No ha empezado bien el año para el secesionismo catalán. Ni en Cataluña, ni en Europa. No es una buena noticia, para quienes acusan a la Constitución española de liberticida, la declaración del Tribunal Constitucional alemán estableciendo que la soberanía reside en el conjunto del pueblo alemán y negando el derecho a la secesión de sus regiones. El pronunciamiento del TC alemán contiene los mismos fundamentos de derecho que las de nuestro TC sobre el denominado derecho a decidir y la pretensión secesionista de celebrar un referéndum en Cataluña. España no es la excepción, como pretende el nacionalismo catalán, sino la regla.

Tampoco lo es el artículo de Politico con la inclusión de Puigdemont en el top 12 de quienes quieren hacer la vida desagradable a Europa, en compañía de Geert Wilders o los hackers rusos. El autor del artículo ha denunciado el acoso en las redes por parte de los hooligans del movimiento nacional catalán, en esa actitud tan poco democrática de tratar de acallar a quien no comulga con sus ideas.

Por si fuera poco, en The Economist podemos leer que los catalanes independentistas pueden parecerse a los brexiteers pero que "en una región plagada de corrupción y desempleo los nacionalistas no pueden ganar".

El problema del secesionismo en Europa no es sólo de legalidad. Es una bomba de relojería que dinamitaría los fundamentos de la Unión. No pueden esperar comprensión de las fuerzas políticas mayoritarias en Europa, pero tampoco de los emergentes nacionalismos de Estado.

Los secesionistas están perdiendo la patente de corso que les otorgaba su absoluto predominio ideológico, producto de muchos años de agitación y propaganda sin respuesta adecuada

Con todo, lo políticamente más ilustrativo, y con más repercusión mediática, no ha venido de Europa. Ha sido la voluntad del secesionismo de utilizar un evento infantil como la Cabalgata de Reyes para tratar de hacer proselitismo entre los más pequeños, ensanchar la base social del secesionismo, según los términos de los convocantes a exhibir farolillos con la estelada.

Lo novedoso no es que se quiera impartir formación del espíritu nacional entre los más pequeños, esto se hace desde hace años en las escuelas, y, como ha manifestado el presidente de la ANC, era práctica habitual en las cabalgatas de otros años. Lo destacable ha sido que la amplitud de la reacción ha motivado que Òmnium y Rufián se hayan sentido obligados a desmarcarse públicamente de la llamada a llevar los ya famosos farolillos estelados. Y que la convocatoria se haya saldado con un fracaso. Y es significativo porque quiebra el "prietas las filas" habitual cuando la ANC lanza cualquier campaña. Eso significa que los secesionistas están perdiendo la patente de corso que les otorgaba su absoluto predominio ideológico, producto de muchos años de agitación y propaganda sin respuesta adecuada por parte de quienes en el conjunto de España y en Cataluña no pensamos igual.

Todo ello ha provocado que, por primera vez de forma significativa, el secesionismo se ha puesto a la defensiva. Puede apreciarse en la respuesta de sus voceros mediáticos y sus activistas en las redes sociales y, también, en algunos silencios significativos de destacados líderes políticos nacionalistas. Este es el camino. Desenmascarar la falacia del carácter democrático del secesionismo unilateral. El secesionismo deja de ser cool. En Cataluña y en Europa.