¡Bravo, president! Lo ha conseguido. Las calles ya son suyas. El activismo independentista impide la circulación, la libertad de expresión y el derecho a informar a quienes no consideran afines a la causa. Lo vimos el lunes por la noche, cuando dos periodistas fueron acosadas y agredidas por una turba al grito de “¿por qué no te vas?”. Y lo hemos visto en algunos municipios catalanes, donde la presencia de determinados dirigentes políticos está vedada. Dicen que van a provocar. Puro cinismo. Es Quim Torra y sus discursos incendiarios –“barbarie”, “apretad”...-- quien ha cargado de razones a los radicales mientras cita a Luther King y Gandhi.

“¿Por qué no te vas?”, gritaba el energúmeno a las reporteras de Telecinco y TVE. “Esa frase que nos indigna y nos rompe el corazón”, escribía ayer la portavoz del PSC, Eva Granados. En pleno procés, los Mossos aconsejaron a la socialista que no acudiera a un acto universitario porque su seguridad peligraba. Granados fue --¡menuda es ella!-- y no ocurrió nada. Lejos de ser una anécdota, que la Universidad también se haya convertido en un territorio donde discrepar del pensamiento único conlleva riesgos físicos demuestra esa fractura social que Torra niega.

Los políticos irresponsables pasarán, sí, pero esa división se quedará. Tras siete años de agitación mediática y política va a ser muy difícil revertir esa quiebra social. De ahí que el bronco discurso de Ciudadanos, cuya moción de censura contra Torra nace muerta, solo sirva para aumentar esa crispación. Puede que arañe algunos votos en las próximas elecciones generales, pero ni sus propios simpatizantes entienden esa virulencia cocinada por el núcleo duro de Albert Rivera y aderezada por Lorena Roldán y Carlos Carrizosa. Los dirigentes de Cs tienen todo el derecho a visitar Vic, Amer y todo aquel pueblo catalán que deseen, solo faltaría, pero su estrategia comunicativa provoca malestar en algunos diputados del grupo parlamentario catalán.

Torra, como decíamos, lo ha conseguido. Una de las dos Cataluñas ha de helarte el corazón, que diría Machado. No hay discurso, intervención, acto o conferencia en el que el president no azuce la confrontación, el doble rasero, la lista de buenos y malos. Incluso en un asunto tan espinoso como la detención y encarcelamiento de los Comités de Defensa de la República (CDR), acusados presuntamente de preparar actos terroristas, exhibe arbitrariedad el dirigente secesionista. Arremete Torra contra las filtraciones periodísticas del sumario, a su juicio todo un escándalo. Pero cómo aplaudió y entronizó a los periodistas que destaparon la vinculación del comisario Villarejo con la llamada operación Cataluña.

Las dos periodistas, insisto, acosadas y agredidas --insoportable la imagen de ese sudoroso activista arrimándose a Laila, cruce de matón y chulo de discoteca--, no forman parte de esa corte de analistas, tertulianos y opinadores que, por supervivencia o por convencimiento, rodean a Torra. Y es que otro de los logros del president es haber llevado ese programa de infiltración nacionalista llamado Programa 2000, ideado por Jordi Pujol, hasta sus últimas consecuencias.

Una de ellas es el fichaje de Joan Piqué como nuevo director de Comunicación de la Consejería de Interior. La más conflictiva. La que requiere de verdaderos profesionales. Él no lo es, pues solo entiende de propaganda e intoxicación. Lo dice un informe de Reporteros sin Fronteras. Otros periodistas más avezados, me cuentan, rechazaron el cargo, consciente de la dificultad que implica. Les honra.

Piqué tendrá que lidiar con redactores con más de 20 años de experiencia en información de sucesos, a mi juicio el área donde se ejerce el verdadero periodismo. Palomitas, que diría Gonzalo Boye.