La Fiscalía Anticorrupción prevarica. Mejor dicho, prevarica su titular, Manuel Moix, un cargo escogido gracias a las influencias de Ignacio González y Eduardo Zaplana, dos nuevos ricos del poder. La implosión González toca al establishment empresarial, con Mauricio Casals (La Razón) como testigo tangencial y Javier López Madrid (OHL), el yerno perfecto de Villar Mir, imputado y detenido. Este último, el "compi yogui" de la reina Letizia, compartió pupitre con Felipe VI en el colegio Los Rosales, se formó en la Pontificia de Comillas, está condenado por el escándalo de las tarjetas black, financió al PP a través de la Púnica y hoy es el señor de la triste aventura mexicana, recluido en Londres, como responsable de la filial Ferroglobe. Un pájaro de cuenta.
El fiscal Moix trató de evitar los registros de la operación Lezo y le confesó su intención al Fiscal General del Estado, José Manuel Maza, quien dijo “me parece bien”. ¡Clama al cielo! Tuvieron que intervenir los fiscales del caso que invocaron el artículo 27 del Estatuto de la Fiscalía, y de manera automática Moix tuvo que convocar la junta de fiscales Anticorrupción, donde la mayoría se opuso a la orden de su jefe, y apoyó la práctica del registro. Moix acató la postura de la mayoría. ¿No habrá ceses después de esta ignominia que afecta a todo el Ministerio Público, incluido Maza?
España es un país en el que el Fiscal General se pasea luciendo secreto sumarial, pero peca de puertas adentro; y mientras, el partido de Gobierno dice que la Audiencia comete un fraude de derecho porque llama a Rajoy a declarar. Esta vez evitará el plasma (“iré encantado”). Pocos días antes del escándalo con centro de gravedad en la figura de Eloy Velasco, magistrado de la Audiencia, González se relajó en Marbella. Pasó la semana Santa en su polémico ático de la exótica Alhambra Golf, una vivienda por la que sigue rindiendo cuentas en el juzgado número cinco de Estepona, acusado de blanqueo y cohecho (con escritos de López-Hierro, la fiscal de Pantoja, ¡ay, ay!). Te muevas por donde te muevas, el ventilador apunta al PP. Ni Maduro sirve ya de cortina de humo.
El expresidente de la Comunidad de Madrid dio unos cuantos raquetazos en el pádel de Alhambra y 48 horas después era detenido en su mansión madrileña de Aravaca. En Estepona no se movió de Ancla y Trocadero; no hubo cookies con cappuccino en D’Alicia y a su esposa, Lourdes Cavero, no se la vio por el centro comercial de Guadalmina. ¿Se lo olían? No, simplemente lo sabían. Es notorio que los mejores secretos recalan entre las togas y, de allí, descienden a los imputados, en forma de anticipo (“prepárate que Eloy su sube por las paredes”). La operación Lezo había sufrió un revés no hace mucho, cuando la Fiscalía Anticorrupción y la Guardia Civil sospecharon que el expresidente de la Comunidad de Madrid había sido alertado de que los teléfonos que utilizaba estaban intervenidos. Y claro, el juez se encabritó: “Estos señores se han quedado con 25 millones de dólares de dinero público con la compra de la brasileña Emissao por parte del Canal”.
En pocos días, el delito público se ha comido un buen cacho del consenso de la derecha. La rueda judicial gira: Púnica, Gürtel y Bárcenas se arremolinan como un vendaval por encima de las cabezas más nobles, y a Rafael Hernando se le afila su rostro albo. Los del PP quieren borrase del mapa mientras dure la tormenta. Han pensado incluso en suprimir el Congreso de las Jóvenes Generaciones de este fin de semana en Sevilla “para evitar la corrupción de menores”, (ja).
Te muevas por donde te muevas, el ventilador apunta al PP. Ni Maduro sirve ya de cortina de humo
González es la mano izquierda de Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, condesa de Bornos y Grande de España (la mano derecha es Francisco Granados, último prisionero de Zenda). Ella, fruto de la heráldica y el networking, cae en picado. González, atlético de nacimiento y amigo de Enrique Cerezo, tardará en volver al pádel en el que juegan a menudo el enjuto José Maria Aznar y Javier Arenas, el fondón. Una pandilla ringard junto al jardín de doña Carmen, la hija de Carmen Polo, una nonagenaria que en sus tiempos fue campeona de bridge en el Casino de Marbella.
Los registros mellan la reputación de marca. El de Indra, la tecnológica que privatizó Javier Monzón, ha rozado al Estado, que todavía tiene el 20% a través de la SEPI, y ha dejado tocado a Javier de Andrés, el actual CEO, ahora que Regino Moranchel, ignoto número dos, es historia, tras marcharse en 2012 con un finiquito de nueve millones de euros.
El entorno de los González se hace añicos ¿Qué habrán encontrado los de la UCO en Subasta Segre, una sociedad de Lourdes Cavero? Ya nadie se reparte España por los cafés ardientes de Castellana, que han sido el nido del país-latifundio. Donde habitaba el revuelo duerme el silencio. Los fiscales se arriman de perfil sobre las aceras para pasar desadvertidos. Nacho, el taimado, ya no luce cuellos almidonados.