El juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena ha vuelto a denegar la salida de Joaquim Forn de la cárcel. Si el exconseller ya era el más débil de los detenidos, con el nuevo varapalo judicial puede convertir esa debilidad en una canción constante. Ese temor, a un barítono del procés, ha hecho que prácticamente todos los medios y políticos afines al independentismo hayan salido en tromba a defenderlo.

Aunque sea difícil entender, el fin del proceso debe venir desde dentro. La ejecución pública, o el intento, de Puigdemont no es fulminar el proceso, sino simplemente cambiar de nuevo --por enésima vez-- a los protagonistas. Donde ayer era Artur Mas, luego fue Carles Puigdemont, y mañana será otro. Y eso, para aquellos que llevamos años sobre del tema, no deja de ser otro cambio de la baraja.

El procés está en horas bajas y no hay que dejarle respirar. Hay que acabar con él de raíz. No por una ideología política --siempre es respetable la independencia-- sino por el torticero uso de la sociedad catalana en modo feudal. Una época pasada atizada a diario por los medios de comunicación afines, como TV3, Catalunya Ràdio o RAC1, que ahora sí deberían ser superados por su continuo llamamiento al odio.

El procés está en horas bajas y no hay que dejarle respirar. Hay que acabar con él de raíz

Y Forn, con la nueva decisión del juez, se acaba de colocar en la pole position para avanzar en esa línea. Como hemos dicho en diversas ocasiones, sólo hay cuatro personas que pueden enterrar definitivamente este período oscuro de Cataluña. Dos están en prisión, Junqueras y Forn; uno, de vacaciones, Puigdemont, y otra leyendo, mañana sí, mañana no, su diario, el mayor Trapero.

Hasta las últimas horas, el mejor posicionado para hablar y pactar con el fiscal era Trapero. En un audaz posado de Comín --creo que así fue--, Puigdemont dio la sorpresa y se colocó como el más avanzado. Aquí ya no hablamos de pactos con nadie, sino directamente de acuerdos con las cloacas. Con la decisión judicial de Llarena y el renovado vasallaje simbólico de Junqueras, uno que sólo quiere ser mártir, Forn, ha pasado a encabezar la lista de los favoritos para pactar con el fiscal. Porque, señores lectores, como dijo Puigdemont, en momentos complicados uno debe mirar por sí mismo. Y, de los cuatro magníficos, todos saben que el último en hablar será el más pringado. Vamos, tonto el último.