Primeras planas

El mosso Parménides y una pelota de foam

Explicación de un policía autonómico a un agente forestal: "La república no existe, idiota". Un joven, operado de urgencia por un pelotazo de foam en la región escrotal. Un mal día en Vilaweb

22 diciembre, 2018 10:08

Nuevo éxito sin precedentes del independentismo. Jugada maestra, exhibición de civismo, demostración incomparable, ni un pas enrere, som gent de pau y toda la vaina. Como estaba anunciado un cataclismo, el desastre de la matinal catalana causa notorio alivio en el Gobierno y el Govern. Más de 20 carreteras cortadas durante horas no son nada. Los ataques a los Mossos, pues tampoco. Lo normal cuando se celebra un Consejo de Ministros en Barcelona

No obstante, algunas claves desmienten la aparente satisfacción de Elsa Artadi, a la que se le está poniendo aire de portavoz chachi cupera. Que la consejera de Presidencia defienda el uso de máscaras y capuchas en las manifestaciones tiene un punto de frívolo dislate que augura emociones fuertes en las próximas comparecencias de la lugarteniente de Torra. 

En cuestión de cifras brutas, los Comités de Defensa de la República (CDR) han perdido fuelle. Las estaciones de tren, por ejemplo, están fuera de su alcance. De momento, no han tumbado el régimen. Mención aparte merece la columna "Ingovernables", mucho más aguerrida que las columnas "1-O" y "No pasarán". Gran ardor en el lanzamiento de vallas, piedras y bengalas, supina maestría en lo de cruzar contenedores. Lamentablemente, esta vez las papeleras que han salido indemnes de tantos 11 de septiembre sufrieron de lo lindo, igual que los semáforos del entorno de la Llotja de Mar, objetivo de la incursión gubernativa.

Uno de los grandes protagonistas de la jornada fue el Mosso que al modo de Parménides abrió los ojos de un bombero tractorio que protegía a los CDR de los embates policiales. El ser es y el no ser no es. El bombero, ataviado con su casco y cosas de apagar fuegos, decía defender la república. "Qué república ni qué cojones. La república no existe, idiota", le espetó el agente al camarada forestal en un resumen esférico de la situación. 

El porrazo de realidad no hace mella en los demiurgos del proceso. El Consejo de Ministros se celebró, hubo violencia y en la mani de la tarde, cuarenta mil personas, según la Guardia Urbana. O sea, nada, la gran manifestación más pequeña de los seis años de viaje a Ítaca.

Tanto da. Ahí van un par de párrafos de Vicent Partal en Vilaweb sobre la última orgía de civismo pacifista: "La resposta a tot plegat ha estat, novament, una lliçó enorme. Gent mobilitzada des de primera hora del matí arreu del territori, fent tantes hores com calgués per expressar la protesta. Per expressar-la de tantes maneres com cadascú considerés convenient. I un riu descomunal de manifestants tancant, en una freda nit de divendres nadalenc, la resposta ciutadana a una provocació calculada del govern espanyol. (...) Però he de dir --i ho dic preocupat-- que al mateix temps que hem rebutjat amb contundència que ells ens definesquen, també sembla que hem acceptat una part substancial del seu discurs i l’hem interioritzada: aquella que diu que no tenim cap eixida. Ahir hi havia gent trista al final de la manifestació, decebuda. Com si no haguera passat res important o com si tot allò que poguérem fer fos insuficient".

Anda, un punto de pesimismo, gente triste. ¿Qué me dices? ¿Será por que la república no existe? Del mismo digital destaca un párrafo de la crónica de Andreu Barnils, que se empotró en la burbuja del Consejo de Ministros y tampoco está muy contento con lo que pasó ayer. Escribe Barnils: "Mentre fem temps, un periodista d’OK Diario m’explica que els va tan bé, el negoci, però tant, que aquest mes la direcció ha regalat als 60 treballadors de la casa mil euros més de sou. Fixa’t tu. Els periodistes fem cafès, i quan surto a estirar les cames una altra vegada, un piolín em fa entrar al vedat. Caballero, aquí mando yo. Dono la volta i veig piolins fent cafès en bars mig buits. S’abracen amb els cascs posats. Torno a entrar".

O sea que te tienes que comer un Consejo de Ministros del enemigo, un aporellos te chulea y confraternizando con la prensa feixiste te enteras de que les va de lujo. Puto viernes, debía pensar Barnils.

