Nunca la familia que ocupa la Casa Blanca se había parecido tanto a Gran Hermano hasta la llegada de Donald Trump. La aversión y rechazo de Melania a convivir con su marido, los gestos de desprecio del presidente hacia su esposa, y las muchas bromas que circulan en Twitter a costa de la antigua modelo eslovena, a las que ahora se suma la suplantación ya prácticamente oficial de la Primera Dama por la Primera Hija, la omnipresente y todopoderosa Ivanka, son un gran culebrón diario. Sus gestos, sus idas y venidas cotidianas, mueven más paparazzi de lo que lo hizo la Princesa Diana de Gales en su momento.

¿Por qué Melania parece estar siempre triste? #FreeMelania se ha convertido en trending topic con tuits como "Melania, parpadea dos veces si necesitas ayuda" o "haz un guiño si te retienen en contra tu voluntad". De la risa se ha pasado a la pena por la única del clan Trump que no parece tener un lugar en la familiocracia. Ningún traje de Carolina Herrera o Ralph Lauren logró convertir a la ex modelo con aspecto de conejita de Playboy en la Jackie Kennedy que quiso ser. Pero mientras la esposa se empequeñece en la reclusión de la Torre Trump, la hija no ha dejado de crecer en poder e influencia, adquiriendo pose y vestuario de gran señora. No contenta con heredar el despacho tradicional de la Primera Dama en el Ala Este, se ha dispuesto para ella un despacho en el Ala Oeste, junto al de su padre, donde se toma el núcleo duro de las decisiones presidenciales.

No hay precedentes de un mandatario que haya otorgado semejante poder a un pariente, lo que le da a la hija, sin experiencia política, acceso a una información clasificada y altamente confidencial. Tampoco había ocurrido que una Primera Dama o Primera Hija se sentara junto al presidente en las reuniones de trabajo como hemos visto a Ivanka en las visitas de Estado de Angela Merkel o del canadiense Justin Trudeau, como si fuera una extensión de su padre o un pajarito que le dicta al oído lo que ha de decir. Aunque sigue sin ostentar ningún cargo oficial, en la práctica está al frente del clan, lo que incluye a su marido, Jared Kushner, éste sí con cargo de Consejero Especial para la Presidencia. Tampoco los tres hijos mayores que han acompañado a Trump en todas sus empresas ostentan un cargo formal, pero su presencia e influencia junto con la de otros amigos cercanos hace que la Casa Blanca haya sido comparada por la CNN con el Kremlin, donde los empresarios allegados a Putin tienen más poder de decisión que cualquier ministro.

Lo que nos habla de un Donald Trump desconfiado, intemperante, y que toma decisiones de forma autoritaria y al margen del partido o los funcionarios más competentes.

Trump ofrece la imagen de un presidente y su familia atrapados en un mundo autárquico y cerrado que, como los concursantes de Gran Hermano, ha perdido la visión de lo que pasa al otro lado de sus muros mientras el resto del mundo escruta sus vergüenzas

Abandonado por su propio Partido Republicano a la hora de votar su proyecto más importante, la derogación del llamado Obamacare; asediado por manifestaciones de todo signo; desafiado por alcaldes y autoridades de ciudades como Nueva York, Los Ángeles y San Francisco, que se han declarado en rebeldia y han dado orden a la policía local de no aplicar ninguna de las leyes anti inmigrantes de Trump; y con el gran follón ruso o investigación de las implicaciones del Kremlin en la victoria electoral del magnate, por las que ahora ha sido llamado a declarar ante el Senado su yerno y responsable de campaña Jared Kushner, ofrece la imagen de un presidente y su familia atrapados en un mundo autárquico y cerrado que, como los concursantes de Gran Hermano, ha perdido la visión de lo que pasa al otro lado de sus muros mientras el resto del mundo escruta sus vergüenzas. Las filtraciones de la Embajada Española en Washington publicadas por la revista Tiempo en su último número nos pintan una Casa Blanca dominada por la ansiedad y el caos y a un Trump peligroso y sin control.

Se ha dicho de Ivanka que tiene el poder de saber manejar a su padre. Se esperaba de ella y de su marido que fueran capaces de templar a Trump, también de hacer de puente y congraciarlo con la selecta sociedad neoyorquina de la política, los negocios y empresarios de prensa, donde siempre fue visto como un patán, y a la que Ivanka tuvo acceso por su educación en los mejores colegios y universidades. Inteligente, rica y con éxito en los negocios se ha convertido en ídolo de las instagrammers, trendsetter en las revistas de moda que siguen sus estilismos hasta para pasear al perro, y tratada como un personaje de la realeza en las revistas de papel couché, lo que de paso ha disparado la venta de joyas y otros modelos diseñados por ella y que comercializan sus firmas.

Pero la que hace poco más de dos meses fue presentada como la pareja más poderosa y glamourosa de América, cuando en el día de la toma de posesión del nuevo presidente se hicieron dueños de la piesta de baile, se ha convertido en el principal talón de Aquiles de Donald Trump.

"Es como un golpe de Estado, en el que la familia del dictador se instala en el palacio mientras se prepara a saquear el país", son palabras de Robert Reich, ex Secretario de Estado de Trabajo con Bill Clinton.

Los muchos intereses empresariales de hija y yerno dentro y fuera de Estados Unidos incompatibles con la ley norteamericana, las relaciones de Kushner y otros miembros del gabinete Trump con la Rusia de Vladimir Putin durante la campaña electoral y, para colofón, la instalación de la Primera Hija en el despacho contiguo al despacho Oval del presidente, traspasan todas las líneas rojas del nepotismo, dando más y más madera a los que se han propuesto llevar a Donald Trump a la hoguera del impeachment.