La inmersión lingüística que aplica la Generalitat en las escuelas públicas ha dado lugar a mucho debate político, pero muy poco análisis pedagógico. Y cuando éste se produce, surgen teorías cuando menos extrañas.
En diversas intervenciones y respuestas parlamentarias, la Consejería de Enseñanza defiende su modelo lingüístico invocando la llamada teoría de la interdependencia que, hace ya 37 años, defendió un lingüista irlandés, Jim Cummins. En su artículo Linguistic interdependence and the educational development of bilingual children, este experto aseguraba que con un desarrollo adecuado de la lengua materna se facilita el aprendizaje de un segundo idioma. Cummins, profesor en Ontario (Canadá), hizo referencia en su trabajo a la defensa que la Unesco hace de la lengua materna como estimuladora del bilingüismo, es decir, de la interdependencia.
Pero se da la circunstancia de que el concepto “lengua materna” ha desaparecido del discurso independentista, incluso de las encuestas sobre lengua que realiza Idescat --el instituto de estadística catalán--, y se ha adoptado otra expresión que no existe en el ámbito internacional ni en pedagogía ni en didáctica lingüística: el de lengua propia, referida al catalán.
El modelo sueco
Cummins acuñó esta teoría para referirse al caso de niños finlandeses que emigraban a Suecia. “Aquellos que habían preservado mejor su lengua materna, también eran mejores en sueco”, según el lingüista.
Por todo ello, la diputada de Ciudadanos Sonia Sierra ha presentado una batería de preguntas en el Parlamento catalán dirigidas a la Consejería de Enseñanza, para averiguar cómo se garantiza en la escuela catalana que el 57,58% de los alumnos que tienen el castellano como lengua materna desarrollan sus habilidades en este idioma. Es decir, cómo justifica la Generalitat que los alumnos sean escolarizados en catalán sin tener en cuenta su lengua materna y si, al ser preinscritos, los padres de los alumnos son preguntados sobre su primera lengua.