
El restaurante de la Mola, hoy cerrado INSTAGRAM
La Mola, un año sin restaurante: “Han arrancado el alma del parque”
Gemma Gimferrer, antigua propietaria del comedor cerrado tras 60 años, recuerda con nostalgia su vida a pocas semanas de jubilarse
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Se cumple un año del cierre del icónico restaurante de la Mola, una clausura justificada por “motivos medioambientales”, pero que levantó polvareda entre la propiedad y los clientes.
Aquel 23 de enero del 2024, el comedor ya no abrió. Y nada ni nadie ha ocupado su lugar. El cierre, promovido por la Diputación de Barcelona (Diba), propietaria del espacio, dejó a una familia entera en el paro y a miles de excursionistas sin su lugar de encuentro.
Un año duro
Gemma Gimferrer, dueña del restaurante y residente en la cima de la Mola durante 60 años, recuerda con nostalgia esa etapa de su vida, pero necesita “pasar la pantalla” cuanto antes. “Ha sido un año durillo”, sobre todo por la parte sentimental.

Gemma Gimferrer, antigua propietaria del restaurante de la Mola Barcelona
Hoy está en el paro –también sus socios–, y no va a volver a trabajar, pues se jubila en pocas semanas, explica. Sin embargo, celebra que sus hijos sí han encontrado un empleo en el restaurante del Club Natació Sabadell. Y las icónicas mulas con las que subían víveres y bajaban la basura están “bien”, repartidas en distintos lugares, declara a Crónica Global.
“No tiene vida”
Los clientes de la Mola, por el contrario, están “muy disgustados” por el cierre del comedor, un lugar en el que “se hacían amistades”. “Comentan que han arrancado el alma de la Mola, que ahora no tiene vida”, relata. Ella no ha vuelto a subir a la cima.

El comedor de la Mola RESTAURANTE LA MOLA
Gimferrer entregó las llaves del restaurante el mes pasado, cumplido el plazo que le dio la Administración para vaciar el restaurante y las estancias (mesas, sillas, literas), una vez concluida la concesión, pero “se quedaron muchas cosas” arriba. Toda una vida. Ahora luce un cartel de “zona privada”.
“Está lleno de gente”
Asimismo, lamenta que el motivo del cierre era la reducción de la afluencia, “pero está lleno de gente, poco han logrado”, expresa según le transmiten quienes sí pasean por el parque.
Según el recuento de la Diba, la cima de la Mola recibe hoy entre un 10% y un 15% menos de excursionistas que hace un año; esto es, unas 25.000 personas menos, que coinciden con el número de comensales que tenía el restaurante.

Protesta ante el restaurante de la Mola contra su cierre
Sostenibilidad del espacio
Mientras el mesón ofrecía su servicio, escalaban hasta la cima unas 200.000 personas –por las casi 400.000 que visitan el parque natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac, donde se ubica la montaña–; hoy ascienden entre 170.000 y 180.000, en datos oficiales y provisionales.
Pero la intención de reducir la afluencia tiene una razón más profunda: la sostenibilidad (se usaban combustibles fósiles, no había alcantarillado ni una red de agua suficiente) y el cuidado del espacio, degradado, según la Administración, por el exceso de visitantes y la actividad de las mulas.

'Nina', 'Orus' y 'Morena' en la Mola
“Efecto llamada”
La Diba dice que su plan promueve “la conservación de valores naturales, históricos [en la cima se halla un monasterio benedictino del siglo XI], paisajísticos y culturales del espacio, a la vez que compatibiliza la actividad turística, deportiva y económica del territorio”.
Algo incompatible, sostiene, con el equipamiento, que hacía un “efecto llamada”, aunque en el plan medioambiental no se descarta un nuevo modelo gastronómico que encaje con los estándares. Si llega, no será en breve. Y no contará con la dedicación de Gimferrer.