Ahora resulta que los comunes no quieren “pervertir el mandato del pueblo”. Frase tan elocuente como ambigua, que de eso saben mucho. Con esta dialéctica exquisita justifica Catalunya en Comú su resistencia a pactar con PP, PSC y Ciudadanos una presidencia de la Mesa del Parlament que no sea independentista. O lo que es lo mismo, permitir que entre aire fresco en una cámara, ésta sí, pervertida por el pulso separatista.

Lo hacen a sabiendas de que así se inmolan, que se autoexcluyen de formar parte de ese órgano gestor de las iniciativas parlamentarias. Los comunes entienden mucho de suicidios políticos, pues tienen el dudoso honor de haber dilapidado en apenas un año la doble victoria obtenida en Cataluña en las elecciones generales.

Vale. De acuerdo. Nunca fueron lo mismo unas elecciones al Congreso que al Parlament, pues los catalanes votan con claves diferentes. Pero la rapidez con que se ha producido el auge y caída de esta nueva confluencia de izquierdas, apadrinada por Pablo Iglesias y muñida por el matrimonio formado por Adrià Alemany y Ada Colau, pasará a los anales políticos.

Los comunes son el resultado de una fecundación in vitro que poco o nada ha aportado a un sector de población castigado por la crisis, los recortes y un cansino proceso secesionista donde la política social brilla por su ausencia. 

Y es que, a base de ayudar a los independentistas a evitar “que se pervierta el mandato del pueblo”, los comunes han dado la espalda a su electorado natural, heredero de una Iniciativa per Catalunya integrada en Catalunya en Comú, pero que ha sido ninguneada en la forma y en el fondo. El tradicional votante ecosocialista --trabajador, federalista, metropolitano...-- se ha visto relegado por un conglomerado de siglas que, en aras a una pretendida transversalidad, olvida las esencias de una izquierda que debe actualizarse, que no fagocitarse.

Los comunes son el resultado de una fecundación in vitro que poco o nada ha aportado a un sector de población castigado por la crisis, los recortes y un cansino proceso secesionista donde la política social brilla por su ausencia. Un electorado que se ha quedado sin un referente político y que ha abrazado el discurso más simple y directo, el de Ciudadanos. Ni Catalunya Sí Que Es Pot antes ni Catalunya en Comú ahora han logrado superar los 13 escaños que logró ICV. Que tomen nota.