Volvió el Rey a Cataluña, esta vez con ocasión de la entrega de los despachos a los nuevos jueces, y no faltaron a recibirle nuestros mayores (una escasa representación de unos 200 sujetos) ataviados con esteladas, silbatos, megáfonos de juguete, bocinas y carteles en contra del jefe del Estado. Todos ellos guiados, una vez más, por la incansable ANC, que está en horas bajas por más que trate de sacar la cabeza con más radicalización.

Hay una fotografía de Europa Press –hay varias, pero una en concreto– firmada por Lorena Sopena que habla por sí sola. En ella se aprecia a una mujer posiblemente jubilada con un megáfono en la mano; a su lado, a otra con el silbato en la boca y un cartel sostenido en sus manos (“Ni Rei ni Corona”) y, junto a ella, una tercera mujer recién salida de la peluquería, con el semblante serio y la mirada perdida, pero equipada con dos esteladas: un banderín y otra en forma de capa. No está muy claro que sepa qué hace ahí. Detrás, un hombre con las gafas semicaídas y con cara de frío. Una bonita estampa de invierno.

La conclusión es que la soledad es muy dura, que el aburrimiento es un horror, y si la ANC de turno te monta una excursión como el que va al plató de ¡Boom! y, además, te da merienda, pues allá que vamos. Una irresponsabilidad, se mire por donde se mire, porque con el frío que hace no es de recibo que nuestros yayos estén en la calle. Si alguno de ellos, Dios no lo quiera, enferma por culpa de esta minimani espero que le pidan responsabilidades a Dolors Feliu.

A 1.300 kilómetros de allí, por la zona de Waterloo, también fue un día grande. Los fugados del procés y su abogado, Gonzalo Boye –el mismo que fue condenado por un secuestro al que Meritxell Serret y Anna Gabriel dieron puerta porque no veían claras sus líneas de defensa–, volvieron a tergiversar la realidad para salir ante las cámaras como vencedores de la última sentencia del TJUE en relación a las euroórdenes. Nada más lejos de la realidad, pero hay que darles la razón para que se queden contentos. Los tribunales seguirán trabajando para poner fin a este culebrón y que paguen por lo hecho.

A todo esto, TV3 sigue a la deriva. Parece que el odio, la hispanofobia, el racismo y la xenofobia empiezan a pasar factura y le cuesta dinero –que eso siempre duele– y hasta puestos de trabajo. La insinuación de Manel Vidal en Zona Franca de que los votantes del PSC comulgan con el nazismo –¡ay!, qué meme más divertido– tiene entre cero y ninguna gracia. Y su pataleta tras el despido ya es de traca. La realidad es mucho más sencilla que su teoría de la conspiración y las supuestas llamadas del PSC a Crónica Global para publicar dicho artículo. Pero, como a los de arriba, hay que decirle que sí, que es verdad, a ver si de este modo se queda contento y tranquilo. La culpa siempre es de otros.

Por una cuestión de dignidad –la misma que le falta cuando dice, o decía, “Puta nit i bona España”–, el presentador de Zona Franca, Joel Díaz, ha dimitido, igual que un guionista. Si es que no entendemos nada, como tampoco el rapapolvo gitano a TV3 por el racismo de otro espacio de humor, Bricoheroes. En fin, que no se preocupen, que todos ellos tienen trabajo asegurado, y también tienen su público, bien que escaso –los mismos yayos que recibieron al Rey—, por eso se les abren ahora las puertas de 8TV, el cajón de sastre (y desastre) de la televisión catalana.