Sin tregua en Sant Cugat del Vallès. 2016 ha sido un annus horribilis para los habitantes del municipio barcelonés debido al constante aumento de los robos con violencia en domicilios. Los últimos datos del Balance de Criminalidad publicados por el Ministerio de Interior confirman la tendencia de crecimiento: el número de allanamientos fue de 608, un 41,7% más que el año anterior, cuando se registraron 402 robos.
Por trimestres, el primero se registraron un total de 189, un 73,4% más que en el mismo periodo del año anterior, cuando la cifra fue de 109. En el segundo, el número pasó de 208 a 320, un 53,8% más. Y, en el tercero, de 283 a 474, un 67,5%. La presencia de ladrones en la localidad provocó una situación de alarma entre algunas de las familias que, sobre todo tras el repunte de robos en verano, decidieron emigrar a la capital catalana, en busca de una mayor protección.
Reacción del ayuntamiento
Una de las zonas más afectadas es la conocida como Torre Blanca, rodeada por las cales Ferran Romeu, Puig i Cadafalch y Pla del Vinyet, donde los cacos han entrado en la mayoría de casas. También en el sector de Can Trabal, uno de los puntos donde se concentran las rentas más altas.
Fue en el mes de septiembre, tras el repunte del periodo estival, cuando la propia alcaldesa de Sant Cugat, Mercè Conesa, solicitó una reunión con el consejero de Interior, Jordi Jané, para pedirle ayuda. La alcaldesa reclamó un aumento de las patrullas de Mossos d’Esquadra además de más refuerzos en la comisaría del municipio, o un refuerzo puntual algunos de los días a la semana.
El Ayuntamiento de Sant Cugat del Vallès, además, creó la figura del director del Ámbito de Seguridad Ciudadana y Vía Pública para garantizar el freno a la oleada de robos. Un puesto que hasta la fecha no existía, ya que se encargaba de la seguridad la propia Conesa, junto con un concejal de Seguridad Ciudadana y un responsable de la Policía Local.
Organización vecinal
Los vecinos están en alerta desde el primer trimestre del año, cuando el Ministerio de Interior corroboraba la alarma que, entonces, se encontraba en una fase inicial. Empezaron pidiendo más patrullas policiales, pero no notaron cambios durante el segundo trimestre. Ni tampoco en el tercero.
Por eso decidieron organizarse para ahuyentar ellos mismos a los ladrones. Crearon un grupo de mensajería por el cual se avisaban cuando algún vecino oía algún ruido extraño, observaba un vehículo desconocido merodeando o veía a alguien saltar a un jardín ajeno. Ante el aviso, los demás aparecían en la casa donde intentaban robar para asustar al caco.