Por más que los partidarios de la tercera vía insistan en abrir una negociación; por mucho que el presidente Sánchez esté decidido a recuperar la estrategia del contentamiento; por más que el Gobierno prometa conceder más autogobierno a la Generalitat, lo cierto es que el nacionalismo no tiene solución.

De nada servirá tratar de “encajar” a los secesionistas en un proyecto nacional español, por muy amable que este se plantee. La bestia --utilizando el lenguaje del presidente autonómico-- no se conformará con más competencias. Los radicales no darán un paso atrás en sus pretensiones de avanzar hacia la ruptura unilateral del país. Y las nuevas cesiones solo serán recibidas como migajas que se aceptarán a beneficio de inventario.

Sería conveniente que los que tienen responsabilidades en el Gobierno de la nación asuman la realidad cuanto antes. Que no escuchen los cantos de sirena de los autodenominados federalistas (que, por cierto, proponen todo lo contrario de lo que por definición conlleva el federalismo: igualdad, simetría y cesión de competencias a la federación --en nuestro caso, a la Administración General del Estado--). Que no se traguen los cuentos de los últimos náufragos del catalanismo (una ideología decimonónica, trasnochada, caduca y obsoleta que en muy poco se diferencia del nacionalismo supremacista que nos ha llevado al borde de la ruptura, y que más valdría enterrar cuanto antes y para siempre).

De todas formas, viendo las decisiones que ha adoptado Torra en sus primeras semanas al frente del Govern, creo que no hará falta esperar demasiado tiempo para que el Gobierno se dé cuenta de lo equivocado que está en su estrategia, y de que al nacionalismo no se le puede convencer, sino que se le ha de combatir con todas las herramientas que ofrece el Estado de derecho.

En este tiempo, el president xenófobo ha roto unilateralmente toda relación institucional con el jefe del Estado; ha recuperado cargos de la Generalitat que fueron cesados con el 155 por su implicación en el procés --algunos de ellos con procesos abiertos con la justicia--; ha reactivado el Diplocat para retomar la propaganda internacional a favor de la secesión; ha inyectado varias decenas de millones de euros en TV3, principal altavoz interno del proyecto rupturista; ha prometido que continuará con el “proceso constituyente” a la espera de que llegue una nueva oportunidad para volver a intentar la independencia unilateral, y ha apostado por “crear otro 1 de octubre” para “hacer efectiva la república”.

Si, después de todo esto, Sánchez sigue sin convencerse, tranquilos. La perseverancia, aliñada con altas dosis de frikismo y de creatividad cómica, es una de las características del president y no cejará en su empeño hasta agotar la paciencia de Sánchez y aniquilar su talante zapateril. No se preocupen, Torra no nos fallará.