Es curioso cómo, en cuestión de tres semanas, dos coquetos municipios gobernados por ERC han dado portazo a la posibilidad de integrarse en la lista de los pueblos más bonitos… de España. Más que nada, porque la asociación que entrega estos reconocimientos en ningún caso les había dicho ni a Siurana ni a Rupit que formarían parte de ella. Solo había habido un discreto acercamiento por si estos pueblos estarían interesados en adherirse y, en ese caso, iniciar el proceso para comprobar que cumplen los requisitos exigidos para pertenecer a este selecto grupo, que está por ver.

Argumentan Siurana y Rupit –curiosamente, sus alcaldes se han reunido recientemente para “crear sinergias para la gestión turística de los pueblos con encanto”– que esta exposición aumentaría las visitas turísticas de forma insostenible, cuando la realidad es que una de las promesas de la entidad es la desestacionalización de ese turismo en los pueblos asociados, que ahora se concentra los fines de semana y en fechas muy señaladas. Por lo tanto, el rechazo público de sus alcaldes debe entenderse como un gesto de cara a la galería a poco más de seis meses para las elecciones municipales –vamos, postureo puro–, o a un sentimiento nacionalista exacerbado, que es igual de malo.

Este intento de llamar la atención –que no les ha salido demasiado bien– llega en mitad del supuesto apaciguamiento de ERC, más pragmático, alejado de la radicalidad que hoy solo defiende Junts y que, no hace tanto tiempo, también abanderaron los republicanos. Pero no dejan de ser un lobo con piel de cordero. Es cierto que el partido trata de “ampliar la base” por medio de la gestión, sin enterrar del todo el discurso independentista y el vocabulario aparejado –“represión”, “referéndum”–. Sin embargo, la militancia –solo acudió a votar el 50%– acaba de reelegir para un cuarto mandato a Oriol Junqueras y a Marta Rovira –era la única candidatura–, siendo estos dos de los principales responsables del procés y los únicos líderes políticos que siguen al frente de un partido desde antes del octubre del 2017.

No parece que con Junqueras y Rovira al mando –que, lejos de arrepentirse o pedir perdón por el procés se reafirman en lo hecho y mantienen el veto al PSC– sea posible terminar de pasar página en Cataluña, por lo que habrá que averiguar si este pequeño paso atrás de ERC con el asunto secesionista es real o si, como se intuye, es otro poco de postureo con el objetivo de ganar tiempo para “volverlo a hacer” si se dan las condiciones.