Vida

El cura que convertía a las fieles en adictas a la lujuria

En Padua no salen de su asombro con Don Contin, un carismático sacerdote que convencía a las mujeres en el confesionario para practicar sexo parroquial en grupo

4 febrero, 2017 16:07

La coherencia no está entre las cualidades más destacadas de los santos de la Iglesia. San Pedro negó tres veces a Jesucristo, San Pablo empezó de fariseo feroz perseguidor de los cristianos y San Agustín no fue precisamente un santo en su juventud, además de maniqueo. Así, las vidas de santos o hagiografías pueden ser lectura para el solaz espiritual de las almas inocentes o relatos nada ejemplares sobre la cruda naturaleza de las bajas pasiones hasta que se da el inevitable accidente hípico que pone fin a la celebración de los sentidos con la tristeza post coitum, el arrepentimiento, el propósito de enmienda y toda la penitencia.

Pero son tantas las tentaciones... El párroco de San Lázaro de Padua, Andrea Contin, Don Contin según la jerga clerical italiana, habría sucumbido a no pocas de ellas, razón por la que ha sido apartado del templo. Se le acusa de proxenetismo y operan contra él las denuncias de al menos dos feligresas y un montón de suculentos y escabrosos detalles sobre sus aficiones sexuales. Hay vídeos grabados por el propio cura de sesiones de sexo en grupo entre adultos en una sala de las dependencias parroquiales convertida en museo del cuero, el látex y el falocentrismo.

A mayor escarnio, el sacerdote tenía ordenados los vídeos por los nombres de los Papas. A saber qué demonios sale en el de Francisco I o en el de Pablo VI. Los carabinieri están que lo flipan. Disponía el falso célibe de una agenda con más nombres de mujeres que un gigoló otomano, se valía de las crisis matrimoniales para captar a sus víctimas y en una escalada de degradación moral y sexual que ni el Marqués de Sade (no de Esade, como se oye por ahí) acaba por convertirlas en adictas al sexo, yonquis de la lujuria que en algunos casos cayeron en la pura y dura prostitución.

Don Contin tiene más que ver con los cardenales disolutos de las sobrinas ninfas, príncipes de los placeres del paladar y el vientre bajo, dignos herederos de los promotores de orgías helenos y latinos, que con Don Camilo, el arcipreste de Ponteratto creado por Giovannino Guareschi e interpretado por Fernandel que siempre le pasaba la mano por la cara al bruto del alcalde comunista, el Honorable Pepone. 

En el órgano de los obispos italianos, el periódico Avvenire, sostienen que hay más Camilos que Contines. Describen a Don Contin como "ángel y diablo" y alertan de los riesgos del carácter carismático de algunos sacerdotes que ayunos de fe se aprovechan de la confianza de los fieles. Sin embargo, "a capo chino ma a cuore alto", la Iglesia en Padua está herida, pero no muerta, subraya el citado medio.

El obispo de la diócesis, Claudio Cipolla, ha pedido perdón no sin censurar el "maniaco" interés de la prensa local por ofrecer toda clase de detalles sobre la propensión al vicio y a la sevicia del padre Contin. Otro Cipolla, Carlo Maria, legó a la posteridad una teoría de la estupidez, pero esa es otra historia.