Hoy la prensa y las conversaciones girarán en torno a Jordi Pujol y a Marta Ferrusola. Ambos, los padres de la patria catalana, han sido imputados por la Audiencia Nacional, por el juez José de la Mata, a partir de informes de la Udef y de la Agencia Tributaria.

No perderé ni un minuto en defender a Pujol y su prole. Han sido y son dignos de reprobación por cómo actuaron con Cataluña y sobre Cataluña. Sus cualidades ético/morales son tan mínimas que sería imposible que nadie con unos principios básicos pudiera echarles un capote que no sea estrictamente profesional.

Pero dicho esto en el plano político, que se anuncie el 30 de diciembre su imputación no es tampoco gratuito. Que lo único que tenga el Estado para frenar el proceso soberanista catalán sean argucias legales sobre sus miserias es triste, deplorable incluso. Pujol y los suyos están muertos en política y al Estado se le supone vitalidad y destreza.

El contencioso catalán, que podemos coincidir en su endeblez, sectarismo y xenofobia subyacente, sobrepasa a Pujol, su señora y su prole. También a Artur Mas y sus ínfulas. Pero lo que no debería sobrepasar es la inacción. El Estado tiene mecanismos más eficaces que sólo la justicia para intentar poner coto al desmán.

El caso Pujol se sitúa ahora en la proximidad de la CUP para investir, o no, presidente a Artur Mas

Más allá de la pena de Telediario, Pujol y los suyos no pagarán mucho más ante la justicia. Perdón, con una excepción, la de Oriol Pujol Ferrusola y por otros motivos que le pueden llevar a pasar un tiempo a la sombra mientras sigue leyendo la Biblia.

El delito de blanqueo del que se les acusa necesita uno antecedente, que ni está acreditado ni se le espera. Si fuera el delito fiscal lo tiene negro la Audiencia Nacional porque con las declaraciones complementarias que realizó toda la familia será difícil encausarlos por esa cuestión. ¿Qué se busca, pues? 

El ruido, la pena de exposición pública. Sin entrar a juzgar si resulta merecida o no, lo cierto que las nueces escasean en la causa judicial que se sigue contra la familia mientras que abunda el ruido. Ahí es donde se halla anclada la verdadera situación del caso Pujol. Ahí, claro está, y en la proximidad de la CUP para decidirse sobre si vota a Artur Mas o no como presidente. Un candidato, dicho sea de paso, que se reunió hace muy poco con el patriarca Pujol sin explicar a nadie por qué razón.

Sean buenos, les espero en 2016 y les deseo lo mejor.