Una trampa. Contra Esquerra Republicana. ¿Unión del independentismo? Según cómo se interprete. La candidatura de Junts per Catalunya, ideada y manejada por Carles Puigdemont, tuvo ese propósito: no podía ser que los republicanos ganaran las elecciones, ni que se pusieran por delante de los exconvergentes. Y lo cierto es que lo ha logrado, dejando en una situación de perplejidad a la dirección de Esquerra, que tiene su máximo dirigente, Oriol Junqueras, en prisión y ha recibido el encargo envenenado de presidir la Mesa del Parlament, que podría servir, de nuevo, para preparar nuevas tretas contra la legalidad.

¿Se lo merece Esquerra? Esa es la pregunta que los mismos republicanos deberían contestar porque, cuando se juega demasiado, cuando se quiere contentar a todo el mundo, pasa aquello que es muy familiar en el ámbito del fútbol: salir a empatar, con una buena defensa, sin apenas delanteros, y acabar derrotado en los últimos minutos del partido con un disparo lejano desde fuera del área. Esquerra quería elecciones desde hace meses, cuando preparaba el referéndum del 1 de octubre. Sabía que las podía ganar y pretendía iniciar una nueva etapa con un objetivo: ensanchar la base del independentismo, sí, pero, principalmente, dejar atrás a los exconvergentes, que siguen agarrados al poder, y que, tras tripartitos, cambios de nombre y todo tipo de penalidades, --con sus correspondientes casos de corrupción-- siguen ahí, como si la Generalitat no pudiera tener otros inquilinos (ya lo dijo Marta Ferrusola cuando se constituyó el primer tripartito).

Esquerra sigue perpleja por las tretas de Puigdemont, que acabarán beneficiando al PDeCAT

Aquella estrategia tuvo su punto culminante el 26 de octubre, cuando Puigdemont estuvo a punto de convocar elecciones. Esquerra jugó demasiado y se opuso, aunque, realmente, estaba dispuesta a competir en los comicios. El resto de la historia es ya conocido.

Cuando lo tenía todo a favor, esa lista de Puigdemont ha pasado por encima de Esquerra, con un puñado de estrechos colaboradores del expresident y con profesionales que saben jugar en campos de juego embarrados, como es el caso del historiador Agustí Colomines, que ha animado en los últimos meses a todo el independentismo a jugar la carta de Puigdemont.

Con eso no contaba Junqueras, ni Marta Rovira, ni Carles Mundó, ni Pere Aragonés, ni tantos otros dirigentes y cargos de Esquerra que siguen deslumbrados por la capacidad de los exconvergentes de sacar los codos, de buscar todo tipo de artimañas, como esa manifestación en Bruselas organizada para ensalzar la figura de Puigdemont con todos los medios extranjeros pendientes del color amarillo en las calles de la capital belga en plena campaña electoral.

Bajo el "això va de democràcia" se ha escondido una enorme batalla por el poder

Esa falta de reflejos, esa trampa tendida a Esquerra, puede llevar a todo el independentismo hacia un camino sin salida. Puigdemont ha arrastrado a todos ellos, a ERC, pero también al PDeCAT, que ya no sabe qué papel debe cumplir en el mundo. El problema para los republicanos, sin embargo, es que los profesionales del poder son eso, profesionales, y que Puigdemont puede facilitar que los exconvergentes sigan, de nuevo, en los cargos clave de la administración autonómica.

De esto va el proceso. De esto iba el proceso. Esa expresión que tanto gusta al independentismo, "això va de democràcia", era, en realidad, un bello ropaje para ocultar la enorme batalla por el poder que los exconvergentes y los republicanos llevan librando desde más de una década.