Domina la dialéctica parlamentaria. Quim Torra lo sabe y evita el cuerpo a cuerpo. Alejandro Fernández (Tarragona, 1976) estrena campaña y prepara un Libro Blanco para la Libertad de Cataluña. Está convencido de que el PP puede recuperar el terreno perdido en el último ciclo electoral. Lamenta que Ciudadanos se cierre completamente a la fórmula Cataluña Suma, tal como se hizo en Navarra.
El popular advierte contra quienes echan de menos el pujolismo, que define como “una saga sectaria y corrupta que quiso apropiarse del alma de los catalanes”
-Confiese. El lema de su campaña, La Voz, es un guiño a Albert Rivera y Malú, que forma parte del jurado de ese concurso.
-(Ríe) Puedo prometer y prometo que en ningún momento estaba Rivera en nuestra cabeza cuando planteamos esta campaña.
-¿Cuál es el objetivo?
-Intentar trasladar a los constitucionalistas que ahora se encuentran un poco desorientados que hay ilusión, que hay proyecto. Más allá de las cuestiones de la comunicación política, lo fundamental será nuestro Libro Blanco. El PP quiere recuperar el espacio político que tuvo y el liderazgo del constitucionalismo en Cataluña. Sabemos que es un camino difícil, pero unos se van y otros nos quedamos.
-El procés entra en su recta final. ¿Condiciona eso el discurso del PPC?
-No estoy de acuerdo con que el procés se haya acabado, creo que está mutando. Pero no podemos descartar en absoluto episodios futuros de unilateralidad. Otra cosa es la virulencia que tengan. Es posible que no tengan la misma que en octubre de 2017, pero pueden ser graves. Pero hay una cosa que me preocupa, que muchas veces cuando un movimiento de esa naturaleza se reduce, el impacto político también se reduce, pero en ocasiones puede ser más violento, más vandálico. Y eso lo estamos viendo. Hay mucha frustración. Ahora las sedes de los partidos independentistas son atacadas porque han pasado a ser botiflers. A una parte de catalanes se les vendió que la independencia era una cosa muy sencilla, sin coste y en cinco minutos, están muy enfadados.
-Se habla de nuevo de un otoño caliente y efectivamente vemos a los CDR, jaleados por la ANC, los que caldean los ánimos. ¿Esa agitación será más callejera o augura una radicalización de los partidos?
-Y no olvidemos nunca a Torra diciendo “apreteu, apreteu”. Dentro de los partidos hay cajones estancos que no tienen que ver unos con otros. Y algunos van por libre. Da la sensación que Torra desea un nuevo momentum en el que las masas se lancen a la calle y que aquello que no fueron capaces de completar en 2017 lo acaben ahora con una insurrección a lo bestia. Me gustaría pensar que eso, a día de hoy, es complicado. Los principales responsables son los partidos separatistas, ellos trasladaron el mensaje de que había que sacar la política de las instituciones, vaciaron el Parlament de contenido, ni se legisla ni se permite hacer un control del gobierno normal y corriente. Y la acción gubernamental es nula, cero. Decían que eran las entidades las que debían liderar y ahora se dan cuenta de que el monstruo se les ha ido de las manos.
-Hay una imagen de división entre Junts per Catalunya y ERC. ¿Hay postureo o se puede producir una crisis de gobierno?
-Siempre hemos oido el rumor de que están muy divididos, pero al final se acaban uniendo como ocurrió el 6 y 7 de septiembre para aprobar las leyes del referéndum y de transitoriedad. Si que es verdad que la sensación de ruptura es más acusada, de que las diferencias son más profundas y de que las relaciones entre Junts y ERC están en su peor momento. Pero de ahí a que puedan romper, yo aún no lo veo. Otra cosa es que después de las elecciones se establezcan otras alianzas. El que rompa ahora será acusado de "mayor botifler del reino” y por eso les cuesta tanto.
-¿Elecciones catalanas en otoño o en primavera?
-Es imposible saberlo. Ahora se habla más de primavera. Es evidente que ahora, para Torra y Puigdemont no hay demasiados incentivos en las encuestas.
-Se ha mostrado muy irónico con esa pretendida resurrección del pujolismo o de CDC que ahora reclaman algunos sectores.
