Primeras planas

Chorreo generalizado contra Rivera por romper con Valls

El divorcio entre el líder de Cs y el exprimer ministro francés es el tema de día. Palos a Rivera y elogios a Valls, a pesar de que "su" alcaldesa ya ha colocado el lazo

18 junio, 2019 08:40

Festival de bofetadas a Albert Rivera, que copa todas las portadas por el divorcio con Manuel Valls. Abrupta ruptura 'portavoceada' por Inés Arrimadas, que ha pasado de martillo de Torra para solaz de la parroquia no nacionalista a tener que dar explicaciones sobre las alianzas de Rivera y el manejo de los pactos. Si el papel de Arrimadas en Barcelona no era fácil, no es mejor el que le toca interpretar en Madrid. La gran ventaja es que en el Foro nadie va por ahí llamándola de todo.

Dicen que se veía venir, que Rivera no participó en la campaña de Valls, que la atracción mútua fue un momento fugaz, lo que duró el brillo de esa idea disruptiva de colocar al frente de Barcelona a un exprimer ministro de Francia, toda una refutación de los apriorismos de la política en la capital de Cataluña. Todo se coció en aquellas semanas en las que parecía posible que el constitucionalismo plantara cara al nacionalismo en unidad y armonía. Un espejismo. Y se juntaron dos gallos muy gallos, dos tipos bastante pagados de sí mismos, de esos políticos con personalidades demasiado acusadas y muchos espolones.

Desde el momento fundacional del acuerdo, Valls y Rivera toparon en la táctica, la estrategia, los plazos y los nombres, si bien la posibilidad de alcanzar la alcaldía opacó las fuertes discrepancias, bien por los tratos con Vox en Andalucía, bien por la proximidad de Valls al maragallismo original y el cultivo de unas élites barcelonesas que nunca aceptaron a Rivera en su mesa.

En El Confidencial, Marcos Lamelas apunta que Valls aspira a una proyección de índole nacional incompatible con el protagonismo de Rivera: "La ruptura de Manuel Valls con Albert Rivera es el primer paso para que el ex primer ministro desembarque en la política española, de mano del PSOE, según apuntan fuentes de diversos partidos de la política catalana. El acercamiento de Valls a los planteamientos de los socialistas fue clave para que Albert Rivera y su núcleo duro en Madrid, integrado por el portavoz en el Congreso, Juan Carlos Girauta, y el secretario general de Cs, José Manuel Villegas, tomasen la decisión de cortar por lo sano. La pasada semana, la ruptura ya estaba descontada por ambas partes, pero el distanciamiento ya era fuerte desde el acto de Colón. Hasta Inés Arrimadas, la persona más cercana a Valls, estaba marcando distancias con el francés tras las generales, según apuntan fuentes del partido".

Queda el fleco de Celestino Corbacho, que no es de Ciudadanos, pero tampoco de Valls, según explica Cristian Segura en El País: "Celestino Corbacho decidirá en los próximos días si será concejal junto a Manuel Valls o se queda en el grupo municipal de Ciudadanos. Corbacho asegura que este martes mantendrá reuniones “por separado” con ambas partes. “Después decidiré en función de mi condición de independiente”, explica el exministro socialista y exalcalde de L'Hospitalet de Llobregat. (...) La portavoz de Cs, Inés Arrimadas, ha asegurado que su grupo municipal estará formado por estos tres concejales, aunque fuentes del partido admiten que están abiertos a contar con Corbacho “porque es independiente, no es miembro del partido de Valls [Barcelona pel Canvi]”".

El cisco es también el material más utilizado en las columnas de opinión. Rivera tiene a los medios en contra. Máxima presión para que facilite la investidura de Sánchez y reproches por su manejo de la comunicación o, más bien, de la no comunicación. En El País le atiza Víctor Lapuente: "Esta es la historia de un joven idealista y con vocación de servicio público que, a medida que asciende, se emborracha de poder. Siempre tiene razón y acaba viviendo solo en su mansión. Es la historia de Ciudadano Kane. Y, si no cambia de rumbo, podría ser la historia de Ciudadano Albert. (...) Pero estos votantes de centro ven que, en lugar de formar un Gobierno de ensueño, Ciudadanos va a hacer una oposición de pesadilla, acusando de connivencia con el rojo-separatismo a políticos socialistas que, de Nadia Calviño a Josep Borrell, son la encarnación misma de la ortodoxia económica y constitucional. Rivera lo fía todo a un cada vez más remoto sorpasso al PP. No quiere ser muleta de PSOE y PP. Una meta lícita, pero improbable, porque el PP se distancia en las encuestas".

En El Mundo, David Gistau reparte a partes iguales: "En el partido Cs, uno de los más angurrientos durante esa apertura de las puertas de las rebajas de Harrod's que fue La Negociación, de vez en cuando surge el recordatorio de que existe un grupo de fundadores venerable y cenacular. Son la unidad de Asuntos Internos, capaz en un momento dado de pedir a Rivera que devuelva la placa y la pistola y suba a su habitación castigado sin postre. Porque hay cierta condescendencia paternalista con el muchacho en bolas aquel. (...) Los fundadores de Cs, que no representan el oficialismo en un partido que no quiere un peso intelectual que lo haga demasiado rígido en los zafarranchos de trinque, se están pronunciando de una manera de la que cabe deducir que Rivera se les ha ido de las manos y Valls es el hijo que habrían querido tener. Ah, ponerlo ahora a Valls desnudo en un póster, genesíaco como las praderas americanas antes de que llegara el tren. Remendarle el himen a Cs después de que Rivera lo arrastrara a la perdición en la plaza de Colón. Porque en la presión -"¡formidable presión!"- de los fundadores a Rivera para que facilite la investidura de Sánchez hay un propósito expiatorio. Que pasa por regresar a un ámbito, el de los salvoconductos socialdemócratas en regla, mucho más cómodo para existir y lleno de compensaciones relacionadas con el complejo de superioridad moral. Y obtener de Sánchez la retirada del tablón de proscritos donde figuran, bajo la palabra Wanted, los rostros de los temibles miembros de la Banda de los Trifachitos".

Portada de 'El Mundo' del martes 18 de junio

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