Tras cinco agotadores años de procés, el independentismo ha entrado en la fase del activismo supremacista. Sin complejos. A cara descubierta. Con la clara intención de tensar hasta el límite, y aún más allá, el conflicto social con el resto de España. Y sin descartar actitudes de desprecio público ante el diferente. La elección de Torra como nuevo presidente del Gobierno autonómico es el símbolo esencial de esta nueva etapa. La segunda señal del viraje la pudimos contemplar ayer en Sevilla ante el público que asistió a un coloquio entre Agustí Colomines, uno de los cerebros en la sombra del soberanismo, el historiador vasco Fernando García de Cortázar y el exalcalde socialista de La Coruña, Francisco Vázquez. Los tres fueron convocados por Arturo Pérez Reverte y Jesús Vigorra, organizadores de un ciclo de conferencias sobre la identidad de España en la Fundación Cajasol. 

El acto tuvo momentos de tensión y hostilidad máxima. Pérez Reverte, de forma repetida, tuvo que salir en defensa de Colomines ante el auditorio, que se sentía ofendido por los insultos y la falta de cortesía que el historiador independentista mostraba conscientemente y sin contención alguna. Si hasta ahora el soberanismo exportaba su relato sobre el inexistente victimismo histórico de los catalanes aparentando una falsa mansedumbre –recuérdese aquel programa de televisión en el que Junqueras pasó un fin de semana con una familia sevillana para explicarle las bondades de la independencia– la nueva actitud es justo la contraria. Colomines, que fue al acto en sustitución de Laura Borràs, la invitada inicial, que al final no pudo asistir ante la posibilidad de ser nombrada consejera de Cultura, se presentó como profesor de Historia Contemporánea.  No mencionó ni su paso por la Fundación CatDem, encargada de articular un espacio de convergencia entre las sensibilidades independentistas y bajo sospecha dentro de las investigaciones judiciales sobre corrupción en Cataluña, ni sus inicios políticos en la organización Bandera Roja

Colomines: "Tengo un apellido español"

Agustí Colomines, ayer, en Sevilla discutiendo con García de Cortázar y Paco Vázquez / @JMSANCHEZPHOTO

De entrada, intentó ganarse la simpatía del público con algunos datos personales: “Soy un hombre de izquierdas por convicción, alguien que cree en la justicia social y en los valores republicanos; y catalán por sentimiento y racionalidad. ¿Me convierte esto en un bicho raro? No. He estado casado con una persona nacida en Madrid y mi hijo tiene un apellido español. No tengo nada contra España”. A continuación defendió que España es un “Estado plurinacional”. Hasta aquí todo normal. El problema vino al formularle el presentador del acto una pregunta: ¿Por qué queréis iros? “Es difícil de explicarlo porque seguramente a ustedes les va a costar entenderlo”, respondió Colomines. Se oyeron murmullos en la sala y algunas risas por la actitud prepotente del historiador. Pérez Reverte pidió respeto y silencio. Colomines insistió en esta misma línea: “A cada uno le provoca malestar lo que le provoca malestar. Soy profesor de historia. Especialista en historia del nacionalismo. Todas las naciones son una construcción cultural que se traduce políticamente y, por tanto, mutan. El  problema de España es que no se acepta que existe plurinacionalidad. ¿Y si no existe la plurinacionalidad qué soy yo?”. “Español”, respondió Paco Vázquez

García de Cortázar intentó entonces buscar un punto intermedio. Le dijo a Colomines que entendía que fuera independentista, pero criticó que intente conseguir sus fines manipulando la historia y la educación. Colomines miraba al techo mientras Cortázar alertaba sobre la batasunización de la sociedad catalana. “Mi segundo apellido es Companys”, señaló Colomines después de que Paco Vázquez recordase “la traición del nacionalismo a la Segunda República”. “Yo tengo mucha más información que las habladurías jocosas de la gente. En mi mesa se sentaba media República española”, dijo con una evidente inmodestia. Y añadió alzando la voz de forma más que notable: “La peor de las situaciones es la mentira. En Cataluña no está prohibido hablar castellano. La prueba más clara es que Arrimadas interviene todos los días en el Parlamento en español”. Esta respuesta provocó las risas del auditorio. 

A esas alturas ya se percibían claramente los nefastos efectos sociales que el prusés ha provocado en la opinión pública. Colomines empezó entonces a decirle a García de Cortázar lo que tenía o no que decir. “Déjame terminar”, inquirió Cortázar. Vázquez denominó “golpe de Estado” el referendum del 1-O. El historiador soberanista le respondió: “Si todos hacemos un mitin no nos vamos a entender nunca. La reafirmación no sirve para nada. Lo que se deben ustedes preguntar es cómo alguien como yo, criado en el franquismo y en escuelas españolas, que en 1977 voté la Constitución siendo independentista, y después voté el Estatuto del 79 e hice campaña a favor del Estatuto de 2006, hoy no estoy dispuesto a continuar una relación con España en los términos que está planteada. Ésa es la pregunta que se tienen que hacer. ¡Todo lo que ha dicho el señor Vázquez es una absoluta mentira! En Cataluña no existe esta agresividad. ¿Y saben por qué? Porque ustedes entienden la nación en un sentido orgánico: cuando dicen que una parte se va es como si les cortaran un brazo. Eso es esencialismo. La nación es producto de la voluntad de los individuos. Y si una parte de ellos no quiere pertenecer a ese Estado la mejor manera de saber si son mayoritarios es votando”, dijo vehementemente. “Todos”, respondieron algunos de los asistentes. “Bajo la ley española. Yo estoy dispuesto”, contestó el historiador secesionista.

