Vida

Maquillando a Macron y la peluquería de Anna Gabriel

27 agosto, 2017 12:55

Macron no deja de asombrar al mundo. Intenta transmitir una serena imagen de confianza y seguridad, como un gestor de capitales pulcro y honrado. El electorado francés le ungió presidente por poderosas razones estéticas, pues otras no había más allá de la ideología del mal menor frente a la ardorosa Marine Le Pen. 

Emmanuel es un pincel con pinta de doncel, un joven apuesto y bien peinado, a la moda europea y no como esa catástrofe mundial del estilismo que es Trump y su ensaimada de sobrasada capilar. A lo peor Macron no tiene el Estado en la cabeza, como se decía de los próceres antiguos, pero podría protagonizar un anuncio de pelucos en la carlinga de un avión de caza. En España, sólo de Albert Rivera y Pedro Sánchez se puede decir algo parecido.

Lo que la gente no sabe es lo duro que debe ser y parecer el presidente de Francia las 24 horas del día. De ahí la vitriólica reacción del populacho ante el trascendido de que la maquilladora de Macron lleva cobrados 26.000 euros en los cien días y pico al cargo, noticia desatada por el semanario "Le Point", azote del mandatario. Las maquilladoras de Sarkozy y Hollande defienden a su colega y acentúan circunstancias tales como que debían acompañar a sus señoritos a sitios tan poco recomendables como Afganistán o Irak y debían estar disponibles "full time". La recomponedora de Sarkozy ya cobraba en torno a los ocho mil euros brutos al mes.

Hollande, en un gesto de contención, redujo la factura a seis mil euros, pero el cuidado capilar del presidente socialista requería de un peluquero de guardia permanente que cobraba la friolera de diez mil euros al mes. Así es como lucía tan magnífica la sufragada calva del expresidente galo. La popularidad de Macron está por los suelos y eso que el pelo se lo retoca Briggite, que tiene la última palabra en el ajuar de su marido. 

Mas pelos. Cuenta la periodista Emilia Landaluce en La Otra Crónica que los de la CUP se dan el pisto de proletas, pero son unos pijeras: "Basta con saber en dónde se corta el pelo Anna Gabriel. [Me reservo el dato]. Casi diría que tarda más en peinarse que Doña Letizia".

Desmentido queda pues el infundio de que la diputada que tiró a Mas a la papelera se retoca el flequillo con un hacha. Lo "grunge" también requiere sus sacrificios porque no vale con rasgarse los pantalones, dejarse las legañas y olerse el ala. Ahí hay mucho trabajo teórico y mucho espejo.