Vida

Libertad para Los Chunguitos: todos somos hermanos Salazar

El linchamiento del dúo gitano ha coincidido con la 'charliehebdización' de todo el que tenía un micrófono a su alcance. Se les da cera por racistas y por homófobos. ¡A dos gitanos! El pequeño Nicolás para presidente.

17 enero, 2015 13:52

En la misma televisión y en parecido formato al que se someten desde Pedro Sánchez y Juan Carlos Monedero a José Antonio Monago o el portavoz del PP, Rafael Hernando, los hermanos Salazar, Juan y José, han sufrido un escarnio público que ha satisfecho a todo el mundo. De primeras, los hermanos Salazar son "los chunguitos" por apodo familiar. "¡Qué chunguitos que sois!", le reñía el padre, don Gonzalo, cuando se liaban a pedrás con los trenes que pasaban por Vallecas mientras los otros iban al Colegio del Pilar o a la escuela de su barrio porque hubo un tiempo en que los colegios públicos eran bastante mejores y menos siniestros que los privados.

Gitanos y artistas, la vida les sonrió porque fueron capaces de hacer mover el bullarengue a los payos y ponerle banda sonora a las películas del Vaquilla, el Torete y el Nen de la Mina, que robó su primer 124 con nueve tacos. Después de una pila de años están en lo mismo, entreteniendo al personal porque de algo hay que vivir y hay cosas peores, como periodista, político o prestamista. Por ese arte que no se puede aguantar, a los payos nos hace mucha gracia el acento andaluz, cuya combinación con los dejes gitanos alumbra momentos gloriosos del lenguaje. Puede que alguien intuya un cierto racismo en lo de reírse de cómo hablan los gitanitos. Y puede que tenga razón.

Sea como fuere, los hermanos Salazar son dos tipos que se ganan la vida en los platós como otros se la ganan con la cabra y el acordeón o con la chatarra. No son, por abreviar, dos intelectuales cuyo papel en la televisión sea comentar las implicaciones sociológicas del Gran Hermano. Eso es cosa del gran filósofo de Santo Domingo de la Calzada don Gustavo Bueno, que se dedicó a ello durante la primera temporada del programa en unos impagables artículos en Interviú.

Como es sabido, los Salazar participaban en el dicho reality en calidad de habitantes de la conejera de Guadalix de la Sierra junto a otros famosos, a muchos de los cuales no se les conoce habilidad artística alguna, a diferencia de lo que pasa con Los Chunguitos, cuya aportación a la cultura popular española es innegable. Será cutre, pero es lo que hay. El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), en tiempos de Ramoneda obviamente, le dedicó una exposición al fenómeno: "Quinquis de los Ochenta, cine, prensa y calle", se titulaba la muestra. Participaban hasta que fueron expulsados.

Total, que los Salazar vieron a un negro en pelotas y se nota que no están acostumbrados, de ahí que dijeran lo que les salió de dentro, que no fue exactamente lo que diría Pablo Iglesias de toparse con un ciudadano de color balanceando la minga en medio del pasillo de su casa. Y menos si sabe que le están grabando. Le llamaron "mono", que es feo, pero lo de "gorila" y "King-Kong" no es necesariamente peyorativo.

La cúspide de la escalada verbal de los Salazar tuvo lugar en medio de un debate sobre la vida, la descendencia y las esperanzas puestas en ella. Ahí ya estaban a tumba abierta Los chunguitos, con el zapato incrustado en el pedal del acelerador, a lo loco, que se vive mejor. Que preferirían un hijo "deforme" a otro "maricón". Montose un gran escándalo que los hábiles directivos de la cadena explotaron con la moralizante expulsión de los colegas en directo, reclamada por la turbamulta las redes sociales, por los colectivos aludidos y por las juventudes socialistas en representación de todos ellos.

