La Costa Brava cuenta con algunos de los paisajes más hermosos que se pueden encontrar a lo largo y ancho de la geografía española. Vistas espectaculares que se pueden disfrutar en estático o en movimiento, mientras se disfruta de una inolvidable ruta por carretera.
Y es que Cataluña cuenta con carreteras de lo más pintorescas. Ya sea en bicicleta, en moto o en coche –si se puede elegir, descapotable–, es recomendable no perder la ocasión de visitar cualquiera de estas maravillas de la naturaleza y descubrir escenarios de ensueño.
La carretera más bonita de todo Cataluña
La GI-682 es una carretera secundaria que conecta los municipios de Tossa de Mar con Sant Feliu de Guíxols. Un paseo excepcional enmarcado por gigantes acantilados. Y al fondo, unas hermosas vistas panorámicas del Mar Mediterráneo.
La carretera GI-682 entre Tossa de Mar, Sant Grau i Sant Feliu de Guíxols, es sin lugar a dudas la carretera del litoral catalán más bonita para rodar en bicicleta de carretera. Pura Costa Brava @costabrava @TossaTurisme @revista_BIKE @Solobici_MTB @Guixols @TurismeSelva pic.twitter.com/AbeuHARAti
— Òscar Anscari (@OscarAnscari) 7 de junio de 2018
Tras superar el municipio de Tossa de Mar, se pasa por diversos miradores de carretera. Por el camino se encuentran algunas de las calas más hermosas de todo Cataluña, como Cala Spiratiu, Cala Pola, Cala d’Urgell, Cala Futadera o Cala Joana.
Valle de Arán y la Ruta del Delta del Ebro, alternativas fantásticas
Si se recorre la zona del Valle de Arán por cualquiera de sus carreteras, se encuentran pistas forestales y un paisaje rural con montañas verdes que difícilmente se olvida. Además, si se indaga un poco, se pueden encontrar pueblos medievales que conservan intacta su esencia. Por ellos no parece haber rastro ninguno de modernidad.
Por su parte, el Delta del Ebro esconde una ruta extraordinaria. Del municipio de Alcanar a Sant Carles de la Ràpita por la N-340. De ahí, se sube al mirador de Guardiola y se disfruta de unas vistas de excepción de todo el Delta. Una vez allí, se parte hacia la barra del Trabucador, un estrecho istmo de arena que se extiende por más de cinco kilómetros. Para finalizar, se acaba la ruta en la punta de la Banya, uno de los lugares de nidificación de aves más importantes del Mediterráneo.