Tomás Llorens, crítico de arte, fue el primer director del IVAM / EFE

Tomás Llorens, crítico de arte, fue el primer director del IVAM / EFE

Vida

Muere Tomás Llorens, el sabio de la 'Bienal Roja'

El historiador fue el primer director del IVAM, el 'inventor' del Reina Sofía y el conservador jefe del Thyssen de Madrid, siempre ajeno a las polémicas

11 junio, 2021 00:00

La milla de oro del arte de Madrid amanece hoy de luto; el silencio se ha apoderado por unas horas de la ruta que va de El Prado al Reina Sofía, tras conocer que un venerado profesor y crítico de arte ha dejado atrás los tambores de guerra del siglo XXI. La trayectoria de Tomás Llorens, como historiador y museógrafo, recorre el país de punta a punta; conmueve su entereza de los últimos años, postrado por la enfermedad, y hoy refulge más que nunca su contribución al arte, a lo largo de más de medio siglo. Si algún crítico hemos tenido, éste es Tomás Llorens, fallecido ayer a los 85 años. Él fue el primer director del Instituto Valenciano de arte Moderno (IVAM), el inventor del Reina Sofía y el conservador jefe del Thyssen de Madrid.

Valencia, ciudad de piel renacentista, sufre la pérdida de un hijo amado (nació en Almassora, Castellón); y ayer mismo, el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, anunció con gran pena en las Cortes Valencianas el traspaso de Llorens, no menos sentido por esperado. Con el gran crítico fallecido en su casa de Las Rotas, en Denia, la costa leonina de Manuel Vicent, se va un trozo del Madrid resistencialista, el del grupo El Paso --Antonio Saura, Manolo Millares, Manuel Rivera, Pablo Serrano, Canogar, Luis Feito, Juana Francés o Antonio Suárez-- y también el de la Escuela de Vallecas, a pesar de mucho y de muchos, con Benjamín Palencia a la cabeza. A los más cercanos se les pega el dolor del vacío que deja el pasado: el recuerdo de Llorens llenando de sentido al Equipo Crónica, un colectivo que se entregó al arte comprometido, en plena dictadura. Desde la muerte de su esposa, la pintora Ana Peters, hace nueve años, Llorens se dedicaba a cuidar su jardín frente al mar; visitaba de ida y vuelta la Clínica San Carlos de Denia, de la que ayer ya no regresó.

Profundo calado moral

En 1964 los pintores Manolo Valdés y Rafael Solbes participaron en la exposición España libre realizada en Rímini (en la Ribera Romañola del Adriático), donde expusieron sus lienzos junto a numerosos artistas contemporáneos, entre ellos los españoles Arroyo, Clavé, Canogar, Saura o Tàpies. Fue la última llamada de atención antes del primer golpe, producido en enero de 1965, en el XVII Salón de la Jeune Peinture de Paris: allí, Solbes, J.A. Toledo y Valdés presentaron obras individuales bajo el nombre del colectivo Equipo Crónica. Detrás estaba Tomás Llorens quien, pocos años después, en 1976, amplió el abanico hispano para inspirar, junto a Valeriano Boza, la edición de una Bienal de Venecia, conocida durante mucho tiempo como la Bienal Roja, auspiciada por el primer ministro italiano de la época, Carlos Ripa di Meana. Fue el mismo Ripa quien puso a disposición de los artistas españoles el edificio central de los Giardini di Castello de Venecia al advertir que el pabellón español todavía permanecía cerrado en protesta contra un autoritarismo ya derrotado en las calles de Madrid. En aquella cita, Agustín Ibarrola, Antonio Saura, Rafael Solbes, Antoni Tàpies, Manuel Valdés, Oriol BohigasAlberto Corazón --fallecido recientemente, en plena pandemia-- se propusieron contrarrestar la política de promoción internacional del Antiguo Régimen, que había desideologizado el informalismo reinante.

Llorens, polígrafo, memoralista y hombre de profundo calado moral, no ha tenido tiempo de terminar el catálogo del gran escultor Julio González. Pero en su momento, ya consiguió inspirar la obra referencial del escultor que sirvió de base en la construcción del IVAM. González, como su amigo Pablo Picasso, edificó la estética de un siglo, cuyo futuro, nuestro momento, está exento de horizontes proféticos. El arte contemporáneo ha llegado para decirnos que nos hemos despojado de horizontes morales y que avanzamos entre la energía y el desconcierto. Llorens nos ha mostrado el camino del padre de la escultura del hierro, hombre trascendental de las vanguardias. La obra de González anunció en el vacío las grandes migraciones, la ósmosis de las culturas o la invención de las realidades espectrales, guerras, terrorismo, hambrunas, etc, que hoy seguimos en tiempo real. Nos metió con razón el miedo en el cuerpo. Cinceló el horror vecinal con el que convivimos.

Sin entrar al trapo

Llorens fue por última vez comisario en una exposición de Antonio López;  en sus últimos días, preparaba una antológica de Joan Cardells en la Fundación Bancaixa, que tendrá su estreno en otoño, en lo que espera sea un homenaje al gran crítico fallecido. Llorens fue expulsado como profesor de Estética en la Universidad Politécnica de Valencia, tras su encarcelamiento por motivos políticos. Trabajó en la Portsmouth Polytechnic School of Architecture (Gran Bretaña),  fue profesor invitado en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona y ejerció en la Politecnic of Central London.

Culto y elegante, como Cirlot; polemista impenitente, como Cirici; sin concesiones a la galería, como Josep Ramoneda en el CCCB o como Gomá Lanzón en la Fundación March; conocedor siempre, como Castellet; conservador, rojeras y deslumbrado desconocedor de la cultura pop, en opinión del vanguardismo pueril que lo acusó de predicar el realismo. Nunca entró al trapo; escribía, disertaba y callaba. Así funcionaba Llorens.