La Generalitat de Cataluña seguirá de interinaje hasta finales de mayo. El vicepresidente en funciones de presidente, Pere Aragonès, ha conseguido el apoyo (que no el consenso) necesario para aplazar durante tres meses y medio los comicios catalanes. Pero, no nos engañemos, el paso no se ha dado por una cuestión epidemiológica. El partidismo es el que, de nuevo, marca el tempo en el territorio.

Que hay más de estrategia electoral que de preocupación sanitaria es una cuestión que se ha reconocido incluso de forma abierta por parte de JxCat, la formación que ha demostrado que sí es transparente en lo bueno y en lo malo. En este caso, en algo tan polémico como afirmar que de esta forma ganan tiempo para intentar dar la vuelta del todo a las encuestas. Algo así como que la pandemia se la trae al pairo, que lo importante es asegurar la silla, la influencia y los salarios que lleva asociados. Y, de paso, consolidar el hecho de que ERC es el partido que gana en los sondeos pero no en las urnas.

El resto de formaciones tampoco pueden hablar con voz demasiado alta. La demoscopia electoral es lo prioritario, no la evolución de la pandemia. Se ha hecho oídos sordos a la comunidad médica que reclamaba ya desde Navidad minimizar la movilidad y no parece que en el futuro tengan mayor influencia a la hora de marcar la agenda. Los intereses partidistas van por delante.

¿El 30 de mayo la pandemia estará mejor? ¿Qué cifras de contagios y/o saturación hospitalaria se requieren para asegurar que se celebrarán los comicios? El Gobierno catalán no se lo ha planteado. O, como mínimo, no lo ha plasmado sobre el papel. El decreto que deja sin efecto la celebración del 14F no define tales cuestiones. De hecho, ni siquiera confirma la nueva fecha electoral. El redactado es tan ambiguo que da al Ejecutivo un poder total para determinar en qué momento pondrá las urnas, algo que inquieta a más de uno.

La mal llamada sociedad civil ya se ha empezado a mover. Los agentes sociales fueron los primeros en alzar la voz y señalar que Cataluña se ahoga económicamente y que se requiere un gobierno fuerte para hacer frente a la situación. Aunque sea con las mismas siglas, pero con algún tipo de liderazgo efectivo que evite el desaguisado actual en el que cada consejería es un reino de taifas, con la incongruencia que ello supone. Es decir, una olla de grillos en que la gestión es lo de menos.

De hecho, la situación del coronavirus en Cataluña para determinar la suspensión electoral es incluso mejor que la que existía el día en que se definió el protocolo electoral del 14F. ¿Quién de la Generalitat pensó que esto era un detalle menor que no importaba? ¿De verdad el Govern se piensa que la sociedad catalana ha perdido del todo su poder de fiscalizar? ¿Y el de queja?

Por ahora, más allá de lo que hagan las distintas formaciones políticas, está claro que el empresariado catalán se plantea de forma muy seria recurrir el aplazamiento electoral. Su paso no es menor, es la alarma más importante respecto a la situación actual. Y no la del coronavirus, sino la de otra pandemia cuya evolución nos debería preocupar de igual forma: la de la economía local y todas sus derivadas (empleo, poder adquisitivo, precariedad…)

El debate se inicia con cabreo. El que supone que, en el mismo momento en que se determina que no se pueda ir a votar, el propio Govern asegure que trabaja para facilitar la semana blanca escolar. Otra muestra de las carencias en oportunismo del consejero de Empresa y Conocimiento, Ramon Tremosa, que genera más desasosiego. El curso 2020/2021 ha salido adelante con grandes dosis de buena voluntad de la comunidad educativa: el Ejecutivo ni siquiera ha terminado de repartir los ordenadores a los alumnos que lo requieren, siempre están en la diana sobre si se cierran escuelas o no... y ahora lo importante es asegurar que algunos (los que se lo puedan pagar) podrán a ir a esquiar. Más rocambolesco es que esta medida se venda como el gran maná para las zonas de montaña catalanas. Especialmente de la Cerdanya, la comarca que se cerró el día antes de que empezaran a recibir visitantes en Navidad sin previo aviso y donde los partidos independentistas han implosionado

Los partidos catalanes ganan más de 100 días para cambiar las encuestas. El resto de la sociedad entra en otra etapa de tribulaciones que nos brinda la Generalitat.