Un bobalicón le pegó un sopapo ayer tarde al candidato del PP en su tierra natal. No es el primero que recibe Mariano Rajoy en las últimas horas. El primero se lo propinó el jefe de la oposición, Pedro Sánchez. No fue físico, fue dialéctico, pero igual de contundente. En el cara a cara televisivo del lunes, el candidato del PSOE no le rompió las gafas, pero sí que le quebró la entereza.

Al presidente en funciones van a convertirlo en un mártir quienes ansían darle portazo. Ser conservador y precavido no es ninguna razón para ser sometido a ningún tipo de presión. Es una condición que en el resto de países europeos no sólo está bien vista, incluso podría decirse que es triunfante.

El domingo tendremos elecciones y algunos de los movimientos que aspiran a cargarse la gobernanza de Rajoy durante los últimos cuatro años con mayoría absoluta pueden llevarse una ingrata sorpresa. Por ejemplo, y sin ir más lejos, que el candidato popular vuelva a ser quien encabece la lista más votada. Que lo haga después de haber incumplido una parte de su programa, de estar inmerso en una espiral de corrupción aberrante y de existir serias dudas sobre la solvencia y finalidades de su programa económico.

Lo inesperado puede llegar por haber convertido a Rajoy en una especie de persona emblemática de la España templada, de orden. A nadie, en estos tiempos de democracia, le parece sensato que alguien golpee a un candidato por reprobable que pueda resultar. Que lo haga justo después de que el candidato del PSOE le dijera públicamente que era un presidente “indecente” lleva la carga de la culpabilidad más cerca de las críticas recibidas que de los deméritos del propio Rajoy.

Es obvio que resulta incontrolable todo lo que rodea la política y la campaña electoral, pero la memoria nos debería recordar el benéfico efecto electoral que tuvo en José María Aznar ser víctima de un atentado de ETA.

Si alguien sostiene que la salida de Rajoy del poder debe hacerse por vías agresivas o de baja calidad democrática se equivoca. El PP es un partido que cada vez que se le ataca se sitúa de forma más nítida en la centralidad. Sus opositores deberían saberlo y ser conscientes de que si Rajoy recibe una tercera castaña ganará por mayoría absoluta. Somos un país de meapilas y el martirologio está presente desde las procesiones de Semana Santa a las campañas electorales. Que nadie se equivoque.