-Desde determinados ámbitos supuestamente constitucionalistas se da a entender que hay que recuperar esa época. Y yo digo que con un Pujol tuvimos más que suficiente. ¿Tenemos que repetir eso? No veo la razón. El escenario es completamente nuevo, es evidente que en los últimos 40 años ha habido cosas muy positivas, pero el pujolismo no lo ha sido. Vamos a centrarnos en lo que funcionó, que es el pacto constitucional del 78 y corregir lo que no ha funcionado, y no el pujolismo, que es una saga sectaria y profundamente corrupta que intentó apropiarse del alma de los catalanes. Y, poco a poco, a través del Programa 2000, fue dividiendo a la sociedad catalana con la idea de que España nos odia.
-¿Entonces a qué atribuye ese deseo por resucitar ese pujolismo por parte de algunas elites?
-A la falta de paciencia y de consistencia intelectual, dicho sea con todo respeto. La gente es muy aficionada a las operaciones de ingeniería política. Lo único que me atrevo a reconocer que ha sido perversamente exitoso del pujolismo es que su programa de construcción nacional fue paciente. Empieza en los años noventa y en 2012 creen que lo tiene maduro y lanzan el ataque. Pero durante esos años, son capaces de ir copando las instituciones, el mundo cultural, los medios de comunicación. Y aquí la gente quiere soluciones de cinco minutos y volver al catalanismo tradicional. Esto no vuelve. Ahora ha llegado por fin la hora de que el nacionalismo no gobierne. En Cataluña nunca ha habido una alternancia real. Ha habido cambio de partidos, pero el nacionalismo siempre ha gobernado. Con el tripartito también gobernó. En el País Vasco, por ejemplo, hubo alternancia con el socialista Patxi López y el PP. Lo verdaderamente novedoso, lo que hay que explorar es una alternancia no nacionalista.

-Parece difícil conseguir esa alternativa.
-Una de las cosas más tristes que han pasado es que Ciudadanos gana las elecciones y, al año, se marchan todos. Teniendo en cuenta que la media de convocatoria de elecciones es de dos años, si no tienes mayoría para una investidura, preséntate, ofrece tu alternativa a la ciudadanía y en las próximas elecciones, te presentas con más fuerza. Por eso digo que la paciencia y la perseverancia que ha tenido el nacionalismo no lo ha tenido el constitucionalismo. Reconozco que es muy difícil que los constitucionalistas logremos una mayoría, pero hay que insistir. Tampoco parecía que en Andalucía fuera posible una alternancia o que el PNV nunca pasaría a la oposición. Se puede conseguir, pero hay que perseverar.
-El PSC dice que hay que romper los bloques como fórmula para pasar página.
-Establecer una equidistancia entre la convivencia y la legalidad, que representamos los constitucionalistas, y la ruptura que representa el separatismo es profundamente ilegal. No estamos hablando de dos bloques igualmente legitimados. Hay uno que no lo está porque ha decidido ir por la vía unilateral. El PSC no puede estar en la equidistancia. El PSC hizo que lo que tenía que hacer los días 6 y 7 de septiembre. Iceta me gustó, lo reconozco. Pero por desgracia, ahora no está en esa línea. Y eso de romper bloques está muy bien si son equiparables, pero aquí se trata de democracia versus ilegalidad y ruptura de la convivencia. Lo cual es inaceptable.
-Pero las encuestas sí apuntan a un deseo de moderación, de pasar página, por eso Puigdemont o Ciudadanos bajan. ¿Un pacto como el de la Diputación de Barcelona entre Junts y PSC ayuda, puede tener arrastre electoral?
