La caída en desgracia de Marta Rovira parece no haber tocado fondo. Hace apenas dos meses, Oriol Junqueras, desde la prisión de Estremera --y con Carles Puigdemont huido en Bruselas--, ungió a su número dos como presidenciable. “República tiene nombre de mujer”, llegó a asegurar en una de sus ya míticas homilías en favor de la paz y del amor. Pero, desde entonces, las opciones de la secretaria general de ERC han ido menguando a pasos agigantados, al protagonizar algunos sonados resbalones.

El más estrambótico de estos patinazos se produjo cuando Rovira aseguró que el Gobierno amenazó con aplicar “violencia extrema con muertos en la calle” tras el 1-O si el Ejecutivo autonómico se empecinaba en seguir con el proceso secesionista. Unas afirmaciones que fueron desmentidas por los principales intermediarios de las negociaciones, que la dejaron en ridículo.

Un par de semanas después de su proclamación oficiosa como candidata suplente, el cara a cara con la líder de Ciudadanos en La Sexta contribuyó con creces a mermar sus aspiraciones. Rovira fue vapuleada por una mediocre Arrimadas.

Viendo este panorama, el partido decidió quitarle protagonismo durante la campaña electoral para el 21D y apostó por Carles Mundó. De hecho, ERC escogió al exconsejero de Justicia para el debate a siete que se celebró también en La Sexta cuatro días antes de los comicios autonómicos.

Los patinazos de Rovira han echado por tierra sus opciones como presidenciable

Sin embargo, tras las elecciones las cosas no le han ido mejor a la secretaria general de ERC. Pese a que Puigdemont y Junqueras tienen pocas opciones de hacerse con la presidencia --no parece que las esperpénticas propuestas de investiduras telemáticas vayan a tener mucho recorrido por más que insistan los interesados-- y a la inesperada espantá de Mundó --harto del circo en el que se ha convertido la política catalana, que a él le ha costado, de momento, un mes de cárcel--, Rovira no remonta.

Esta semana, ha sido víctima de Puigdemont. El miércoles por la mañana, el entorno del expresident --"presidente en funciones" (sic), según algunos medios nacionalistas serios-- filtraba que ambos habían llegado a un acuerdo durante una cena en Bruselas para investir a Puigdemont en ausencia mientras Rovira sería nombrada consellera en Cap. Poco después, ERC desmentía el pacto surrealista y lo rebajaba a un compromiso para garantizar la mayoría independentista en la Mesa del Parlament, que se constituirá en una semana. Rovira quedaba en evidencia de nuevo.

Así las cosas, y pese a que estos cinco años de procés nos han demostrado que todo es posible en la política catalana actual, todo apunta a que los medios de comunicación --y especialmente los programas de humor-- vamos a perder a un personaje que nos hubiese dado mucho juego. Y es que las oportunidades de Rovira de hacerse con el trono de la Generalitat parecen haberse disipado como lágrimas en la lluvia...