Es inexplicable que a estas alturas el PP todavía no tenga claro lo de las naciones. Las declaraciones del número tres del partido conservador, Elías Bendodo, asegurando que “España es un Estado plurinacional” le inhabilitan para seguir en política.

Sin embargo, Feijóo se ha limitado a corregirle públicamente (“España no es un Estado plurinacional, es una obviedad; [fue] un error que ha sido rectificado al poco tiempo”) y pelillos a la mar. Ya lo sospechábamos.

Bendodo, además, se metió en el charco de las nacionalidades (la trampa que colaron los nacionalistas en la Constitución y que no tiene analogía en las democracias occidentales). Que si “no es lo mismo nación que nacionalidad”, que si “Cataluña es una nacionalidad del Estado, como cualquier otra comunidad autónoma”...

El problema es que de ahí a lo de Iceta solo hay un paso. El ministro de Cultura y Deporte decía hace un par de años que “nación y nacionalidad son sinónimos” y, por tanto, le salían ocho naciones en España, tantas como estatutos en los que se tilda a la autonomía como nacionalidad (Galicia, Aragón, Valencia, Baleares, Canarias, Andalucía, País Vasco y Cataluña). Y de matute, también metía a Navarra, cuyo estatuto no dice nada de nacionalidad pero no puede quedarse al mismo nivel que la Rioja o Extremadura, faltaría más.

Todo esto a pesar de que el Tribunal Constitucional dejó zanjado el debate, en cuanto a que en España solo existe una nación, la española. Al menos, “en sentido jurídico-constitucional”, claro, que es de lo que estamos hablando. Pues, si apelamos a la poesía, al folclore o a la cultura, todo es “discutible y discutido”, como decía Zapatero, y, por tanto, también los catalanes castellanohablantes podrían ser definidos como nación, ¿no? 

A los partidos constitucionalistas nunca les ha ido bien comprando el discurso nacionalista, pero siguen tropezando en la misma piedra. Y lo más increíble es que lo quieran vender como una forma de moderación. ¿Desde cuándo es moderado aproximarse a los más radicales?

Y no solo eso, sino que además dejan desatendidos otros flancos. ¿Quién creen que ha ganado más votos con las palabras de Bendodo, el PP o Vox?

Lo mismo le ocurre al PSOE. ¿Alguien ve razonable que el presidente del Gobierno califique a los policías nacionales y guardias civiles que se desplegaron en Cataluña para sofocar la revuelta secesionista del 1-O de “piolines”, término utilizado de forma despectiva por los nacionalistas? ¿Les parece una posición moderada? ¿Creen que el PSOE ha cosechado más apoyos o más detractores con esa intervención de Pedro Sánchez?

Mientras los principales partidos constitucionalistas continúen desorientando a sus votantes con discursos propios de trileros, los extremistas seguirán creciendo.

Llegados a este punto, me conformo con que, si Feijóo llega a ser presidente del Gobierno, aplique en las escuelas catalanas ese “bilingüismo cordial” que tanto predica y que consiste –según él mismo ha detallado– en que el 50% de las asignaturas se imparta en español y el otro 50% en catalán. Eso sí, sería bueno que nos avanzara cómo piensa conseguirlo, para que luego no nos llevemos sorpresas desagradables.