Tengo a Fernando Savater como uno de los grandes ensayistas actuales. No hace mucho soltó esta perla --escribo de memoria--: entiendo a los podemitas de 18 años pero no a sus padres.

Nada que ver con esa frase de gente de derechas que ufana dice que un joven de 20 años que no sea de izquierdas es que no tiene corazón, y uno de 40 que no sea de derechas es que no tiene cabeza. No es eso. Buena parte de los jóvenes de izquierdas se mueren siendo de izquierdas, conservando la cabeza en su sitio, pero de lo que habla el pensador es otra cosa. De hecho, conozco a más hijos de gente de derechas que sean de izquierdas, que al revés.

Leía este jueves las exigencias de la CUP para dar el visto bueno a los presupuestos del Molt Honorable hijo de la pastelería de Amer, el ex alcalde de Girona que pretende volver a serlo, salvo que sea inhabilitado para ostentar cargos públicos por desacato a la autoridad, como establecía el código penal reformado en 1995. El menda está empecinado en buscar esta sentencia del Tribunal Supremo para que se le venere mártir de la causa separata.

Decía que leyendo las exigencias de la CUP me hizo retrotraer a cuando tenía 19 años. En las primeras elecciones generales del 15-J de 1977, como representante de un sindicato de estudiantes (FSU), defendía la urgencia de desarticular el sistema capitalista con los argumentos que cuarenta años después defiende la CUP.

Yo también tengo un pasado. Defiendo el derecho a la contradicción siempre que no sea por plata o cargo. Puntualizo que mi coincidencia, en lo económico, con los antisistema no tenía que ver con lo nacional. Aquí sí que no existe contradicción, porque no tiene que ver con las ideas sino con las creencias, Ortega dixit.

Hace 40 años, mi discurso, en lo económico, era un calco al de la banda de Anna Gabriel: el capitalismo era una fiera con tres cabezas que lanza llamas contra los desfavorecidos, que son la mayoría

A saber: explicaba con la ignorancia, el atrevimiento y la vehemencia de la adolescencia que el capitalismo era un sistema explotador a superar porque su engranaje conduce a la injusticia social y al paro, que en 1977 era superior al actual, rayaba el 24%.

Mi discurso, en lo económico, era un calco al de la banda de Anna Gabriel: el capitalismo era una fiera con tres cabezas que lanza llamas contra los desfavorecidos, que son la mayoría.

El capitalismo financiero es la banca y la bolsa. Había que cortarle el cuello con la nacionalización de la banca a los veinte días de conquistar el poder. La bolsa tenía que cerrarse porque era el templo de la especulación.

El capitalismo industrial se desarticulaba a través de la sustitución de la propiedad privada por el sistema cooperativo. Si la empresa era tuya, los cooperativistas trabajarían y producirían mejor que si eres un simple asalariado.

La tercera cabeza capitalista a cortar era la reforma agraria con la coreada frase revolucionaria de los jornaleros andaluces de que "la tierra no es de los señoritos sino de quien la trabaja".

Esto que hace 40 años predicaba un estudiante barbilampiño, hoy lo reclaman las cupaires al hijo del pastelero para poder aprobar los presupuestos congelados de la Generalitat desde principios del invierno, en el que el Govern está secuestrado por la banda de la Gabriel y Garganté.

Todas las generaciones inquietas que tienen el hervor de la adolescencia llega un día en que descubren la sopa de ajo. Es el adanismo al que se refería el filósofo José Ortega y Gasset hace un siglo. Es decir, que la vida empieza el día que nació.

Empezaba diciendo que Fernando Savater no entendía que una persona veterana puede caer en los mismos errores que un adolescente, yo tampoco. Y es que la CUP es la versión estelada de Podemos.