Uno de los pocos elementos de consenso del constitucionalismo en los últimos años era el reconocimiento del error de haber perdido la batalla del relato frente al nacionalismo catalán. Tanto la derecha como la izquierda admitían que no se había armado un discurso potente con el que rebatir el argumentario independentista. Ni siquiera se había intentado. Y se conjuraban para corregir el rumbo y no volver a tropezar con la misma piedra.

Sin embargo, visto lo visto en los últimos días, parece que aquel compromiso fue una ilusión, un fraude.

En la búsqueda de razones para justificar los indultos a los presos del procés, el Gobierno y los partidos que lo sustentan han vuelto a renunciar a la batalla por el relato. Incluso han ido más allá y han comprado sin matices el relato del independentismo.

“A mí me daría miedo que volviésemos a las andadas del año 2017, en las que la inacción de un Gobierno llevó al independentismo a cometer el peor de los errores que es el de saltarse la ley”, dijo el miércoles el líder del PSC y ministro de Política Territorial, Miquel Iceta, para defender los indultos.

Es decir, que, según Iceta, el intento de golpe al Estado del independentismo catalán es culpa del Gobierno (de Rajoy, claro). Vamos, que los pobres indepes se vieron obligados a saltarse las leyes más elementales porque no tenían otra opción. Que el Gobierno “llevó al independentismo” a la sedición. Que el Gobierno empujó a los nacionalistas al referéndum ilegal, a la revuelta violenta y a la declaración de independencia (hasta en dos ocasiones, el 10 y el 27 de octubre de 2017). En otras palabras, que el Gobierno no les dejó ninguna otra salida a Puigdemont y Junqueras.

"En Cataluña sabemos lo que hemos pasado, y el resto de España tendrá que entenderlo, los indultos serán necesarios", añadió la portavoz del PSC en el Parlament, Alícia Romero. De nuevo el mismo planteamiento. Los cabezotas intransigentes son los ciudadanos del resto del país, que se empeñan en no ceder y perdonar a los condenados. Da igual que no se hayan disculpado, no importa que aseguren que lo volverán a hacer. Hay que ser generosos a cambio de nada. Porque nada han ofrecido los presos del procés ni los fugados para facilitar los indultos. Nada. Ni el más mínimo gesto. Pero los intolerantes están siempre en “el resto de España”. Otra vez, el relato del independentismo.

Por si eso no fuera suficiente, José Luis Ábalos, ha entrado en acción. “Si estigmatizamos por las cuestiones de antecedentes penales en función de hechos, como digo, de motivación política --lo cuál no quiere decir que no sean relevantes penalmente, simplemente que la motivación ha sido política--, la Constitución no hubiera sido posible. La llegada de la democracia no hubiera sido posible. Desde luego, Nelson Mandela --que incluso vi al PP referirse a él, un señor que estuvo en la cárcel mucho tiempo-- pues su estigma le impediría justamente celebrar esto [dedicarse a la política]”, señaló el secretario general del PSOE y ministro de Transportes al ser preguntado por una posible participación del líder de ERC en la mesa de negociación entre el Gobierno y el Govern.

¿Les suena? No es el primero que compara a Junqueras (o a algún otro líder nacionalista) con Mandela --incluso se han equiparado a Gandhi--. Lo sorprendente es que lo haga un miembro destacado del Gobierno y del PSOE. La perorata de Ábalos implica considerar a los condenados como presos políticos. ¿También hay que comprar esa parte del relato? Y, sobre todo, señor Ábalos, ¿si Junqueras es como Mandela, quién es como Verwoerd?

Por no hablar de que en el ya largo debate sobre los indultos (Iceta lo inició en diciembre de 2017, apenas semanas después del golpe), incluso las voces más cercanas a Ferraz aseguraban siempre que la inhabilitación quedaría fuera del perdón. Sin embargo, levantar el veto a Puigdemont y Junqueras para que intervengan en las conversaciones supone, de facto, su rehabilitación política.

Así lo ha admitido la vicepresidenta tercera del Gobierno y dirigente de Podemos, Yolanda Díaz, quien se ha mostrado partidaria de que los indepes sienten a quienes quieran en la mesa y ha animado a “ser respetuosos, tender puentes, cuidar y mimar a los interlocutores”. 

Pero más allá de las caricias a los sediciosos que promete Podemos, la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, ha puesto la guinda. “A veces la mejor justicia es la peor política”, ha sentenciado para avalar los indultos. Un enunciado que los dirigentes independentistas habrían firmado con gusto cuando señalaban en sus discursos que la justicia no tenía legitimidad frente a su democracia, frente al procés.

El problema siempre fue el relato. Y cuatro décadas después parece que algunos siguen sin querer entenderlo.