" de 2015. Por pomposidad vacua que no quede.

La CUP ha decidido no aparecer como la culpable de romper la unidad y provocar unas nuevas elecciones, sabedora de que se van a convocar igual, y se reserva llegar a ellas como los únicos independentistas auténticos que no renuncian ni al RUI, ni a la DUI. El debate de los presupuestos, en el que presionarán para la inclusión de una partida presupuestaria expresa para convocar el RUI, amén de otras exigencias sociales, será el auténtico campo de batalla previo a las nuevas elecciones.

A falta de que ERC se posicione con claridad, la nueva CDC, a través de Puigdemont y Neus Munté ya ha dejado claro que, de unilateralidad, nada de nada. Y es que los convergentes se fustigan por su mala cabeza cuando ven las encuestas vascas con el PNV sin dificultades para formar gobierno. Por si fuera poco, Urkullu se permite el lujo de aconsejar a los catalanes desde las páginas de La Vanguardia que no apuesten por el frentismo después de afirmar que la independencia es un proyecto a largo plazo y que no se dan las condiciones para aventuras independentistas. Y eso que el gobierno vasco sí controla la caja y, por tanto, puede resistir financieramente mucho más que el Gobierno de la Generalitat.

Es evidente que los medios más cercanos a la antigua CDC van preparando al electorado para un cambio de orientación que conllevará confrontación con el independentismo más radical

Más significativo de que las cosas "se mueven", según editorializa El País, es que el nacionalista Ara, en portada, recoge las diez condiciones para hacer viable un referéndum, y cuya conclusión es que la única forma de hacer un RUI eficaz es que Cataluña sea antes independiente, pero independiente de verdad. Es evidente que los medios más cercanos a la antigua CDC van preparando al electorado para un cambio de orientación que conllevará confrontación con el independentismo más radical.

La independencia real implica su ejercicio, reconocimiento internacional, control del territorio, capacidad financiera para atender las obligaciones... y no meramente su declaración, a lo que tan aficionados son nuestros políticos independentistas. Y las muestras de cansancio del independentismo que se refleja en la caída de participación en la Diada, las bajadas de audiencia de los medios nacionalistas y el activismo en las redes no animan a tirar la casa por la ventana.

Veremos cómo navega Junqueras para marcar perfil propio, más o menos equidistante de la CUP y de la antigua CDC. Pero Puigdemont parece haber optado por tratar de evitar el tan cacareado choque de trenes por las nulas posibilidades de salir airoso del mismo. Más vale Generalitat en mano que independencia volando.