Hoteles saturados, vuelos completos, taxis ocupados, dificultad de encontrar plaza en los restaurantes céntricos… No, no era la consecuencia del congreso mundial de móviles en Barcelona. Era más modesto en la apariencia y, a la vez, más potente en la ejecución: la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE) mostró sus credenciales la semana pasada en un congreso celebrado en La Coruña que reunió a 1.900 personas procedentes de toda España.

La cifra no era monumental. Tratándose de los primeros espadas empresariales del país demuestra, sin embargo, la buena forma intelectual en la que parece hallarse Isidro Fainé, presidente de la citada y poco conocida confederación.

Permitirse el lujo de reunir a los hombres fuertes de Telefónica (César Alierta), Inditex (Pablo Isla), Telmex y FCC (Carlos Slim), Hotusa (Amancio López), Abanca (Juan Carlos Escotet y su segundo Francisco Botas), al presidente de la Xunta, el esperado Alberto Núñez Feijóo, a la ministra de Fomento, Ana Pastor, al rey Felipe VI… no está al alcance de todos los que dicen tener capacidad de convocatoria en España.

De entrada hay que tener tratos con todos. Incluso negativos: Feijóo prefirió al venezolano Escotet que a La Caixa para quedarse con las cajas gallegas. Fainé, por línea directa o espiritual, que es una de sus especialidades, sacó músculo, llenó y sorprendió no sólo al sorprendido y mareado alcalde coruñés sino a todo aquel que esperaba sus gestos. Por ejemplo, al consejero delegado de Abertis, Francisco Reynés, con quien la parroquia dio por finiquitada su tensión personal. Hubo bendición a Reynés, que seguro marchó de La Coruña mejor de lo que llegó.

Enfrentarse al jefe, más aún a quien te ha subido a la escalera, tiene riesgos. Reynés escaló algún peldaño en el grupo empresarial de La Caixa sin la admonición correspondiente de monseñor Fainé. El jefe se marchó hasta del consejo de Abertis. Todos en el grupo viven con atención esos pequeños detalles que promueve el jefe actuando como un guía más que como un superior. Y en Galicia, el Tito, como le han bautizado en clave sus colaboradores más cercanos, aprovechó para repartir gestos de reconciliación.

Hubo más. El diálogo público entre un jotero César Alierta y un tequilero Carlos Slim fue espectacular. Satisfizo a todos los asistentes, sin excepción. El tono aparentemente simplón del capo de la Telefónica española permitió momentos de conversación magistrales, como cuando el zaragozano se sobró con respecto a la calidad de los directivos latinos diciendo que están mucho mejor preparados que los anglosajones. Ahí queda eso.

Todos hablan del congreso de CEDE, de la capacidad de convocatoria de Fainé, de su músculo en el liderazgo. Casi nadie, en cambio, refiere el motivo que reunió a casi dos millares de primus inter pares: hablar de los valores directivos en la agenda global. Pues tomen nota, el primer valor, les guste a unos o les pese a otros, volvió a ser Isidro. Una demostración más de lo que es poderío de verdad. En Madrid se frotaban los ojos, créanme.