La crónica de Quico Sallés en El Món recupera el espíritu optimista del republicanismo: "Només l’actuació final dels Mossos, amb les furgonetes en marxa perseguint i envestint manifestants i una ràtzia de detencions a les Terres de l'Ebre ha entel·lat unes protestes que podien haver passat només amb incidents que s’integren dins la normalitat. El llistat final 13 detinguts i 62 ateses pels Serveis d'Emergències Mèdiques. Tot i això El 21D, el temut 21D, ha passat sense que s’hagi hagut de lamentar cap baixa política important. No ha estat una reunió d’amics --Barcelona ha girat l’esquena al poder de l’Estat-- però tampoc ha estat l’hecatombe política que molts esperaven. Prova superada i ningú ha pres mal". 

Eso de que ninguno ha salido malparado no es del todo exacto. De una nota de Nació Digital: "Un jove de 19 anys ha estat operat aquesta nit d'urgències a la Vall d'Hebron després de ser ferit als testicles per un projectil de foam dels Mossos d'Esquadra. Segons ha pogut confirmar Nació Digital, ha arribat procedent de la Mútua de Terrassa amb un "traumatisme a la regió escrotal". No es tem per la seva vida".

Una mirada externa ahonda en la crisis del independentismo. Guillem Martínez entrevista para Público a Andrew Dowling, al que presenta así: "Iberista, ejerce la docencia en la Universidad de Cardiff. Sus investigaciones se centran en la Catalunya del siglo XX, más concretamente, en la articulación política del catalanismo en el Franquismo y en la democracia posterior. Es autor de Reconstructing the Nation (2012), traducido al catalán como La Reconstrucció Nacional de Catalunya,1939-2012 (2013), y de The Rise of Catalan Independence: Spain's Territorial Crisis (2017), un libro poseedor de una poética exótica frente al grueso, muy grueso, de los libros locales sobre el tema procés --esto es: analiza desde datos, y dibuja objetividad académica--, que sería bueno, y necesario como la sal y el agua, que alguien lo tradujera". 

Ahí van dos preguntas con sus correspondientes respuestas. No tienen desperdicio:

P: "Nos vimos el año pasado, en plena efervescencia del procés. Has vuelto un año después. A los que estamos aquí, todo se nos junta en una sola fotografía. ¿Qué viste el año pasado y qué has visto en éste?

R: Cuando vine hace un año, se podría decir que la sociedad catalana estaba en estado de shock, de trauma colectivo si quieres, por todo lo que había pasado entre septiembre y diciembre de 2017. Ahora diría que las cosas están más calmadas en general, si bien el mundo independentista se encuentra entre las dos primeras fases de los cinco fases del luto: la negación y el enfado. La negación de que el proyecto ha fallado, que la república es inexistente, y también la negación en reconocer los errores enormes cometidos en creer su propia propaganda. También tenemos el enfado por la actuación policíaca del 1-O, por los presos catalanes, y un enfado por querer que aparezca la república catalana ya. La revolución de las sonrisas acabó el 1 de octubre de 2017, pero tampoco va a cambiar la situación con una vía insurreccional de los CDR. Pierdan igual.

P: El procesismo parece, como dices, no haber hecho una lectura de lo ocurrido. En tu libro, parece que tampoco tenías una idea clara de lo que podía ocurrir. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo ves tú, que los has ido entrevistado personalmente, el proceso de toma de decisiones de sus líderes? ¿A qué obedece?

R: Cuando acabé mi libro en agosto de 2017, pensé que la probabilidad de la independencia catalana en los próximas años se encontraba en un cifra de un 10%. Ahora diría, sin querer ser un futurólogo, un Nostradamus, que se encuentra en un 0,5% de probabilidad en los próximos años. Porque se trata de una correlación de fuerzas. Nadie medianamente informado ha pensado que la independencia de Catalunya ha estado o cerca o inminente estos años. Desde 2012, he hablado con académicos de muchos países, y jamás he encontrado uno que haya pensado que la independencia de Catalunya ha estado a punto de ocurrir. Los únicos que han creído que fuera inminente son los que apoyaban la causa. Y esto va desde la persona más humilde hasta intelectuales de prestigio. Ha sido cuestión de fe y 0% de racionalidad".