Mercadona es la empresa española que más empleo genera, su impacto en la actividad económica es del 1,8% del producto interior bruto, casi un 2% del conjunto de la actividad del país. Sorprendente, porque el país no es un espacio industrial de monocultivo y la compañía en cuestión es del sector de la distribución comercial.

Lo cierto es que esta cadena de tiendas y supermercados ha conseguido superar al siempre infranqueable El Corte Inglés. Y también es evidente que nadie hubiera apostado por ello hace apenas 10 años, cuando el gigante de los grandes almacenes seguía reinando en el sector del comercio.

Juan Roig, su dueño, arrancó con una pequeña tienda en Valencia y ahora es un magnate. Sucede algo similar con Amancio Ortega, quien lleva camino de ser el tipo más rico del mundo gracias a sus Zara y el resto de marcas del imperio textil Inditex. Son dos modelos de empresarios que han construido sus imperios desde muy abajo con una absoluta revolución de los usos y maneras habituales, con creatividad, inventiva… todo eso que un consultor sería capaz de poner en una larguísima presentación y cobrar un dineral a cualquier empresario que quiera cambiar el rumbo de su quehacer cotidiano.

Roig se inventó la cadena de producción total (interproveedores les llaman), que no es otra cosa que afiliar unos años a Mercadona a cualquier compañía que produzca artículos importantes en los lineales de sus supermercados. La empresa tiene garantizada la compra de su producción, debe someterse a unos estándares de calidad y, en reciprocidad, la cadena de súpers tiene máxima prioridad y casi dedicación exclusiva en muchos casos. El proveedor es parte fundamental del distribuidor, lo que garantiza que no habrá roturas de stock, que se afrontarán las devoluciones, quejas, etcétera a cambio de sobrevivir mejor y más tiempo en el mercado. 

Amancio Ortega y su fallecida ex mujer Rosalía Mera empezaron vendiendo prendas y confeccionando otras en una tienda de La Coruña. Unos años después, Inditex es lo más importante en materia económica de toda Galicia. Es más, se trata de la empresa española más internacional, por encima de multinacionales como Banco Santander, Telefónica, Repsol u otras. En el aeropuerto de la ciudad gallega se ponen y se quitan vuelos en función de las necesidades de los empleados del grupo y cualquier gobierno autonómico gallego pone rojas alfombras al paso de un hombre como Ortega que ha revolucionado los sistemas logísticos del textil español. Inditex tiene su sede central en Arteixo, una localidad del área metropolitana coruñesa que ha pasado de explotar minas de estaño, titanio y wolframio a emplear a miles de personas y ser la residencia de sus familias. 

Ambos hombres de negocios tienen su propia receta y ni tan siquiera es coincidente. La Mercadona de Roig es una empresa familiar con una férrea gestión en torno a su figura, que sobrevuela cualquier decisión estratégica de importancia. Ortega, sin embargo, profesionalizó la gestión hace unos años y situó a un gestor exitoso como Pablo Isla al frente. Sacó la empresa a bolsa, apostó por la transparencia que ese cambio suponía y puso los cimientos para convertirla en un gigante de rango mundial. 

Eran dos tiendas, dos personajes, un valenciano y un gallego, unidos únicamente por un indiscutible olfato emprendedor. Les une también otra cosa que siempre se echa de menos en los políticos: la capacidad de liderazgo que su figura ha tenido en cada una de las organizaciones. Hoy son otra cosa, enorme, matizable, pero indiscutible en aportación a un país, a su entorno y en sensibilidad sociolaboral. En algunos colegios podrían preocuparse de explicar estos casos a los alumnos, sembraría una magnífica semilla de interés por el futuro de una sociedad.