Vida

El tertuliano que habla de lo que le pasa por las pelotas

Los contertulios habituales disponen de ese punto de desfachatez que les permite acometer las más variadas empresas dialécticas por mucho que les excedan

19 diciembre, 2016 18:42

La televisión paga bien porque no todo el mundo vale para salir en antena. El hombre que habla con la tele gana todos los debates y clava los términos que se enredan en las cuerdas vocales de los concursantes de pasapalabra. Nuestro individuo sabe que no es lo mismo predicar que dar trigo, pero desconoce los entresijos de los platós y las tertulias, ya sea en Sálvame Más Mix o en la noche sabatina de La Sexta, en la que mayormente se rebuzna de política con datos sesgados, estadísticas falsas y ardores dignos de otras causas.

El tertuliano profesional, en cambio, es consciente de si juega en casa o en territorio hostil, si el moderador es colega o si, por el contrario, se ceba con el locuaz de turno porque su presencia le viene impuesta por la cadena (de favores). No todo el mundo es capaz de meterse en la jaula de los leones o atravesar un campo de minas a pelo, pero los contertulios habituales disponen de ese punto de desfachatez que les permite acometer las más variadas empresas dialécticas por mucho que excedan de su alcance y conocimientos.

La tele viene y va, la fama es efímera y nadie se acuerda de quién ha sido el último expulsado de Gran Hermano al cuarto de hora de haber abandonado la casa de Guadalix. Sin embargo, hay actores que tienen un romance con las cámaras, casi tantos partidarios como detractores en las redes sépticas, un inusual desparpajo para chapotear en todos los charcos y la habilidad para cabalgar sobre los trending topic, ya sea por un infundio, una metedura de pata o el típico abandono del plató.

Los tertulianos no tienen colegio profesional (muchos cotizan en la Asociación de la Prensa o en el Col.legi de Periodistes), pero lo suyo es un oficio nada mal pagado en las ligas mayores de Mediaset, Atresmedia o las televisiones públicas. Algunos se han convertido en verdaderos monstruos, incluso de feria, en lo de hablar por no callar del cambio climático, la operación diálogo, el cisma de Podemos, los designios liberales de Rivera o Franco, ese hombre.

Sólo en un país como España, tan enfermo como el país más enfermo, es posible que a la una y media de la madrugada del domingo se hable del dictador a cuenta del cumplimiento, o no, de la Ley de Memoria Histórica, un extraño artefacto jurídico que pretende derribar el despótico régimen más de cuarenta años después de que el pato con botas estirara la pata. Y en esas estaba Elisa Beni, periodista, exjefa de prensa del CGPJ y expareja del juez Javier Gómez Bermúdez, el del 11M, bramando contra todo y hasta contra Marhuenda, esférico ejemplo de tertuliano top, director de La Razón, enorme abogado, gran historiador y excandidato a ministro de lo que le hubiera dado la gana.

Tal era el calentón, la pasión declamatoria, el afán justiciero de Beni y tal y cual que Marhuenda, contra las cuerdas, se salió del rincón con la sincera declaración de que "yo hablo de lo que me pasa por las pelotas". Y punto. Excelente definición de lo que hacen los genios de la improvisación.