La lapidación mediática de estas dos personas, Juan y José Salazar, excitó tanto a la audiencia que en Cataluña supero a la quinta entrevista de Mas en TV3 del día. El tuiter echaba humo contra los Salazar, reos de racismo, clasismo, homofobia y lenguaje verdulero (muy políticamente incorrecto). Y nadie ha salido en defensa de estos hermanos, que en un momento en el que pensaban que las cámaras no podría registrar lo que decían se decían uno: "Vámonos (sic) de aquí que esto es para payos". Habían desarrollado un plan de fuga. Juan, o José, fingiría un dolor de huesos (o huevos, que no quedó claro) para abandonar el por otra parte lucrativo encierro.

¿A quién se le ocurrió la idea de que se podía meter entre rejas durante varios días a los hermanos Salazar para solaz del respetable? Seguramente sea un genio de los shares que cada vez que abrían la boca los antecitados aumentaba exponencialmente sus propias ganancias económicas. Así es la tele, y más cuando se trata de basura. La cuestión es que nadie ha salido en defensa de los hermanos Salazar en la semana de Charlie Hebdo. Ni siquiera el Papa, que a lo mejor se podría haber estirado con un no está bien llamar negro a un negro, pero tampoco pasearse públicamente en pelotas, o algo así. Lo de la morfología y la sexualidad de las personas son asuntos tan o más espinosos incluso que el anterior. Sea por anclados atavismos o por simple ignorancia e ingenuidad, los Salazar han dicho lo que piensan millones de personas, pero con su gracejo, que para un homosexual puede ser el mismo que para un imán el que tiene una caricatura de Mahoma. Los Salazar son muy machos (o no, ellos sabrán) y no están acostumbrados a utilizar sinónimos. Si es tinto es tinto, no chardonay sauvignon. Hablan como hablan, que es como hablamos la mayoría en privado, mal y a trompicones, las más de las veces sin pensar porque ni nos están grabando ni somos el Papa, Carmen Lomana o Artur Mas.

Paréntesis. Cuenta Arturo San Agustín en su crónica semanal en La Vanguardia que el chófer y los escoltas del presidente de la Generalidad llaman Ítaca a la calle Tuset, que es donde reside.

De tal forma, los Salazar dijeron lo que dijeron como otro podría haber dicho que los hombres son superiores a las mujeres, que estas no saben conducir, que los rumanos no son de fiar y que los gitanos, ya se sabe... Hablemos del pueblo llano. De la gente que va en chándal y mocasines, de los que venden y compran en los mercadillos de San Adrián o del Rastro, de los Encantes y de la plaza. Los que conducen fregonetas y las que limpian escaleras. A lo mejor en el Círculo Ecuestre no llaman "retrasados" a los camareros, pero los toman por tales. Es la educación, sí, mucha educación. Tanta que Los Chunguitos son Los Chunguitos porque tocan la guitarra y dicen lo primero que se les pasa por la cabeza en plan "jaaaa, me muera". Y por las mismas reglas de lo políticamente correcto que resulta tener gitanos "asimilados" (cuestión de parné) en la tele para poder decir que España no es un país racista se han cepilladode la tele a dos gitanos por ser gitanos, que consiste en pasar hambre, no ir al cole, recoger chatarra y en el mejor de los casos entretener a los payos. Pero sin ofender... Genial. Aquí todos somos Charlie, pero nadie es gitano ni defiende la libertad de los Salazar para decir lo primero que se les pase por la cabeza, aunque sea para arrepentirse después. Todos Charlie y todos a una, como en Funteovejuna. Pues que se sepa que ni Juan ni José desentonarían en las tertulias políticas. De entrada, seguro que no dicen honesto por honrado, que es confundir la sexualidad con no robar.

Otro tema. Según La Otra Crónica, hay bofetadas en el PP para retratarse con el pequeño Nicolás. Como suena. Le invitan a monterías y todo. No da una, pero luce impecable conjunto de lord inglés. Ya existe la etiqueta #pequeñonicolasforpresident. Pues para lo que hay, que diría el del medio del los chichos...