Llegó, vio y se dio la mano con el empresariado catalán, ese concepto abstracto de representantes de la burguesía catalana que en los últimos años reúne más voces políticas que en el pasado manufacturero y textil. El paseo del presidente Mariano Rajoy no ha sido triunfal porque el independentismo gobernante se ha encargado de minimizar sus anuncios de inversión, pero plantea problemas para una parte de esos soberanistas pragmáticos que tenían en Jordi Pujol al líder del posibilismo político.

¿Quiénes son, en ese nuevo marco, los escuderos más fieles del presidente? ¿Actúan como los mosqueteros, van todos a una, y consiguen abrir grietas --alguna vía de agua, incluso-- entre los antaño seguidores acérrimos de Pujol y de Artur Mas?

En el ámbito político quien cobra un papel de mayor relieve es Enric Millo, delegado del Gobierno en Cataluña. Llegado al PP desde las filas convergentes, el político de Girona es un correoso fajador con gran experiencia dialéctica. Es un ejemplo claro de cómo alguien procedente de la burguesía catalana seducida por el pujolismo acaba en los brazos de Rajoy y se salta, en buena parte, la propia estructura del PP en el territorio.

Pero si la política era necesaria (en especial alguien que diera rostro a las peticiones de diálogo), a Rajoy le resultaba más urgente el papel prescriptor de la élite empresarial barcelonesa. En ese ámbito, sus dos hombres tienen perfiles bien distintos. El más conocido es Josep Lluís Bonet, presidente de Freixenet, de Fira de Barcelona y de la Cámara de Comercio de España. De perfil académico, Bonet es el empresario prototípico de la Cataluña interior. Su meritaje profesional le ha permitido hacer las Españas, hecho del que se siente orgulloso y desacomplejadamente satisfecho.

Millo en la política, y Bonet y López en el ámbito empresarial son los hombres del presidente en la Cataluña soberanista

Bonet ha explicado hasta la saciedad que el empresariado no puede ser nacionalista en estos tiempos y que el proyecto europeo está por encima de cualquier consideración localista. Las empresas --la sociedad en general-- son cada vez más globales y esa consideración impide apelar a sentimientos reduccionistas pegados a la tierra o a expresiones culturales. No camina sólo. Como Millo, Bonet cuenta con una buena corte de seguidores que son capaces de extender el mensaje del responsable de las cámaras españolas en su ámbito natural, las empresas.

El tercer hombre de Rajoy es un paisano afincado y enriquecido en la Barcelona de los prodigios. Se trata del hotelero Amancio López, presidente y primer accionista de la cadena hotelera Hotusa, un gigante del sector poco amante de la púrpura y el relumbrón, pero eficaz con su discurso liberal y su visión española de la economía. El de Chantada es capaz de formar parte de la asociación empresarial gallega en la capital catalana o ceder su hotel más emblemático para que una cadena radiofónica celebre tertulias y debates a las que no asisten sólo invitados soberanistas. Llegó a la Ciudad Condal para responder una oferta de trabajo como recepcionista de un hotel y acabó siendo el mayor empresario hotelero de Cataluña y uno de los líderes españoles en un tiempo récord. Su apoyo a Rajoy es directo y tan desinhibido como los anteriores.

Hay más hombres de Rajoy en el territorio comanche visitado por el presidente en las últimas horas. Unos, como los citados, por devoción y coherencia política. Otros, con mucho más interés subyacente para sus negocios que por contribuir al orden político del país. Los hay, incluso, de nuevo cuño. Son, por ejemplo, los que se preparan para aminorar sus perfiles independentistas cincelados en Femcat, Cecot o proximidades y que ayer se infiltraron entre los asistentes al acto del Palacio de Congresos con la intención de no ser vistos como unos apoyos más del actual Gobierno catalán o de sus socios parlamentarios de la CUP. Vivir para ver.