Las Ramblas de Barcelona, una de las vías peatonales más transitadas de Cataluña / EFE

Las Ramblas de Barcelona, una de las vías peatonales más transitadas de Cataluña / EFE

Vida

Barcelona, fuera de control y 'zona cero' de la segunda ola del coronavirus

La imprevisión del Govern y el pasotismo de la ciudadanía desatan los contagios en la capital; los empresarios temen una catástrofe económica por los rebrotes

21 julio, 2020 00:00

Barcelona se ha convertido en la zona cero de los rebrotes de coronavirus. La apatía de la ciudadanía por las normas de prevención, sumada a la ineficacia del Ejecutivo autonómico para atajar la crisis, han hecho de la capital catalana el epicentro de la segunda ola vírica que atraviesa España.

La preocupación ya es palpable en el Gobierno. El ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha expresado su inquietud por el aparente descontrol del virus en Barcelona pese a las restricciones del Govern. Illa ha apelado a la responsabilidad de la sociedad para doblegar la curva de contagios, que lleva semanas escalando peligrosamente. Durante el último fin de semana, se contabilizaron 565 positivos de Covid-19 en la urbe. Ayer lunes se registraron otros 210 casos que, agregados a los del área metropolitana, se duplican hasta los 445. El factor de multiplicación tras estos guarismos es perturbador: la epidemia se ha multiplicado por 3,5 en los últimos siete días. Cifras que dan pie a todo tipo de especulaciones sobre si será necesario, al fin, ordenar la reclusión de la ciudad.

Ruina empresarial

Sin embargo, la mera hipótesis de otro parón económico ha bastado para poner en pie de guerra a los patronos. Foment del Treball advirtió que la actividad empresarial no resistiría otra paralización como la sufrida en marzo y abril. Los comercios y restaurantes han afinado aún más sus dramáticas previsiones: calculan que hasta un 60% de negocios podrían echar el cierre si se produce un segundo encierro.

Los privados pronostican un futuro negro si, ante el auge de diagnósticos, se resuelve recuperar el último cartucho de un cierre total de la capital. El sector turístico también se sumó al pesimismo ambiental expresado por otros operadores económicos. Los hosteleros apuntan a una cascada de cancelaciones ante las últimas restricciones de movimientos, que asestarán un aguijonazo en un sector que empezaba a recuperar plazas tras la reapertura de los aeropuertos y la llegada del buen tiempo.

Imagen de dos turistas en Las Ramblas de Barcelona / EFE

Imagen de dos turistas en Las Ramblas de Barcelona / EFE

Tampoco se salva la industria cultural, que además se ha visto afectada por la discrecionalidad institucional a la hora de permitir unas actuaciones, y no otras. Mientras que el festival Grec se suspendió de forma expeditiva, el Cruïlla seguirá adelante con su programación tras el visto bueno del Ayuntamiento de Barcelona. Y eso pese a que la resolución del Procicat fijaba la prohibición de todas las actividades culturales y de ocio nocturno. Una arbitrariedad que ha provocado la ira de los agentes culturales, quienes aseguran cumplir con todos los protocolos de seguridad para evitar los contagios.

El Govern llegó tarde

¿Pero cómo se ha llegado hasta aquí? Tras el fin del estado de alarma, las medidas antiCovid se dejaron en manos de las comunidades autónomas, que durante la fase aguda de la pandemia habían reclamado insistentemente gestionar directamente la situación. La Generalitat, en uso de sus competencias, mantuvo un perfil bajo y tomó iniciativas escasas y polémicas, como la de dejar en manos de Ferrovial el cuestionado sistema de rastreo de nuevos casos.

El primer aldabonazo que despertó a las autoridades de la Consejería de Salud fue el repunte de contagios en Lleida. La especificidad del sector agrario leridano pasó desapercibida hasta que hubo que decretar el aislamiento perimetral de la comarca del Segrià. Luego llegaron medidas más duras de reclusión, que también se aplicaron en L'Hospitalet de Llobregat y, por último, en Barcelona y su área metropolitana.

La ciudadanía 'pasa' de las normas

Al tratarse de meras recomendaciones, las indicaciones del Govern han caído en saco roto para gran parte de la población. Como muestra, un botón: la Guardia Urbana se vio obligada a clausurar los accesos a tres playas porque la afluencia de bañistas era excesiva. Asimismo, las aglomeraciones en espacios públicos de la ciudad han sido un continuo desde que las nuevas normas de aislamiento entraron en vigor el pasado sábado. Pero antes ya se detectaba una relajación en algunas instrucciones sencillas de prevención, como el uso de la mascarilla en espacios abiertos.

Vista de la playa de San Sebastián de Barcelona este domingo / EFE

Vista de la playa de San Sebastián de Barcelona este domingo / EFE

De nada sirven las constantes admoniciones de las administraciones, que piden prudencia a la hora de disfrutar del tiempo de ocio. "La gente puede salir y divertirse, pero todos sabemos los lugares en los que hay situaciones de riesgo que favorecen la infección del nuevo coronavirus. En los sitios cerrados y con mucha gente, o en los entornos donde no se usan las mascarillas, es donde se están produciendo los brotes más importantes", afirmó ayer María José Sierra, mano derecha de Fernando Simón.

Lo cierto es que la principal fuente de transmisión de los nuevos rebrotes que atenazan Cataluña son jóvenes de unos 20 o 30 años que han contraído el patógeno en encuentros sociales. Una fiesta de graduación, un botellón o una fiesta privada confidencial son las armas letales de la pandemia en su segunda fase de virulencia. Y, en gran medida, depende de la ciudadanía ponerle freno.