Agustí Colomines, ayer, en Sevilla / @JMSANCHEZPHOTO

Colomines responde al presentador del acto, el periodista Jesús Vigorra / @JMSANCHEZPHOTO

“¿Aceptarían entonces un referéndum nacional?”, le preguntó el presentador. “No, ¿por qué?, respondió Colomines entre otra estrepitosa carcajada del auditorio. Pérez Reverte decidió coger el micrófono: “Me lo estás poniendo muy difícil Agustí, cabrón”. El novelista se dirigió entonces al auditorio. “Esto es un lugar para escuchar, no para opinar. No tienen derecho ustedes a juzgar a nadie en voz alta. Agustí es un tipo inteligente. Ha estado en los mecanismos que han dado lugar a todo esto. Él tiene una fe y combate por ella con sus armas. Es su fe y es su combate”, sentenció el novelista, que añadió dirigiéndose a Colomines:  “Lo habéis hecho muy bien gracias a gente con tu inteligencia, pero quiero preguntarte algo: ¿En un Estado sin complejos, como Francia o Alemania, habría sido posible el procés?” 

–“Probablemente no existiríamos”, respondió Colomines.

–“La Cataluña francesa no existe”, le dijo Reverte

–Allí no existe problema nacional porque lo han eliminado. Si España no ha eliminado a Cataluña…

–¿...Que se joda?, preguntó Pérez Reverte.

“Pues sí, que se joda”, respondió Colomines.

“Lo ven. No es él. Es España. Es la España acomplejada”, dijo Pérez Reverte.

Colomines 4

El argumento del novelista no convenció mucho al auditorio. Colomines echó entonces más leña al fuego: “Yo soy de izquierdas pero no me considero un revolucionario. Soy moderado. Y lo que he oído hoy aquí me pone los pelos de punta. Todos ustedes son de derecha extrema. Lo llevan en el paquete. Alguien ha preguntado qué será Cataluña dentro de veinte años. Mi respuesta es que será un país independiente. ¿Y saben por qué? Porque si no aflojan en la interpretación torticera de lo que está pasando en Cataluña lo será seguro”. La voluntad de provocar sin descanso al auditorio, uno de los rasgos políticos de Colomines, criticado incluso por la CUP, era más que manifiesta. En el turno de preguntas la cosa no mejoró. Colomines empezó a comentar las intervenciones de otros ponentes que habían participado en el ciclo de conferencias. “Arcadi Espada ha dicho esta mañana que TV3 no la ve nadie. La ven dos millones de personas, joder. Alfonso Usía ha hecho una conferencia muy jocosa, culta y divertida y yo he pensado que nos habríamos ahorrado muchas tonterías sobre la xenofobia si hubiesen sabido leer los artículos del president Torra”. El público mostró su asombro. 

Colomines evidenció entonces la nueva actitud del nacionalismo: autocrítica cero, agresividad, diez. “Decir que alguien que escribe ‘esa raza de socialistas’ está haciendo un acto de xenofobia es de majaderos, directamente de ignorantes, de personas que no saben leer o peor aún, de malas personas. Esta [interpretación] está trufada de incultura. Yo prefiero pensar que son incultos a pensar que son malas personas”. El malestar del auditorio crecía por momentos. Un asistente le preguntó al historiador soberanista si Cataluña se independizaría si tuviera el PIB de Extremadura. Colomines se puso a hablar en catalán –ante un público que obviamente no le entendía–y, como coda, faltó incluso al respeto al presentador, el periodista Jesús Vigorra. “Muchas veces debatimos si la literatura es catalana o española”, dijo Colomines. “Bueno, ustedes lo tuvieron claro. En la feria de Frankfurt dejaron fuera a Juan Marsé”, le dijo Vigorra. “Eso” –le respondió Colomines– “fue por un problema político”. Y se preguntó: “¿Qué es la literatura catalana? Vila Matas, Joan Margarit, Eduardo Mendoza, Joan Maragall o Jordi Puntí. ¿Qué es la literatura española?”. “Toda la que se ha escrito en España”, respondió Vigorra. “Y una mierda”, le contestó Colomines. Pérez Reverte decidió entonces dar por terminado el espectáculo de la forma más irónica posible. “Señoras y señores, aquí lo dejamos. Ya han visto ustedes de primera mano a un independentista catalán”.