Jorge Javier Vázquez lo ha vuelto a hacer. Sálvame Deluxe con Gabriel Rufián y Pilar Rahola. El primero arrasa, es trending topic total, un fenómeno mediático del que no había constancia desde los tiempos del Nen de Castefa. Ni Polonias ni pollas. Rufián es lo más y cuenta además con el aliento de Toni Soler, Bernat Dedéu y toda la colla de Ordre i Aventura, que han adoptado al "Psyco", así le llaman, como bufón ladrador. Les encanta el impostado orgullo de barrio del Gabi, el punto chulín del Rufi, la caña de España.

Al diputa de Ejjjquerra se la pela, que diría Pablo Iglesias, que los pijos del Ateneu le rían las gracias. Juega en otra liga, Telecinco, y dice que el independentismo es un estado transitorio, que él, de propio, es republicano y de izquierdas y apoya el concepto "derecho de autodeterminación" porque es lo que le enseñaron en su casa de "Cuéntame cómo lo ves". Tardà es historia y Cataluña se le ha quedado pequeña a Rufián, que se ha doctorado en Las Ventas sin pasar por la Monumental.

Tampoco Miquel Roca fue diputat y en su época llegó a ser tan famoso como Rufián. Gemma Nierga le ha hecho un repaso de chapa y pintura con lavado de imagen en un Fora de Sèrie de TV3. Don Miquel también fue un joven airado. Militó en el Front Obrer de Catalunya (FOC), un partido partidario de pegarle fuego a la barraca. Superada la edad del pavo, montó un despacho con Narcís Serra y cobró fama como el abogado que legalizó a los oriundos en la Liga, que eran aquellos argentinos que decían que sus padres habían nacido en Celta de Vigo.

Con la llegada de la democracia, Roca&Serra ampliaron horizontes y echaron a suertes en qué partido harían carrera. A Roca le tocó Convergència y Serra se apuntó al socialismo. Como es conocido, Serra llegó a alcalde de Barcelona, ministro de Defensa, vicepresidente del Gobierno y oso panda de Catalunya Caixa en espectacular progresión de la gloria a pagar fianza. En cambio, el mayor logro de Roca fue estampar su firma en la Constitución tras rechazar que Cataluña dispusiera del concierto económico del País Vasco, del régimen foral de Navarra y de un estatus fiscal andorrano porque al fenómeno de Jordi Pujol le pareció que recaudar impuestos era impopular y mejor que lo hiciera el Estado. Claro que Gemma Nierga era muy joven como para preguntarle por eso o por la Operación Reformista, aunque es de justicia advertir que le enseñó una foto de Florentino Pérez; "gran amigo", dijo el letrado.

Todo eso no es más que paja y agua pasada. Se trataba de que Roca justificase en el teleclub catalán su desempeño profesional con la Infanta Cristina, su estrecha relación con el monarca emérito y las sutilezas y contradicciones propias de la alta política. Según Roca, entre los que hicieron la Transición hay un punto de conexión que excede las diferencias ideológicas, razón por la que le hizo el favor al Rey emérito de patrocinar a la infanta. En cuanto a todo lo demás, la Constitución es "música sin letra", con lo que el compadre de la cosa mostró su enorme aptitud para la literatura y el situacionismo. Está en forma, con los reflejos tiesos, listo para redactar una carta magna catalana o defender a la Corona en el Tribunal de La Haya. Lo que sea menester.

Roca es imposible de entrevistar porque es dueño de lo que calla y lo que dice, por lo que no se puede juzgar si lo de Nierga fue igual o peor que lo de Bertín Osborne con Aznar. Sea como fuere, la periodista parecía una colegiala encantada, si bien llegó a sugerir a su admirado entrevistado que haber militado antaño en el FOC podría ser equiparable a hacerlo ahora en la CUP. Roca le pegó el único moco de la sesión. Aquello era una dictadura, "mihijita". Tendrá que pasar un tiempo para que se demuestre que Gemma Nierga no iba tan desencaminada. Tal vez cuando Anna Gabriel monte un despacho de asesores fiscales o Rufián bata el registro de político español mejor valorado, todavía en posesión de Duran Lleida.