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Andrea Rodés y Josep María Cortés ponen la lupa a la número uno de Esquerra por Girona

Me gusta / No me gusta... Teresa Jordà

Andrea Rodés y Josep María Cortés ponen la lupa a la número uno de Esquerra por Girona

Andrea Rodés / Josep Maria Cortés
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Teresa Jordà, por Andrea Rodés
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Teresa Jordà, por Andrea Rodés

Teresa Jordà estudió la carrera de Historia y antes de dedicarse a la política trabajó de guía en el monasterio de Santa Maria de Ripoll, la ciudad que la vio nacer. El pórtico del monasterio de Ripoll es una de las joyas más preciosas del románico catalán y si Jordà tuvo el privilegio de pasarse muchas horas contemplándolo es digna de mi envidia. Me encantaría que Jordà me diera un tour particular por el monasterio, aunque creo que ahora se le daría mucho mejor recomendarme un queso o un buen vino local.

 

No hay duda de que a la actual consejera de Agricultura de la Generalitat le apasiona su trabajo. Sea visitando una granja de vacas o promocionando la alcachofa de proximidad, Jordà luce siempre una sonrisa franca, alegre, contagiosa. Sonríe incluso cuando sabe que despertará la polémica, como ocurrió en verano de 2018, al aprobar un decreto para legalizar la venta de leche cruda en Cataluña a pesar de los riesgos sanitarios. A su sonrisa contagiosa se sumó cierta chulería: en las redes sociales colgó una foto donde aparecía bebiéndose un vaso de leche cruda, alabando su valor y calidad.

 

Me da la impresión de que Jordà es una mujer muy segura de sí misma y sin pelos en la lengua. En un reportaje sobre machismo en el Congreso publicado por el diario Público en marzo de 2018, Jordà admitió que nunca se ha sentido ninguneada en una discusión política, pero reconocía que las mujeres tienen que "currárselo más". La entonces diputada de ERC en el Congreso también criticó que la vehemencia en la tribuna sólo está permitida a los varones: "Cuando haces una intervención subida de tono o interpelas directamente a un diputado, ellos desde sus escaños te hacen señales de 'calma, mujer, relájate', pero cuando eso mismo lo hace un hombre, se levantan y sacan pecho con más agresividad", dijo Jordà. Y añadió que admira a la periodista Ana Pastor porque “es muy diligente con estos temas y es feminista; dirige muy bien la cámara y no tolera los comentarios machistas".

 

Otra cosa que me gusta de Jordà es que con tanta visita a granjas y bodegas, seguro que Jordà es una buena sibarita y sabe comer bien. En su Instagram hay un par de fotos en las que aparece saboreando un vino local y se nota que disfruta. Hace un par de años colgó otra foto más polémica, en la que aparecía muy contenta, bebiéndose una cerveza artesanal con el eslogan 'Fuck Spain' en la etiqueta. Unos días después se disculpó, diciendo que no había leído lo que ponía en la etiqueta. Valoro que sepa pedir perdón.

 

Para acabar, me gusta que sea una mujer enamorada de su familia. En su perfil de Instagram ha creado un archivo con stories destacadas en las que aparece junto a sus hijas, dos niñas sonrientes como ella, con las que parece estar muy unida. Me ha parecido especialmente entrañable un selfie en el que salen las tres sonriendo desde un balcón de Ripoll (creo)  acompañado del texto  “jo creixo, elles també...” (“Yo crezco, ellas también...”) y  la canción Eso que tu me das, de Jarabe de Palo: Eso que tú me das, es mucho más de lo que pido, todo lo que me das, es lo que ahora necesito...

Teresa Jordà, por Josep Maria Cortés
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Teresa Jordà, por Josep Maria Cortés

Cuando el toque rabassaire se funde con el cosmopolitismo marinero, estamos ante el mito de la Sirena y el Pastor. Teresa, otra “bien plantada” orsiana, es recordada como alcaldesa en los remontes pre pirenaicos de Ripoll, territorio de Joan Puigcercós, al abrigo de la Vall de Núria que festoneó Savall, aquel general carlista, que nunca dejó de ser un desventurado dinástico. El Tradición y Progreso, viejo lema de Ripoll, habla de los abades del Monasterio, casta brahmánica del Occidente cristiano y del vigoroso pasado industrial de la zona --las primera forjas--, en el corazón de la montaña. Teresa Jordà, trabajó como guía en el Monasterio y conoce al dedillo al mastodonte de claustro neorománico construido en los siglos en los que las abadías fueron la luz del mundo. Muchas veces desveló los secretos del pórtico del oeste, la Biblia escrita sobre la piedra, como lo llaman en el Ripollés.

 

Jordà repasó la ruta inmóvil allí donde lo había dejado Josep Morgades, aquel obispo de 'Vich' del ochocientos que mandó reconstuir el Monasterio. En la ciudad de piedra, la actual número uno de la lista de ERC por Girona cumplió su deuda ocupando la presidencia de la Fundación Guifré, un patronato de mayores, bajo el nombre de Wifredo, padre carolingio en la mitología fundacional del principado. De la historia a la meta-historia; un tránsito que encaja en la idiosincrasia de ERC.

 

Su menaje cultural con el pasado me gusta tanto como me disgusta la predicción que su partido hace del futuro. Teresa Jordà es una de las pocas dirigentes indepes sobre las que yo, humildemente, he tratado de demoler la inercia crítica que mis conjeturas han ido forjando durante los años del procés. Pero ni modo. Esquerra siempre es Esquerra; no muda de piel, y menos ahora, cuando tiene a JxCat pisándole los talones, a solo 10.000 votos.

 

Teresa presenta un tweet fijado en las redes sociales que dice así: “El president Lluís Companys no només era la dignitat republicana…..era també un defensor dels qui estimaven i treballaven la terra”. Será por eso que los de la FAI le cantaban el Addio Lugano bella: “El teu Govern Suïssa es una vil carronya; republiques burgeses mai no tindreu vergonya… “. Reivindicar al ex president detenido por la Gestapo en Francia, entregado a los nacionales y fusilado en Montjuïc por el franquismo es de una lógica aplastante; pero eso no infiere la mistificación que le sitúa al frente de los caballeros errantes del mundo del trabajo. Lo dice la misma canción:  “se’n van els anarquistes amb l’esperança al cor”. Para ellos el combate era global; lástima que Teresa, en lugar del internacionalismo, luzca un nacionalismo de estelada y lazo amarillo, el reverso de sus enemigo-congéneres españoles del nacionalismo metafísico, marcados por el águila preconstitucional de San Juan.

 

No se considera “hija del 1-O” y eso me gusta, aunque su formación no lo tenga tan claro y por eso no me gusta. Reconoce el camino sembrado de minas que nunca debió recorrer. Y le contesta a Puigdemont, cuando éste dice que duda de que los republicanos hagan suyo el mandato del 1-O.  Le responde con la estrofa redicha del partido junqueriano: “Llevamos muchos más años trabajando para conseguir la independencia”, y no vamos a poner fechas que puedan “generar frustración”. On verra.