La desconfianza política bien entendida y delimitada puesta al servicio de la dimensión épica de un objetivo compartido es motivo suficiente para mantener vivo un gobierno en precario hasta el próximo día histórico. La prueba de ello está en el trámite parlamentario de la renovación de la confianza de la CUP en Carles Puigdemont. Desde que el presidente de la Generalitat se sintió abandonado y en minoría por la negativa de los diputados radicales a apoyar el presupuesto nada ha cambiado, ni se ha obtenido la garantía de la aprobación de las cuentas, ni se han puesto de acuerdo en cuál es el calificativo apropiado para el referéndum, ni menos aún en el alcance y el formato de la desobediencia inevitable para unos y temida por los otros. Y, sin embargo, la confianza ha renacido, milagrosamente.
En realidad, JxSí y la CUP solo están de acuerdo en una cosa, en no cometer el error de avanzar unas elecciones que perjudicarían
En realidad, solo están de acuerdo en una cosa, en no cometer el error de avanzar unas elecciones que perjudicarían, seguramente al PSNC (el Partido Sin Nombre de Catalunya) y tal vez también a los antisistema, atendiendo a los escasos réditos obtenidos con su colaboración con los adversarios de clase. Aunque ERC esté impaciente por dar el sorpasso a sus rivales de la vieja Convergència, lo disimulan profesionalmente; al fin y al cabo, los 18 meses van a cumplirse en primavera y entonces sí habrá llegado su momento.
La independencia está difícil para antes del verano y seguramente también para las navidades; en cambio la permanencia en el Gobierno es perfectamente posible a poco que los partidos indepes mantengan viva la colaboración parlamentaria en un futuro Parlament, sea cual sea el orden jerárquico entre ellos. Republicanos y exconvergentes conocen la receta para seguir obteniendo una mayoría cómoda, o precaria, pero mayoría: mantener viva la épica soberanista, evitando los dos grandes peligros del proceso: el choque definitivo con el Estado (tensión ma non troppo) o la aceptación del fracaso de la hoja de ruta (revisión permanente para evitar la desolación popular). Un modus vivendi político muy legítimo y con perspectivas de futuro, dada la evidencia de que la relación Cataluña-España es insostenible en los parámetros actuales, y en política nada es imposible, aunque tampoco inminente o inevitable.
La moción de confianza y el debate de política general representan dos buenas oportunidades para mantener vivo el espíritu del buen nacionalista
La moción de confianza y el debate de política general representan dos buenas oportunidades para mantener vivo el espíritu del buen nacionalista, sea moderado o radical, y la moral alta de las organizaciones cívicas del movimiento independentista. Simplemente esto. Si quisieran avanzar un solo milímetro en la búsqueda de una solución vinculante, negociarían sus votos con Pedro Sánchez, ahora que el líder socialista ha declarado la guerra a sus barones para derrotar Rajoy, fiando su carrera política a la formación de un gobierno de izquierdas. Unos y otros tan solo deberían pactar algunos incentivos constitucionales (admitiendo que no serán épicos) y sobre todo el grado de desconfianza soportable para conseguir una mínima estabilidad, al estilo del Parlament.