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Familiares de Carles Puigdemont y Dolors Bassa junto a la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie / EFE

La radical ANC toma el mando mientras ERC y Junts preparan elecciones

Paluzie eleva la apuesta de Torra y propone una DUI jaleada por medio millón de personas, mientras los socios de Govern utilizan la violencia y los Mossos como arma arrojadiza

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La Assemblea Nacional Catalana (ANC) ha sabido aprovechar la incapacidad del Govern para dar una respuesta a la sentencia del 1-O y al vandalismo radical para tomar el mando independentista. La entidad presidida por Elisenda Paluzie elevó la apuesta lanzada el jueves por el presidente de la Generalitat, Quim Torra, sobre un referéndum de independencia en esta legislatura, y abogó por una declaración unilateral de independencia (DUI).

Carles Sastre, fundador de Terra Lliure
Carles Sastre, fundador de Terra Lliure

A diferencia de Torra, que se quedó solo en su proyecto no consensuado con ERC y PDeCAT, Paluzie fue jaleada por el medio millón de activistas que ocuparon el centro de Barcelona, donde confluyeron las llamadas Marchas por la Libertad. Atendiendo al baño de masas que se dio --acompañada del condenado por terrorismo Carles Sastre, para muchos un error estratégico--, diríase que la presidenta de ANC es la única que podría parar la escalada de violencia que azota Cataluña. 

El centro de Barcelona en llamas por tercera noche consecutiva / CG

Y mientras Paluzie capitaliza la frustración de centenares de secesionistas, los socios de Govern siguen aireando sus diferencias, utilizando a los Mossos d’Esquadra como arma arrojadiza. Dicho de otra manera, Junts y ERC han abandonado definitivamente su papel institucional para enzarzarse en una pugna partidista –épica la pelea radiofónica entre Eduard Pujol y Sergi Sabrià sobre la intervención de Torra en el Pleno del Parlament— que preconiza elecciones anticipadas en Cataluña.

El ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska junto al consejero de Interior de la Generalitat, Miquel Buch / EFE
El ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska junto al consejero de Interior, Miquel Buch, en una imagen de archivo / EFE

Así, mientras los republicanos intensifican sus críticas contra la actuación de los Mossos d’Esquadra por “excederse” en sus cargas contra los manifestantes, el consejero de Interior, Miquel Buch (PDeCAT), aguanta los golpes que en realidad van dirigidos a Torra. Buch, que no se puede permitir dimitir en medio del caos que vive Cataluña, arropa a su cuerpo policial, pero su comparecencia –al igual que la de Torra el pasado miércoles— llegó tarde y mal, superado en aplomo e información detallada por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Vaya por delante que el Gobierno está en funciones y tiene enfrente a PP y Ciudadanos, muy insistentes en su petición de aplicar un nuevo artículo 155 y/o la ley de seguridad nacional.

La batalla mediática, perdida

El Govern ha perdido la batalla mediática, pero, sobre todo, la capacidad de liderazgo mientras Cataluña, de nuevo dividida, asistía al quinto día de vandalismo radical.

La ANC y Òmnium, organizadora de las marchas independentistas, aprovechó ese vacío de poder y se dirigió a las masas secesionistas para defender una DUI, esto es, la implementación de la república catalana. O lo que es lo mismo, constató el fracaso procesista de los partidos políticos a los que, tiempo atrás, sirvió de brazo activista y social. Tras la sentencia condenatoria de los dirigentes independentistas que organizaron el 1-O, Torra vuelve a la casilla de salida y propone un nuevo referéndum. Algo que una garante de las esencias separatistas como Paluzie no puede aceptar.