Artur Mas, expresidente de la Generalitat, en una imagen de archivo / CG

Artur Mas, expresidente de la Generalitat, en una imagen de archivo / CG

Política

Mas, el político que defraudó a los empresarios

El convergente ha dejado la presidencia del PDeCAT después de un proceso iniciado en 2012 que ha decepcionado por completo a los empresarios después de prometerles una salida

21 enero, 2018 00:00

Un proceso de pérdida de confianza constante. Un político que defraudó a los empresarios, a los que prometió encontrar una salida. Es Artur Mas, que acaba de dejar la presidencia del PDeCAT sabedor de que no podía continuar al frente de un partido heredero directo de la Convergència sentenciada por el caso Palau.

Un rostro elocuente. Mirada perdida. La sensación de que no sabe qué ha ocurrido realmente. Es diciembre de 2012, y el expresidente, en la inauguración de un hotel en Alemania, de una cadena española, no sabe cómo explicar lo sucedido en las elecciones que acababa de adelantar, en noviembre, y en las que CiU perdió 12 diputados de golpe, de 62 a 50, pensando que, de hecho, iba a alcanzar la mayoría absoluta. Los empresarios presentes le arropan, pero más desde un punto de vista personal, debido a su enorme tristeza, que desde la vertiente política.

El exlíder de CiU se alzó de nuevo y consideró que debía seguir adelante, con un acuerdo con Esquerra Republicana. Lo importante era mantener el pulso con el Gobierno español, porque, en algún momento, se podría llegar a una negociación que le permitiera mantener y reforzar el poder. Los empresarios creyeron en él, a pesar de ver con inquietud la propuesta de organizar un referéndum en 2014, que se acabó dibujando con el acuerdo con los republicanos. Había adelantado las elecciones, precisamente, porque calculó que sólo gobernando con mayoría absoluta podía mantener un diálogo con Mariano Rajoy, que acababa de lograr, al frente del PP, una sólida mayoría absoluta a finales de 2011.

Poca valoración de la fuerza real del soberanismo

Ahora, esos foros empresariales entonan una especie de mea culpa. Algunos intelectuales y profesores relacionados con esos foros piden responsabilidades, al considerar que no se alertó con suficiente fuerza. Benito Arruñada, que participa en en los debates en el Círculo de Economía, o en Foment del Treball, asegura que el empresariado no valoró la fuerza del “factor emocional del soberanismo”, y que sus advertencias fueron poco sólidas.

Sin embargo, esa idea se rechaza. Lo ha hecho en las páginas de Crónica Global el director general del Círculo de Economía, Jordi Alberich, al señalar que sí hubo esas señales, por escrito, y en las distintas opiniones públicas del lobby empresarial, pero que, como ocurrió con el estallido de la burbuja inmobiliaria, nadie quería escuchar con atención frente a una corriente emocional que no tenía ninguna duda de que se acabaría con una negociación.

Sin enfrentamiento directo

De hecho, es lo que quería el propio mundo empresarial. Las entidades financieras como Banc Sabadell y Caixabank tomaban distancias y, de hecho, acabarían siendo decisivas para que el tejido empresarial fuera consciente de la gravedad de lo sucedido, a lo largo del pasado mes de octubre. Pero nadie se distanciaba de forma definitiva del dirigente porque, al fin de cuentas, se pensaba que sólo él podía reconducir la situación.

“Ha sido el gran responsable, el que nos ha llevado hasta aquí. Cada vez que ha tomado una decisión, ha sido errónea. Pero hay que asumir que también nadie quiso romper con él, aunque se le dijera que las cosas no iban bien”, asegura un responsable patronal del empresariado catalán.

Un empresario, que ha tenido una relación muy cercana con él, y que todavía la conserva, pese a rechazar su proyecto político desde 2012, señala que en las direcciones patronales, en los foros económicos, era recibido con aplausos y que los reproches, delante de todos, como mínimo, brillaban por su ausencia. Es decir, no hubo un enfrentamiento directo.

El Círculo de Economía puso distancias. La relación con el ejecutivo catalán fue gélida con Josep Piqué como presidente y algo mejor con Antón Costas, tal vez porque Costas quiso buscar puntos de encuentro y salidas posibles, por su buena relación también con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Pero, en la práctica, todo resultó un fracaso.

Los dos errores mayúsculos

Fuentes empresariales señalan que el expresidente del PDeCAT cometió dos grandes errores, y que fue advertido de los dos, aunque con poco coraje y menor fortuna. “En la noche de las elecciones del 25 de noviembre de 2012, tras perder 12 diputados, Mas debió haber reaccionado. Tenía en el Parlament otros socios disponibles y no debió elegir a ERC, que estiró para celebrar un referéndum. El otro error fue tal vez peor, dejar que la CUP marcara la agenda, dando un paso al lado, tras las elecciones de 2015 y dejando la presidencia a Carles Puigdemont, pensando que él podría controlar la situación desde fuera”.

El propio Mas se arrepiente del segundo error. Muy pocos dirigentes de su partido, sin embargo, se lo hicieron ver. Entre ellos destaca Marta Pascal, quien, en una reunión en el Palau de la Generalitat, le pidió que asumiera unas nuevas elecciones, pero que no renunciara a dirigir la Generalitat.

Eso se producía horas antes de que el propio Mas llamara a Puigdemont, que acabaría investido un día después, el domingo 10 de enero de 2016. Otros, como Josep Rull, le pidieron que no se podían repetir las elecciones, en las que Convergència iría en solitario por la negativa de ERC a repetir la coalición de Junts pel Sí, con unas encuestas muy negativas para los intereses convergentes.

De la añoranza a la indiferencia

En los dos últimos años, los reproches y las lamentaciones han sido constantes. Principalmente, en los meses siguientes. Las diferencias entre los responsables económicos de la Generalitat respecto a Mas eran notables y, tanto desde Foment como desde el Círculo o, incluso, desde la Pimec, se añoraba la figura de Mas, con unas conexiones muy estrechas con el mundo económico, desde su cargo como consejero económico de la Generalitat en el último mandato de Jordi Pujol, en 2003. Ni Puigdemont, que, de forma deliberada, mostrada su desprecio hacia el universo de los poderes económicos, ni Oriol Junqueras --muy valorado al principio-- hacían olvidar su figura.

Por eso ahora la sensación de gran fraude, de enorme tristeza, ha hecho mella en esos círculos. Desde el primer momento, ya fuera desde Foment o desde el Círculo de Economía o desde las propias entidades financieras catalanas, con prohombres como Josep Oliu o Isidro Fainé, se confió en que podría reconducir la situación, que acabó en un descontrol a partir del mes de septiembre de 2017, con la aprobación de las leyes de desconexión, la ley del referéndum, el propio referéndum del 1 de octubre, el “paro de país” del 3 de octubre, y la declaración de la república catalana del 27 de octubre. ¿Mas? Connais pas.