Josep Borrell, el representante de Exteriores de la UE, junto a su homólogo ruso, Sergei Lavrov, el pasado viernes / EUROPA PRESS

Josep Borrell, el representante de Exteriores de la UE, junto a su homólogo ruso, Sergei Lavrov, el pasado viernes / EUROPA PRESS

Política

El enemigo exterior se establece en la campaña electoral

Los partidos independentistas tratan de distraer la atención con Vox para no tratar los temas de gobierno, en los que JxCat y ERC no se ponen de acuerdo

6 febrero, 2021 10:37

Huérfanos de ideas propias y de propuestas veraces que no les aten las manos de cara al futuro, los estrategas de los partidos independentistas recurren a ese concepto manido de un fascismo de dudosa existencia más allá de sus discursos, pero que les permite construir un muro contra el que arrojar piedras juntos. Es lo único que pueden hacer en coalición.

Precisamente, el franquismo, el único pseudofascismo que ha mandado en España, siempre tenía a mano la muletilla del comunismo y la masonería como adversarios internacionales a batir, un objetivo que aglutinaba a todas las familias del movimiento nacional en torno a una jefatura indiscutible y frente al enemigo común.

Distraer la atención

Los sondeos del 14F coinciden en atribuir algún tipo de presencia en el futuro Parlament a Vox, partido que encarna los valores contra los que los nacionalistas catalanes luchan denodadamente. La presencia de la ultraderecha en la cámara autonómica no tendrá suficiente peso, según las encuestas, como para condicionar o participar en un Govern.

El auténtico valor de esas expectativas electorales es distraer la atención del público para que JxCat, ERC e incluso la CUP dejen de poner en evidencia que las diferencias que les separan y enfrentan hacen inviable hoy por hoy un gobierno de coalición. Carles Puigdemont ya insinuó el viernes en RAC1 unas condiciones previas casi imposibles. Es un terreno del que huyen para instalarse en la comodidad del tiro al facha, aquel deporte tan extendido en la izquierda del PSOE durante la transición.

Illa como pieza de cacería

Adicionalmente, la abstención de Vox en el trámite del decreto del Gobierno central para la gestión de los fondos europeos facilita material para asimilar socialistas y fascistas. Un mecanismo parecido al que usan para acusar a En Comú Podem de gobernar Barcelona gracias al apoyo de Manuel Valls, al que tildan de xenófobo con más sectarismo que inteligencia.

Con tal de evitar que sus vergüenzas propias queden al descubierto –las relaciones entre JxCat y ERC están más deterioradas que nunca-- asumen riesgos ridículos. Después de que Carmen Calvo les recriminara el uso trasnochado de esa lucha contra el fascismo, Laura Borràs, la candidata de Quim Torra y Puigdemont, le replicó que, además de antifascistas son muy feministas (sic). Lo son tanto que proponen a una mujer para que sea la primera presidenta de la Generalitat. Y se lo dice como si fuera un gran mérito y un gran avance para la humanidad precisamente a una mujer que es vicepresidenta del Gobierno español; y que no es la primera.

Vox crece gracias a los 'indepes' 

Han perdido el sentido de la realidad. Prefieren ocuparse de Vox, un partido que ha crecido gracias a la presión independentista en Cataluña, antes que de las cuestiones reales que preocupan a los catalanes. Es la impronta de Puigdemont, que ahora se autoproclama socialista en su alocada huida hacia delante.

Mientras advierten a los catalanes de los riesgos del fascismo, se vanaglorian de forma pueril de que el ministro de Exteriores de Vladimir Putin se quite de encima a su homólogo de la UE, el catalán Josep Borrell, recordando que en España también hay políticos en prisión cuando éste le pide la liberación de Alexei Navalni. Presumen y se vanaglorian del apoyo a su causa de una de las pocas dictaduras que aún están vivas en el mundo. Brutal.