“No puedo creer que haya llegado a tiempo a EEUU… Estoy completamente en shock… Las consecuencias de estas medidas van más allá de nuestra imaginación. Esto significa un infierno para muchos de nosotros. !¿Huimos del régimen de Asad para vivir bajo el de Trump?!”.
Estos lamentos corresponden a un mensaje en las redes sociales de Sana Mustafa, refugiada siria en Estados Unidos, nada más conocer la noticia del veto a musulmanes del presidente, Donald Trump. Estuvo a punto de quedarse fuera del país en el que vive legalmente desde hace más de tres años.
El azar
Sana adelantó su vuelo tres días, por azar. La joven, de 25 años, viajó a Turquía para visitar a su madre y a su hermana, que viven en un asentamiento urbano de refugiados. Ella entonces no lo sabía, pero en esos tres días Trump firmó una orden ejecutiva que le hubiera impedido volver a entrar en el país.
“Me solía sentir segura en Estados Unidos, creía que aquí podría empezar una nueva vida”, lamenta ahora Mustafa, desde el otro lado de Skype, en una entrevista con Crónica Global. El decreto de Trump bloquea las admisiones de todos los refugiados durante los próximos cuatro meses, así como la entrada de personas procedentes de siete países de mayoría musulmana durante 90 días, independientemente de su estatus legal actual.
Deportar al residente legal
Sana llegó a EEUU para hacer un curso de verano en 2013. A los pocos días, su padre desapareció. Opositor del régimen de Bashar al-Asad, no hay ni rastro de él desde entonces. La familia recibió amenazas directas. Ella pidió asilo político en el país. Su madre y su hermana huyeron desde Siria a la vecina Turquía.
“Esto afecta a toda nuestra existencia”, exclama la joven. Su madre y su hermana esperan también el asilo político desde hace tres años. Por supuesto, esto paraliza el proceso. Mínimo dos o tres años más, calcula, optimista. Las preguntas aún son muchas. Sana se ganó su green card hace apenas unos meses, lo que le permite trabajar en una organización a favor de los refugiados. ¿Pero también pueden deportarla ahora?
De refugiada a activista
Después de que tuviera que quedarse en Estados Unidos, a la joven estudiante le concedieron una beca para un posgrado en política internacional en el Bard College de Nueva York. El viernes pasado dio una ponencia en Naciones Unidas “sobre la necesidad de que EEUU acoja a más refugiados sirios”, resume. Y justo al terminar su intervención, le dieron la noticia: el veto a los musulmanes era una realidad. “Me quedé absolutamente paralizada”, recuerda, aún angustiada.
En EEUU se ha sentido estigmatizada. “Por ser musulmana, de color y una mujer”, enumera. En cambio, las protestas en contra de Trump, que se replicaron no solo en el país sino por todo el mundo, han sido “increíbles, emocionantes, poderosas”, a sus ojos.
“Más sacrificamos al abandonar Siria", recuerda. Por eso, "quedarse callado ante las medidas de Trump no es una opción en un país donde se puede alzar la voz”, defiende. Sana no solo ha tenido que adelantar su vuelo esta semana. También ha tenido que dar un paso más en su activismo. “Pienso continuar comprometida. Porque sí, alzar la voz en defensa de nuestros derechos también tiene repercusiones. No dejaremos a nadie solo”, concluye.