-La historia está llena de pacificadores que arrasaba en las encuestas como discurso buenista –pienso en Jimmy Carter o Chamberlain--, pero luego la realidad se imponía. Es mucho más desagradable presentarte ante la ciudadanía diciendo una verdad incómoda que prometiendo que con cuatro carantoñas el separatismo abandonará la ilegalidad. Y es cierto lo que usted dice, que en las últimas elecciones, las ofertas que hablaban de diálogo incondicional han recibido más apoyos. La pregunta es: ¿después de estas elecciones, vemos que Torra haya bajado la intensidad de su desafío? No. ¿Vemos que en las escuelas se garantice la privacidad de los niños en los patios? No. ¿Vemos que en la función pública se respete la libertad ideológica?. No, se les quiere señalar en función de si van a trabajar o no en determinados días. No hay condiciones a día de hoy para hablar de que se haya producido una distensión. Yo siempre digo lo mismo: diálogo, todo el del mundo, pero hay una parte que tiene que decir que abandona la ilegalidad. En el momento en que los separatistas salgan diciendo públicamente eso, yo estoy dispuesto a hablar con todo el mundo. Pero desde la legalidad.
-El PP propone la fórmula Navarra Suma junto a Ciudadanos. ¿Eso es posible?
-Ellos han cerrado completamente la puerta. Cs está cambiando su objetivo fundacional, que era combatir el nacionalismo y evitar que tuviera la llave de la política española. Y lo han sustituido por una opa hostil hacia el PP. Nosotros nos ofrecimos a votar a Inés Arrimadas en la investidura, pero ellos no quieren ahora ninguna fórmula de colaboración. Lo más importante sería que el constitucionalismo volviera a ganar las elecciones catalanas, una segunda victoria sería simbólicamente muy importante. En Navarra, UPN y PP llegaron a la conclusión de que solos no podían, y sumaron a Cs. Estoy convencido de que sumando a PP y Ciudadanos en una oferta constitucionalista podemos ganar. Pero por separado, creo que no ganaríamos.
-¿El PP puede recuperar el voto que se fue a Ciudadanos?
-Sí, la verdad es que la sensación que tenemos es esa. Pero quiero dejar claro que yo no quiero quitar votos a Cs. Aspiro a que el constitucionalismo amplíe su base y que todos sumemos más. Porque si al final es un juego de suma cero, no sirve para nada.
-Usted tiene un discurso contundente, pero no bronco. Veo que Torra le respeta.
-Lo que Torra opine de mí me preocupa relativamente, también se lo digo, porque es difícil que seamos amigos. En política, para mí, lo importante es tener unos principios y unos valores clarísimos que son la base sobre los que luego construyes tu política del día a día. Lo segundo es defender esos valores, que no son mayoritarios, con toda la pasión del mundo. Por tanto, tendrás que negociar sin renunciar a ellos. Y para afrontar ese diálogo, tienes que respetar a todos. Respetar al adversario no es sencillo estos días en el Parlament, pero yo voy a intentar mantener esa línea. Quien me conoce, sabe que soy partidario de la firmeza, pero hay que llegar a acuerdos para poder avanzar. Yo lo he hecho en mi etapa política en Tarragona.
-Esa pérdida de respeto al adversario y a lo institucional, ¿es lo peor que ha pasado en Cataluña?
-Lo más grave de todo es la tendencia, afortunadamente no irreversible, a la ulsterización. Caminamos a dos sociedades casi simétricas en las que hay poca comunicación, desconfianza y falta de respeto. Y eso tiene un responsable, la ideología nacionalista. Yo lo tengo muy claro. El nacionalismo está detrás de todas las guerras europeas. Precisamente la UE pretende el fin del nacionalismo, del español, que lo hubo durante el franquismo, y de los nacionalismo periféricos, que se han ido incrementando por desgracia. El problema siempre estuvo latente, el nacionalismo trabaja poco a poco, como una hormiguita, asegurando que quien no piense como tú no es catalán y, por tanto, es el enemigo de tu patria. Y ese pensamiento siempre estaba aquí, flotando en el ambiente, pero no había afectado a la convivencia. En 2012, unos líderes políticos irresponsables encienden la chispa del odio. “Madrid nos roba”, “quieren acabar con nuestra lengua”… Esa chispa hace que todo el trabajo anterior salga a flote y genere odio. Eso es lo peor que ha pasado.
-Se refiere a 2012, es decir, a Artur Mas, que ahora quiere volver…
-Así es, por desgracia. Toman la decisión de convertirse en populistas.
-Un dirigente de Sociedad Civil Catalana propone ilegalizar los partidos independentistas. ¿Qué opina?
