Me había propuesto tomarme un chupito cada vez que los tertulianos afines al Govern hablen de la "astucia" de Quim Torra. Ya lo hacían en vida (política) de Artur Mas y de Carles Puigdemont, así que he renunciado a ello ante el riesgo de sufrir un coma etílico. El procés ya es lo suficientemente embriagador como para recurrir al alcohol. Un día lanza a los aguerridos cachorros de la CUP a la calle y, al otro, les manda a los Mossos d’Esquadra para reprimirles. Muy astuto todo, sí.

Que venga David Madí y lo vea. Entiendo que el gurú del nacionalismo saliera por piernas cuando vio venir este despiporre independentista. Cualquiera que tenga un poco de dignidad hubiera hecho lo mismo. Algunos lo hicieron y fueron acusados de traidores. Otros lo están haciendo de forma discreta, conscientes de que este “hacer república” --nuevo neologismo soberanista que sustituye a unilateralidad-- no se sostiene o ya no da para convertir el activismo en un modus vivendi.

Los hay también que se resisten a dar su brazo a torcer. “Estrategia es determinar el día D y la hora H sin que nadie lo sepa”, ha asegurado Salvador Cardús, firme apoyo del procesismo desde hace años. Sí, amigo lector, así pretende Cardús defender el discurso errático, torpe, estridente de Torra durante la primera sesión del Debate de Política General. Y sigue el eminente sociólogo (aquí sí que me he tomado un chupito, ¡qué demonios!): “Estrategia es votar que no asumes Llarena, pero delegar votos. Es incoherente, sí, pero astuto”. ¡Lo ha dicho! Astuto.

Torra se ha convertido en el hazmerreír de propios y extraños. Doy fe de la carcajada que un dirigente de ERC dio al conocer ese “astuto ultimátum” a Pedro Sánchez que tanto los republicanos como PDeCAT desconocían. El presidente catalán, malquerido por esos jóvenes de Arran que piden su dimisión, quiso demostrar que tiene carácter y amenazó con hacer caer al presidente español si no plantea un referéndum antes de noviembre. Lo hizo sin levantar la vista del discurso leído. Sin declamar. Sin vigor.

Torra es un oxímoron en sí mismo: dice que desobedece, pero cumple con las resoluciones del juez Pablo Llarena. Anima a los CDR a “empujar” e incluso les da una palmadita en la espalda durante su acampada en la plaza Sant Jaume, pero luego ordena a su policía autonómica que les disuelva. Y para rizar el rizo, ni condena la toma frustrada del Parlament ni apoya a los agentes de los Mossos que, mal organizados y sin efectivos, han tenido que hacer frente a las radicales protestas independentistas.

Para el presidente catalán, la dualidad nuestros-suyos es cada vez más confusa. Mientras los cargos políticos de los Mossos afirman que los altercados del 1-O nada tienen que ver con los CDR, Torra y Junts per Catalunya sacan pecho de esa agitación advirtiendo que “el pueblo catalán reaccionará”. Ay, ay, ay, que se vislumbra un nuevo mesías. Y eso que Puigdemont, su padre político, dijo en la televisión belga que no tiene "vocación de mártir".

Por cierto, menudo zasca el del tertuliano que le acompañaba. Este no destacó las "astucias" de los líderes del procés, sino su "falta de credibilidad".