Pablo Escobar, el narco más conocido de Colombia por la popular serie de televisión, era incapaz de lavar todo el dinero que ganaba con su negocio criminal de la coca. Ni siquiera podía guardar en camiones, furgonetas, almacenes o zulos de su cártel los billetes y billetes que se acumulaban día a día sobre su mesa. Optó por enterrarlos en la jungla.
La operativa que el empresario chino Gao Ping usaba en España para introducir en el cauce legal sus cuantiosos ingresos ilícitos no es idéntica, pero se le parece. Según los últimos informes de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (Udef) del caso Emperador, con anterioridad al año 2009 el empresario chino había entrado en un bucle imparable de ganancias en negro.
Casi un millón ‘en negro’ al día
Los agentes calculan que el 80% de sus negocios de comercialización de productos manufacturados en China se efectuaban fuera del control de la Agencia Tributaria. Es decir, sin facturas. Con billetes contantes y sonantes.
Gao Ping y sus allegados, obsesionados con revertir hacia su país de origen el grueso de la fortuna que habían amasado, buscaron artimañas de todo tipo, indica la policía. Cualquier método era válido para enviar el dinero que se apilaba en los almacenes de Fuenlabrada (Madrid) de su propiedad.
El informe indica que, como mínimo, consiguieron 300 millones de euros al año no declarados. Casi un millón al día.
‘Mulas’ y ‘pitufos’
Ping dispuso de un verdaderos ejercito de mulas que viajaba de forma constante a China con todo el dinero en metálico que cupiera en su equipaje. Los billetes se entregaban de forma conveniente y se ingresaban en las cuentas de la trama Ping radicada en ese país.
Pero no era suficiente para evacuar el efectivo que se amontonaba en las naves del extrarradio madrileño. Fue en ese momento cuando el empresario chino activó otro operativo de blanqueo. Contrató a decenas de pitufos. Es decir, gente dispuesta a realizar transacciones por mensajería de efectivo. El límite legal para este tipo de operaciones es de 3.000 euros, por lo que pidió la colaboración de muchos.
Vehículos de doble fondo
Tampoco fue suficiente. Entonces usó camiones, furgonetas y autocares. En los almacenes de Fuenlabrada se montaban dobles fondos en los depósitos de combustible de los vehículos y se escondían fajos de billetes. Todos ellos envueltos en papel film para que resistieran el viaje.
Los vehículos se dirigían a distintos países en los que la organización había encontrado una mayor permeabilidad para lavar el dinero y se enviaban a China. Entre ellos, Hungría.
‘Incidente’ en Barcelona
Alivió en cierta medida al abrumado Gao Ping ante la ingente cantidad de efectivo que almacenaba. Pero nada es perfecto ni dura de forma eterna.
Un buen día uno de esos camiones, conocidos en el argot criminal como preñados, circulaba de forma circunstancial por Barcelona con 35 millones de euros en el doble fondo. Fue asaltado por una banda criminal. En el momento en el que se personó la policía, se descubrió el pastel.
Fue la operación Chequian, gracias a la que cogió forma e impulso la investigación del caso Emperador.
Delincuentes de salón
A Gao Ping, hombre de métodos arcaicos y poco dado a la tecnificación, no le quedó otra opción que la de llamar a la puerta de quienes mueven y saben gestionar la ingeniería financiera del blanqueo de capitales.
Contrató a delincuentes de cuello blanco para que ejecutaran “operaciones de compensación”, tal y como consta en la investigación. Previo cobro, naturalmente, de la preceptiva comisión.
Pallardó, al servicio de Ping
Como si de un goteo incansable se tratase, el empresario chino y su red sacaban de España millones de euros a través de la red bancaria internacional legal. El rey de la compensación en España no es otro que el empresario Rafael Pallardó. Así lo ha reconocido él mismo ante el juez. Y Gao Ping usó sus servicios en multitud de ocasiones.
Todo esto duró hasta que en 2012 la fiscalía anticorrupción, la policía y el juez de la Audiencia Nacional cayeron sobre Ping como una losa aplastante.
No fue el Chicago de Capone, ni el Medellín de Escobar. Ocurrió en Fuenlabrada, hace solo unos años.