Una persona con adicción al alcohol / PIXABAY

Una persona con adicción al alcohol / PIXABAY

Vida

La drogodependencia también convierte en enfermos a los familiares

El estigma que pesa sobre las adicciones añade dificultades al entorno de los pacientes, imprescindible para dar con una salida

25 junio, 2019 00:00

Cerca de 14.000 personas reciben tratamiento contra la drogadicción cada año en Cataluña. La asociación Familias Anónimas de Drogodependientes celebra reuniones para abordar en grupo el sufrimiento que genera esta enfermedad "que no distingue de clase social", sostiene María --pseudónimo--, una de sus integrantes y alerta de que “la adicción es un camino que, si no paras, lleva a la cárcel, al manicomio o al cementerio”.

Esta entidad acoge a parientes de adictos, "beben, juegan o se drogan. Aquí nos damos cuenta del terrible problema que tenemos: algunos llegan con familiares que han cometido delitos, que han pasado por centros, han salido y no se han recuperado, o con problemas psicológicos o trastornos de conducta", explica esta mujer. ¿Cómo funciona la asociación? “Acogemos a cualquier familiar o amigo de alguien con ese problema o que sospeche que lo tiene. Organizamos reuniones grupales en las que se comparte la experiencia de cada uno de los miembros. Son encuentros en los que podemos hablar de nuestros sentimientos. Se trabaja a nivel emocional, mucho, porque los padres vamos cargados de culpas, de pensar en qué hemos fracasado y qué hemos hecho mal.  Yo siempre digo vamos a repartir la culpa", sostiene esta madre. 

Enfermedad y no vicio

María explica que a día de hoy aún hay familiares que piensan que ser adicto no es un problema, sino "un vicio" o algo "vergonzante. Es una enfermedad pública. ¿Los familiares qué hacen? Están avergonzados, sienten que tienen la culpa. Es una lacra social”, lamenta. 

Una persona con adicción toma un fármaco / PIXABAY

Una persona con adicción toma un fármaco / PIXABAY

Sobre el perfil del adicto, después de muchos años en la asociación, y ser familiar de uno, sostiene que tienen unas características comunes: falta de madurez, de responsabilidad, y debilidad emocional. "El problema es cómo hacer frente a la situación", plantea. ¿Cómo se puede atajar? “Lo primero es poder compartirlo. Eso ya es una liberación, poder hablar con alguien que ha pasado por lo mismo”, explica --desde la asociación atienden al teléfono de ayuda casi las 24 horas del día--. Y recuerda que "no se puede recuperar a un adicto de un día para otro. A veces una persona quiere ayuda inmediata, pero en ocasiones es un proceso individual que lleva 10 o 15 años". 

Dejar la adicción

¿Cómo se sale? "Con paciencia y con amor. Los padres, las parejas, cuando llegan a los grupos, lo primero que hacen es identificarse con la gente que hay ahí y se liberan, Ese es el primer paso. Los familiares no somos ni la causa ni la cura, pero sí que podemos aprender una serie de pautas de conducta para evitar que la situación vaya a más", cuenta María. 

Esta madre explica que, en ocasiones, "por impotencia y desesperación y ante las amenazas por el síndrome de abstinencia" algunos progenitores han acudido a poblados marginales a comprar droga a sus hijos. "Nosotros no censuramos a nadie", subraya. En otras ocasiones, los familiares invierten todos sus ahorros en centros, sin que el enfermo tenga la intención de recuperarse, y la ayuda resulta inútil. "Los padres y las parejas están desesperados, pero hasta que el adicto no toma conciencia y quiere salir, no se puede hacer nada", señala.

Terapia

"Obligar no suele dar resultado. Ahora, si el familiar empieza a trabajar una terapia donde ve los fallos y empieza a cambiar, el enfermo necesariamente tiene que ir cambiando", sostiene. ¿Cómo? "Si antes cedía ante el chantaje, la manipulación, la mentira, y ahora no. Tendiendo la mano si quiere salir, pero sin aceptar ultimátums", cuenta. Eso sí, señala que para poder tomar esa decisión y mantenerse firme ante el enfermo, el familiar tiene que verse arropado por otras personas que han pasado por lo mismo. 

Una jeringuilla / PIXABAY

Una jeringuilla / PIXABAY

María recuerda que "mucha gente se queda por el camino. Hay gente que no quiere desintoxicarse, y por la que no se puede hacer nada". Cuenta el caso de una madre que llamó a la asociación al no saber nada de su hijo durante días. "Eso es horroroso. No saber nada de él, dónde está, si se habrá quedado en una cuneta, es insoportable para los padres”, lamenta. 

Aumento del consumo

La experiencia de esta entidad, que atiende a familiares de adictos, es que el consumo no se frena. "Llaman padres, cuyos hijos van al instituto y comienzan a consumir y de otros que llevan décadas, y sus hijos ya han pasado por la cárcel, o tienen sida. Lo que yo pienso es que ahora se ve más, y antes estaba más escondido”, razona.

Entre los casos más dramáticos, María lamenta el de los adictos que han ejercido la prostitución para poder pagarse la dosis. "Da igual que sea hombre o mujer. Gente que vende el cuerpo para poder drogarse. Son cosas que te desgarran por dentro", relata. 

Miedos 

Desde Familiares Anónimos de Drogodependientes señalan que el camino es largo y complicado. "Algunos lo permiten durante años porque no han tenido fuerzas para enfrentarse al problema, y en eso influye el miedo de actuar en soledad. También que son enfermedades vergonzantes, que llevan a que uno se calle".

“Cuando llegan a la asociación. muchos familiares están enfermos de control, porque han estado llamando por teléfono, dónde está, dónde habrá ido. Hay familiares que, emocionalmente, están mucho más enfermos que los adictos. Es un trabajo de empezar a tomar conciencia y dejar la culpa atrás", señala, por eso reinvidica la entidad como un espacio capaz de devolver "la esperanza y la ilusión" y sobre todo de "acompañamiento" ante un trago tan difícil.