Pere y Roser, de cooperantes en Gambia

Pere y Roser, de cooperantes en Gambia

Vida

Pere y Roser, de payeses en Blanes a cooperantes en Gambia

Este matrimonio viajó de vacaciones a Kuwonku en 2010 y, una década después, ha contribuido al desarrollo de sus tierras, su escuela y su ambulatorio

13 junio, 2019 00:00

Kuwonku es un pueblo de casi 2.000 habitantes en Gambia que se encuentra a unos 300 kilómetros de la capital, lo que equivale a siete horas de coche. Pere Gual y Roser Bitlloch nunca habían oído ese nombre hasta 2010, cuando tras su primer viaje, decidieron construir allí una casa. Este matrimonio de payeses de Blanes decide pasar una semana de vacaciones tras la insistente invitación de uno de sus trabajadores, Maddi, oriundo de la zona. “Una vez llegamos allí, donde Cristo perdió la alpargata, no sabemos que pasó, pero nos quedamos enganchados”, explica ella a Crónica Global.

Como ya estaban jubilados --Pere por edad y Roser por una invalidez tras un problema de visión--, decidieron mudarse a la localidad. “Allí todo se consulta en la plaza del pueblo, lo hablaron, y nos dijeron que sí”, cuenta, aunque no sabe el motivo que les llevó a dar el paso. “Maddi siempre nos decía: tenéis que venir a mi pueblo. Una vez allí, él tenía sus tierras, y nos dijo: me gustaría hacer un cercado para que los animales no entren a comerse lo que cosecho. Nosotros nos miramos y pensamos: esto se puede hacer”, y así comenzó todo.

Pere, en una de las tierras de Kuwonku / KUWONKU

Pere, en una de las tierras de Kuwonku / KUWONKU

Casa propia en Gambia

“Fuimos un poco pardillos, no sabíamos dónde nos metíamos, pero teníamos la ilusión de poder ayudar. Nunca llegamos a preguntarnos: ¿y si vamos?. Nos encontramos preparándonos para ir”, confiesa. Aunque antes pasaban allí cuatro meses y otro en Blanes, ahora se desplazan solo tres veces al año, “por la edad”. Al principio les habilitaron una habitación en una casa familiar, pero tras la visita de un cooperante y su padre, que era constructor, en tres semanas se vieron con casa propia. La idea era contar con una pequeña residencia, pero dado el bajo precio del terreno, acabó convirtiéndose en un espacio en el que caben 12 personas. “No tiene nada, un lugar para dormir en el que pueden quedarse las enfermeras y los médicos que vienen”, cuenta Roser. Cuatro paredes que ya han acogido a más de 200 personas durante casi una década.

En todo ese tiempo, la asociación que fundaron, a la que cada vez se ha unido más gente, ha contribuido al desarrollo de la zona. “Pere, como payés, les ha enseñado técnicas de cultivo. También hemos construido molinos para que las mujeres no se dejen la espalda con los morteros enormes que utilizan”, explica. Mientras su marido se centraba en el desarrollo del campo, Roser comenzó a hacer curas en el ambulatorio que había construido otra entidad. “No soy médico ni enfermera, pero comencé a hacer curas”. Poco a poco, también se hicieron cargo de la escuela. Cuando llegaron, solo asistían niños. “Pensaban que para qué iban a acudir las niñas, si cuando les llega la regla y se casan, lo que hacen es parir, cocinar, lavar la ropa y trabajar el campo fuera de época”, explica.

Material escolar

Aunque aclara que no pretenden cambiar a nadie, sí han intentado transmitir la importancia de que las mujeres tengan acceso a la educación. Tras arreglar el colegio, parece que los habitantes de Kuwonku están más convencidos. “Cuando llegamos, los niños no tenían nada, solo lo que explicaba el profesor en la pizarra. Ahora cada uno tiene su libro, material escolar y su uniforme, además del almuerzo. Un avance que ha sido posible gracias al dinero que recaudan mediante apadrinamientos.

La asociación de este matrimonio de Blanes ha creado una cooperativa en esta pequeña localidad de Gambia. Gracias a un camión frigorífico que también ha llegado desde Cataluña, Maddi y sus vecinos se desplazan hasta Banjul --la capital del país-- para vender los productos que elaboran en el pueblo. Como son muchas horas de trayecto, aprovechan el viaje para pasar por una localidad cercana, recoger pescado, y venderlo. La intención es que algún día consigan ser autosuficientes.

Pere junto al camión frigorífico / KUWONKU

Pere junto al camión frigorífico / KUWONKU

“Los primeros blancos”

Roser cuenta que fueron los “primeros blancos” en pisar el pueblo de Maddi. Aunque “la gente mayor reaccionó muy bien”, porque ya había oído hablar de que existían otras razas --por todos los jóvenes que viven fuera--, “las criaturas se quedaron con cara de espanto, como si viesen fantasmas”, recuerda.

La reacción de los vecinos de su municipio, al conocer su marcha, no fue muy distinta. “Al principio nos dijeron que estábamos locos, que ahora que, con la jubilación, podíamos descansar, para qué nos íbamos”, sostiene. Aunque a día de hoy, muchos de ellos, incluidos sus tres hijos, colaboran con la iniciativa. 

Los niños en la escuela del pueblo / KUWONKU

Los niños en la escuela del pueblo / KUWONKU

Un pozo para cada familia

¿Qué proyectos tenéis entre manos? “Por una parte, continuar con los apadrinamientos, para conseguir que más niños acudan al colegio. También los de los pueblos de alrededor, y que tengan su material escolar. Y por otra, lo que quiere hacer Pere es construir un pozo para cada familia, porque allí el agua es lo más importante”, subraya. Cada uno, incluyendo la bomba y las placas solares, tiene un coste de 3.000 euros.

El 22 de junio arrancan de nuevo hacia Gambia con cuatro enfermeras de Calella que trabajarán durante 15 días en el ambulatorio. Tras haber organizado una recogida solidaria, con ellos llevan un gran cargamento de medicinas. “Dicen que África engancha, y prometo que es así”, cuenta Roser tras casi una década en la que, junto a Pere, ha contribuido al progreso de Kuwonku.