En un rapto de originalidad, los creadores de Mad in Spain, el programa que presenta Jordi González, pusieron sobre la mesa de su última entrega el apasionante tema del turismo sí o no, que es un asunto de un interés relativo si los expertos son Carlos Lozano, Alonso Caparrós, Lucía Etxebarria, Terelu Campos y la simpar Pilar Rahola, estrella invitada de los más carpetovetónicos aquelarres de Mediaset.

Jordi González dio paso a la tertulia con un prólogo en el que describía una Barcelona llena de guiris borrachos non stop que ilustró con diversas escenas de etílico esparcimiento y la imagen de un turista (o no) haciendo un calvo en la Villa Olímpica. Repetida la secuencia 17 veces no quedaba más remedio que concluir que sí, que todo el mundo está borracho y puede que el montador también.

Panorama dantesco, desolador, asustaviejas y punto xenófobo. Turismo magalufo, de botellón, low cost y a la vista de los niños. Todo lleno de vomitonas, un ascazo. González cedió la palabra en primer lugar a Pilar Rahola, quien nada más abrir la boca fue saludada con un aplauso que puso de relieve la autoridad del regidor en el plató. Luego ya se la oyó poco porque Terelu es mucha Terelu y más si cuenta sus devaneos sexuales en la playa, derrotero en el que acabó la tabla de expertos sobre el turismo y la turismofobia.

El espacio de la noche dominical en Telecinco cayó por debajo del 10% de share. La audiencia prefirió romperse las retinas con Transformers (14,9%), película de indudable interés público que emitió TVE por su primer canal, o con El secreto de la blanca paloma (15,6%), cinta alemana de 2012, en Antena 3.

Mucho más original resultó el documental emitido el viernes por la noche en BTV. Nada más y nada menos que Bikes vs. Cars, del sueco Fredrik Gertten, un monumento al vehículo de tracción humana en detrimento de los sucios y molestos automóviles. La apuesta es clara y el enemigo, Rob Ford, un singular personaje fallecido a los 46 años y que llegó a ser el alcalde de Toronto con un programa en el que se comprometía a reconvertir los carriles bici en plazas de aparcamiento.

El problema de Rob Ford no fue su cruzada contra las bicicletas, sino su afición a agarrar unas cogorzas descomunales que solía culminar con unas caladitas a una pipa de crack, el derivado de la cocaína para pobres. Ford murió a los 46 años de un liposarcoma que se le detectó cuando emprendía la campaña para recuperar la alcaldía, de la que había sido removido porque su camello se chivó a la prensa de los hábitos de su cliente.

Sin embargo, Gertten pasó por alto tan pintorescos detalles de la biografía del alcalde de Toronto para centrarse en la defensa de las bondades de la bicicleta que culminó con un desfile de ciclistas ecologistas nudistas. Una pieza a lo Michael Moore, pero en lento y más espeso si cabe. El hombre de a pie, vulgo peatón que sufre el transporte público, ni se contempla.