-Yo soy un firme partidario de la Ley de Partidos. Cuando el mundo de Batasuna muta, el PSOE, desgraciadamente, renuncia a aplicarles esa ley. Yo creo que hay un límite, la no condena a la violencia o la práctica de la violencia. A mi no me da ningún miedo competir electoralmente con el independentismo, pero no podemos tolerar que incumplan la ley. En democracia debemos aceptar que hay gente que tiene esas ideas y se presente a las elecciones. Para mi Bildu es la línea roja en democracia.
-Pero el PP pactó con Bildu...
-No es cierto, el PP nunca ha pactado con Bildu.
-¿En Álava no?
-Nunca. Lo que hizo Javier Maroto es decir en el Ayuntamiento que él hablaba con todos. Ocho años después, lo ha corregido. Pero se ha extendido un bulo.
-En clave de política española, ¿prevé nuevas elecciones o investidura en septiembre?
-Es imposible saberlo, igual que si habrá elecciones en Cataluña. Hay síntomas de una nueva campaña electoral de Pedro Sánchez, pero luego puede haber pacto.
-¿Prevé presión sobre PP y Ciudadanos para abstenerse?
-El PP es la alternativa, la oposición y el PSOE tiene aliados naturales con los que ha pactado en el pasado. Recordemos que con Cs pactó una investidura hace poco tiempo y la moción de censura la ganó con determinados socios. Como fuerza más votada, le corresponde a él dialogar con las fuerzas con las que pactó y al PP construir una oposición. Es el mandato de la ciudadanía. Si se mantiene el bloqueo institucional, veremos que otros escenarios se abren.
-¿Es un riesgo que haya elecciones para el PP o veríamos una alianza con Cs y Vox?
-Unas nuevas elecciones es un escenario que nadie desea, pero no por parte del PP, sino por parte de España. Es un bloqueo mucho peor que el de 2015 y 2016, porque este viene de una moción de censura, de un Gobierno incapaz de llevar adelante ninguna reforma de calado. Es un año pérdido entre juegos de ególatra de Sánchez y maquiavélicos de Pablo Iglesias. Urge que haya un gobierno estable en España. El PP crecería, según las encuestas, tras unas generales muy difíciles con un espacio de centro derecha dividido.
-¿Se siente cómodo con un acuerdo con Vox?
-Yo no tengo prejuicios, salvo con Bildu. Lo importante es el resultado de las negociaciones. ¿Por qué Podemos tiene toda la legitimidad y no Vox? A mi no me gustan ni unos ni otros porque soy del PP, sino estaría en esos partidos. ¿Alguien me puede decir una sola medida en Andalucía que haya alterado los derechos y las libertades? Al contrario, en Andalucía las cosas han ido mucho mejor.
-Ha habido una campaña sobre violencia de género bastante lamentable…
-No podemos confundir la anécdota con la categoría.
-Pero ha sido bastante desafortunada…
-Una campaña publicitaria puede ser desafortunada o no, pero, ¿de verdad plantea la reducción de la libertad de alguien? Vemos a dirigentes de la izquierda proponiendo eliminar la pornografía. Es el mundo al revés. Recuperan la Santa Inquisición.
-Pero a Pedro Sánchez se le puede reconocer que ha aplacado al independentismo, ha bajado el souflé.
-Se puede reconocer que les ha engañado como ha engañado a todo el mundo. En eso es un maestro de dimensiones planetarias. Tiene un espíritu de supervivencia que también hay que valorar, pero el precio que se paga por ello es una frivolidad sin límites. Él se ha dedicado a practicar una perjudicial ambigüedad.
-El PP dice que no negocia con Vox, pero tampoco hay un papel que demuestre que Sánchez pacte con los independentistas.
-Lo que ha habido es una táctica personalista para mantenerse en el poder, que es lo único que preocupa a Pedro Sánchez. La famosa mesa de partidos con el relator se sitúa fuera del marco constitucional. Y fue la acción de los partidos constitucionalistas, liderada por el PP, la que frenó esa barbaridad. Parece que no se ha cruzado la línea roja, pero sí se ha cruzado en Navarra. El blanqueamiento de quien no ha condenado la violencia es cruzar una línea roja inaceptable.