Carlos Alsina y Jordi Évole han salido indemnes de la encerrona a Juan Luis Cebrián, el "periodista y escritor" presidente ejecutivo del Grupo Prisa. La Sexta Guerra Mundial de los medios de comunicación en España se ha animado con las incursiones de Dark Cebrián Vader en los cuarteles generales del conglomerado Atresmedia. Fue a hablar de su libro (Primera página. Vida de un periodista, editorial Debate, 2016), pero dijo que si pisaba territorio comanche era porque se lo había pedido su editorial.

Cebrián es un tiburón de la comunicación, un tigre de los negocios, el mismo jefe del señor Lobo. Y una entrevista con él es algo tan improbable como una piraña en un bidé. Lo siguiente más peligroso es un cara a cara con Hannibal Lecter. Alsina y Évole, tanto monta, lo intentaron con denuedo y salieron vivos porque el académico que ocupa el sillón de la V (napalm por la mañana) ya se habría zampado a un par de gerentes, un director comercial y tres delegados de provincias de la SER, El País o el As para almorzar.

Entrevistar a Cebrián no es un En tu casa o en la mía con un político en campaña o el diván de la Campos con Ruperta, la calabaza. De entrada, la mayoría de la gente se pregunta quién coño es Cebrián, bien por feliz ignorancia o por los contornos difusos y zonas de sombra de la figura del sucesor de Jesús del Gran Poder Polanco, según el selecto y reducido grupo de expertos en las Guerras Púnicas de los negocios de la comunicación en España.

Cuando el pertinaz Alsina de Onda Cero indagó en su patrimonio, el primer director de El País se puso tenso como un arco y dijo que tampoco iba a hablar de las veces que se masturba. Feo comentario que se podría traducir por no me toque usted las pelotas, locutor a sueldo de la familia Lara. Con Évole fue más suave, tal vez conmovido por la angelical sonrisa con la que se comía truños como que él no tiene nada que ver con las portadas de El País y se entera de los editoriales cuando ya están impresos. Évole le censuró que hubiera ganado 13 millones el año del ERE, pero Cebrián negó y negó de aquí hasta Panamá, por Fraga, por Botín y por todos los santos.

Todo eso de los papeles es mentira, sostiene a pesar de que no se le oculta precisamente que la repetición de los titulares es capaz de convertir la leyenda urbana de Ricky Martin, el foie-gras, la adolescente y el perro en un hecho incontrovertible. Y nada más que la verdad es que La Sexta y los demás mienten, que no se contrastó la información, que el periodismo está de capa caída y que La Sexta es la tele que más ve a pesar de todo. Évole le preguntó si se consideraba parte del establishment y Cebrián se puso becqueriano: "¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. Establishment... eres tú".

Entre bambalinas, la sombra de Mr. Burns vigilaba a su archienemigo Cebrián. Sin cuartel. No hay lugar para dos gallos en el gallinero y está en juego el pastel publicitario. Nada personal, sólo negocios. Alsina y Évole pensaban para sus adentros: la próxima vez que el señor alto (miedo da sólo nombrarlo) mande entrevistar a Cebrián, que vaya Marhuenda.